martes, 3 de febrero de 2015

Radares

El 31 de agosto de 1983 el vuelo 007 de Korean Air con 269 personas a bordo fue abatido por misiles disparados desde aviones soviéticos mientras sobrevolaba la isla de Sajalin, tras haber penetrado en su espacio aéreo soviético por un error en la programación del vuelo. El avión había despegado de Nueva York y se dirigía a Seul. Todos sus ocupantes fallecieron. El incidente, ampliamente repudiado por la comunidad internacional, generó un incidente diplomático de enorme gravedad, que estuvo a punto de provocar un conflicto nuclear de imprevisibles consecuencias.
A partir de ese momento, el gobierno soviético esperaba y temía una reacción del gobierno americano .Solo tres semanas después , el 26 de septiembre de 1983, poco antes de la medianoche, el sistema de alerta nuclear soviético informó del lanzamiento de un misil intercontinental desde Norteamérica. Stanislav Petrov, teniente coronel de las Fuerzas Aéreas soviéticas era el oficial al mando. El protocolo de intervención instaba a Petrov a informar a sus superiores del ataque, para poner en marcha el procedimiento de contraataque nuclear. Sin embargo Petrov no lo hizo. Tanpoco consideró que la información que le suministraba el sistema fuera cierto cuando éste detectó otros cuatro “misiles” con dirección a la Unión Soviética.
Petrov acertó. En los días del solsticio de otoño se producen alineaciones entre la Tierra, el Sol y algunos satélites que generaban artefactos en los sistemas de detección de la época. Era una falsa alarma. Petrov incumplió el protocolo de intervención, no siguió ciegamente lo que detectaba el radar, pero posiblemente salvó a la humanidad de una guerra nuclear. Los superiores de Petrov, en cambio, consideraron que se había equivocado y fue relevado de su función y dedicado a tareas inferiores. En 2004 fue premiado por la Organización de Ciudadanos del Mundo que le impusieron su máximo galardón. Cuando le preguntó su mujer por qué se lo habían concedido, simplemente  contestó que no había hecho nada. Petrov  no hizo nada pero su amplia experiencia le permitió interpretar los signos más allá de los protocolos. El documental The Red Buttom & The man who save the World refleja el incidente.
1ª Guerra del Golfo. El 24 de febrero de 1991 el teniente Michael Riley estaba de guardia ante el radar a bordo del destructor británico Gloucester . Su misión era la de informar de cualquier ataque que pudiera poner en peligro a la flota que participaba en la ofensiva contra el ejército iraquí con el fin de recuperar Kuwait. El ritmo de trabajo era exigente: seis horas de pantalla, seis horas para comer y dormir un poco. Una hora antes de acabar su turno observó una imagen en su radar sobre las costas de Kuwait. Realizando un cálculo rápido de su trayectoria dedujo que en un plazo de tiempo mínimo estaría sobre el convoy ; a una  velocidad de más de 550 millas por hora , cientos de marineros podrían morir en caso de ser un misil. Pero Riley tenía una razón para pensarse la decisión, aunque fuera simplemente un segundo. Ese blip que dibujaba la pantalla del radar correspondía fielmente a  la señal que deja un A-6 un avión americano de combate. Precisamente además estaba en su radio de acción habitual; había visto cientos de veces seguir una trayectoria parecida a estos aviones. Riley sabía que hay una forma indirecta de deducir si se encontraba ante un misil enemigo o un avión amigo, y era conocer la altitud, puesto que el misil vuela a una altura más baja que el avión. Pero aquel radar no daba la información requerida.
Riley sin más información que la que veía en la pantalla tomó su decisión. Y se disparó contra el objeto. Su superior le preguntó que por qué sabía que era un misil y no un avión. Y él respondió: “simplemente lo se”.
La investigación consiguiente tras el incidente concluyó que era imposible diferenciar por las grabaciones obtenidas de la sesión en el radar si era un objeto u otro. En 1993, Gary Klein, uno de los psicólogos cognitivos más reconocidos del mundo lideró la investigación sobre lo que pasó a conocerse como el Silkworm affair ( el nombre del misil iraqui). Klein llevaba años investigando el papel de la llamada intuición en la toma de decisiones en situaciones de gran estrés. Revisó cientos de veces las cintas. Y al final descubrió lo que Riley no sabía explicar. Era simplemente una cuestión de “timing”: al volar más bajo la señal del misil era “artefactada” por la interferencia del terreno, mucho más próximo. De forma que se retrasaba solo unos segundos sobre la señal que un avión hubiera dejado.
Existía un conocimiento evidente que le permitía acertar a Riley, construido a lo largo de miles de horas delante de una pantalla de radar. Un conocimiento cierto, pero que nunca podría ser sistematizado, protocolizado ni razonado. Algunos le llaman intuición
Ésta no es una cualidad esotérica , relacionadas con confidencias procedentes del más allá. Forma parte de la manera en que el ser humano aprende. Y que a menudo las organizaciones desprecian.
La información sobre el incidente puede consultarse en este artículo del New Scienticist

