Como han ido señalando los brillantes comentaristas de este blog en estos últimos días en relación con el último post, las posibles utilidades del empleo de Check List en el mundo sanitario sirven de poco si no se aborda el problema de la seguridad de una forma sistémica, es decir abordando conjuntamente todos los factores que pueden determinar un error. Y en ese sentido el Check List apenas sirve si no se acompaña de medidas tan importantes como el entrenamiento y actualización periódica de los conocimientos sobre el avión en que se vuela, la observación (aceptada plenamente por los pilotos) de operaciones normales ( las llamadas auditorias de seguridad en las operaciones de ruta), la existencia de sistemas de notificación de incidentes que se cumplimentan de forma habitual, la limitación estricta del tiempo de vuelo para evitar los efectos claramente adversos del cansancio, o la replicación de instrumentos y rutinas de comprobación ( en las que se incluiría la existencia de varios pilotos en vuelo, como señalaba Bonis) para evitar las consecuencias del error de una persona, además del trabajo cooperativo de toda la tripulación, ya sea mediante Briefings ( como comentábamos en el último post), o CRM ( Sistemas de Gestión de la tripulación).
Por eso ante las próximas e inevitables “innovaciones” de las autoridades sanitarias para generalizar el uso de check list ante cualquier procedimiento clínico ( al margen de que tengan utilidad fundamentalmente en procedimientos estructurados y previsibles como señalaba también Bonis), quizá cabría preguntarles si van a acompañarlas de medidas como la limitación del número de pacientes atendidos diariamente para evitar errores ( y evitar la vergüenza nacional que supone que haya médicos de familia que vean 50 pacientes al día), o el control estricto del tiempo de asistencia sanitaria continuada en las guardias ( especialmente en residentes, en donde hay más que evidencias del grave efecto que supone la fatiga ).
Y también habría que preguntarles a los médicos ( incluidas sus múltiples sociedades, colegios, sindicatos y demás familia) si estarían dispuestos a comprometerse a actualizar periódicamente sus conocimientos, a someterse a pruebas periódicas de evaluación de la competencia clínica, o a establecer de una vez sistemas de notificación de errores ( aunque sean anónimos) y no solo de buenas prácticas , ejemplo del "buen rollito" por desgracia dominante en nuestra época.
Mientras esos pasos no se den , podremos seguir admirando la elegante simplicidad con la que se mejora la seguridad aérea, pero sabiendo que nuestros sistemas sanitarios eguirán siendo tan inseguros como cuando los aviones caían como moscas.
Hace ya muchos años dos filósfos americanos,ya fallecidos, Samuel Gorovitz y Alasdair MacIntyre, publicaron un trabajo capital sobre los fundamentos teóricos de la fiabilidad de los médicos, que siguen estando de plena actualidad. Alguna veces fallamos, decían , de forma previsible, porque pretendemos hacer cosas que exceden completamente de nuestras capacidades: son esos transplantes increíbles que acaparan las primeras páginas de los periódicos por su éxito inicial, aunque rara vez se publique que días después el paciente acabó muriendo.
Pero otras veces fallamos al abordar retos dentro de nuestras capacidades. Para Gorovitz y MacIntyre la causa suele ser la ignorancia, el no existir un conocimiento absoluto sobre el padecimiento y los tratamientos que pudieran ser efectivos; en definitiva, la irrupción de la inevitable incertidumbre que acompaña a casi todo proceso mórbido. Pero en otras ocasiones la razón del fallo es la ineptitud ( el conocimiento existe , pero no lo aplicamos adecuadamente), cuando no la e-ptitud ( estar seguros de que hacemos correctamente las cosas cuando estamos muy alejados de esa situación).
La historia de la medicina es la de la lucha por ganar cada vez más parcelas de terreno al mar de la ignorancia. Pero una vez conquistados esos pantanos, es imprescindible avanzar en la batalla contra la ineptitud.
Y por desgracia ni políticos ni clínicos parecen estar muy por la labor
Por eso ante las próximas e inevitables “innovaciones” de las autoridades sanitarias para generalizar el uso de check list ante cualquier procedimiento clínico ( al margen de que tengan utilidad fundamentalmente en procedimientos estructurados y previsibles como señalaba también Bonis), quizá cabría preguntarles si van a acompañarlas de medidas como la limitación del número de pacientes atendidos diariamente para evitar errores ( y evitar la vergüenza nacional que supone que haya médicos de familia que vean 50 pacientes al día), o el control estricto del tiempo de asistencia sanitaria continuada en las guardias ( especialmente en residentes, en donde hay más que evidencias del grave efecto que supone la fatiga ).
Y también habría que preguntarles a los médicos ( incluidas sus múltiples sociedades, colegios, sindicatos y demás familia) si estarían dispuestos a comprometerse a actualizar periódicamente sus conocimientos, a someterse a pruebas periódicas de evaluación de la competencia clínica, o a establecer de una vez sistemas de notificación de errores ( aunque sean anónimos) y no solo de buenas prácticas , ejemplo del "buen rollito" por desgracia dominante en nuestra época.