4 comentarios:

  1. Aviación Basada en la Experiencia. Supongo que a estos operadores no les cambiaban de puesto de trabajo cada poco tiempo, que eran despedidos si lo hacian mal, que habian sido seleccionados por su capacidad, no por su antigüedad, etc.: mimando la experiencia que la propia organización ha contribuido a crear.

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  2. A veces es mejor no hacer nada. El primer caso lo muestra de un modo ejemplar. De seguir el protocolo, probablemente no estaríamos aquí hablando de eso.
    El segundo ejemplo es ilustrativo de lo que está de moda despreciar: el saber humano, que no es reducible a una colección de datos aprendidos o al seguimiento infantiloide de un protocolo sino que requiere pensar en realidad, no ya con la mente sino con el cuerpo entero podría decirse. Ese controlador sintió más que supo y desde ese saber “sentido”, desde esa intuición resolvió.
    Dos excelentes ejemplos que muestran lo catastrófico que puede resultar la obediencia al santo protocolo, tanto a escala singular como colectiva, y que lo que importa es saber, saber de verdad. Tal servilismo al protocolo (a “la norma” se dice con frecuencia en los laboratorios clínicos), es incompatible con el saber clínico pero es adorado por muchos médicos metidos a gestores y sus cómplices necesarios, también médicos, que equiparan la actividad clínica a la reparación de coches

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  3. Los dos ejemplos defienden a la intuición como guía en la toma de decisiones. Pero se olvida en cuántas ocasiones, las decisiones basadas en intuiciones, en el “a mi me parece que …” pueden haber conducido a situaciones nefastas.
    Los filósofos griegos distinguían entre la doxa (opinión) y la episteme (conocimiento basado en la razón). La doxa, o conocimiento común, es un saber inferior al que conseguimos con la episteme. Y la intuición está muy cerca, cuando no coincide, con la doxa.
    La llamada Medicina Basada en la Evidencia ha recibido y recibe muchísimas críticas, bastante justificadas en muchos casos. Pero nadie le puede negar que ha contribuido a que las formas tradicionales de decidir se consideren inferiores. Lo que algunos llaman humorísticamente Medicina Basada en la Elocuencia, o Medicina Basada en la Soberbia, o incluso Medicina Basada en las gónadas (sic), están expuestas a gran cantidad de sesgos. Y por eso, las intuiciones, en las que se basarían los médicos para decidir pruebas o tratamientos, podrían hacer más daño que beneficio.
    Pero no siempre disponemos de todos los elementos para poder tomar una decisión racional. ¿Recurrimos a la intuición entonces? Precisamente los radares nos han enseñado que cuando los observadores trabajan en equipo, las intuiciones de cada uno tienden a constituir un conocimiento mejorado, superior al de la intuición individual. Y disminuye el número de errores que se cometen.
    Las organizaciones sanitarias deben fomentar el trabajo en equipo, entendiéndolo como un medio de aprendizaje. Esta filosofía, la del teaming, exige un esfuerzo intelectual por parte de los médicos, en este caso, pero es muy probable que contribuya a mejorar la seguridad y la calidad de la asistencia.

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    1. Efectivamente. No sólo la intuición. Creo que es muy oportuno este comentario haciendo hincapié en la necesidad de sensatez, de no actuar desde la soberbia. Pero sí creo que esa intuición puede ser muy valiosa no cuando surge de lo malo humano, de lo puramente visceral, sino de la experiencia acumulada y de una cierta aptitud con la que no todos nacemos.

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