Mientras esos pasos no se den , podremos seguir admirando la elegante simplicidad con la que se mejora la seguridad aérea, pero sabiendo que nuestros sistemas sanitarios eguirán siendo tan inseguros como cuando los aviones caían como moscas.
Hace ya muchos años dos filósfos americanos,ya fallecidos, Samuel Gorovitz y Alasdair MacIntyre, publicaron un trabajo capital sobre los fundamentos teóricos de la fiabilidad de los médicos, que siguen estando de plena actualidad. Alguna veces fallamos, decían , de forma previsible, porque pretendemos hacer cosas que exceden completamente de nuestras capacidades: son esos transplantes increíbles que acaparan las primeras páginas de los periódicos por su éxito inicial, aunque rara vez se publique que días después el paciente acabó muriendo.
Pero otras veces fallamos al abordar retos dentro de nuestras capacidades. Para Gorovitz y MacIntyre la causa suele ser la ignorancia, el no existir un conocimiento absoluto sobre el padecimiento y los tratamientos que pudieran ser efectivos; en definitiva, la irrupción de la inevitable incertidumbre que acompaña a casi todo proceso mórbido. Pero en otras ocasiones la razón del fallo es la ineptitud ( el conocimiento existe , pero no lo aplicamos adecuadamente), cuando no la e-ptitud ( estar seguros de que hacemos correctamente las cosas cuando estamos muy alejados de esa situación).
La historia de la medicina es la de la lucha por ganar cada vez más parcelas de terreno al mar de la ignorancia. Pero una vez conquistados esos pantanos, es imprescindible avanzar en la batalla contra la ineptitud.
Y por desgracia ni políticos ni clínicos parecen estar muy por la labor
Recertificacion? No lo veran mis ojos...
ResponderEliminarenhorabuena. Buena y valiente entrada
Muchas gracias Rafa.
ResponderEliminarSi, es dificil pensar en otro mundo que no sea el que tenemos. Pero si no lo hacemos otros lo harán por nosotros. Y seguro que peor.
Un saludo cordial
En el último Congreso de ingeniería dije algo que "escandalizó", que no solo la innovación, la revolución de la Sanidad sería, llegar a un hospital (o a un centro de salud) y no tener la sensación de que aquello es un caos .... y eso pasa por una cosa que se llama "gestión de procesos", es decir, si podemos "automatizar" alguna cosa ¡hagámoslo! que el resto quede para ser más amables, tranquilos y humanos.
ResponderEliminarMuchas gracias como siempre Juana.
ResponderEliminarEs cierto que es preciso sistematizar aquellas cosas que pueden y deben sistematizarse ( y que explicaba bien Bonis cuales son).
Pero me da pavor cuando los " expertos en calidad", metodólogos y gestores se ponene a gestionar los procesos en las organizaciones sanitarias, convirtiéndolas en una farragosa máquina burocrática que empeora aún más las cosas.
Por cierto y además nunca evaluan para que sirvieron sus innovaciones.
saludos afectuosos
Es impensable mejorar la seguridad sin tener sistemas de calidad interiorizados en las organizaciones y en las personas. Eso pasa por tener una gestión de y por procesos asumible y no de cara a la galería. El problema de la calidad es que se usa casi exclusivamente como publicidad de la gestión no como herramienta de mejora de la misma porque un gerente siempre gestiona bien, no suele necesitar mejorar, por eso la calidad rarísísimamente aparece en el organigrama dentro de la comisión de dirección, suele ser un "adjunto" dependiente de la gerencia, no la gerencia misma, y así hay que hacer muchos papeles para tener muchos datos y enseñar lo bien que lo hacemos.
ResponderEliminarLa gestión de los procesos no se hace si no, como dice Juana el hospital no parecería un caos....
Un día estaba viendo la tele y dijeron que un taller de F1 era como un quirófano... je, je me sonreí... a estos nunca los operaron...
Por cierto, se me olvidó comentar ese pequeño detalle de lo que somos capaces de asumir los profesionales de la sanidad... esto no me corresponde, espera que pregunte al sindicato, eso no es cosa mía, quién me va a evaluar a mí... y tantas otras cosas que conocemos. En la administración todos estamos de vuelta de todo, y muy desvinculados, no se si es posible tener así una cultura de la seguridad
ResponderEliminarMuchas gracias Esteban.
ResponderEliminarCreo que es importante lo que comentas respecto a que la calidad se ha convertido más en un medio de publicidad que como un instrumento real para mejorar las cosas.Y en el que, como comentas, además no nos implicamos ninguno ( "esto no es cosa mía")
Es gracioso que asemejen los talleres de Formula 1 a los quirófanos... a no ser que fuera por la limpieza, claro
Un saludo muy cordial