Aquel síntoma que apareció un día de forma tímida, fue
incrementando su intensidad hasta que se convirtió en un verdadero motivo de
preocupación: no solo se mantenía presente a cualquier hora del día durante meses , sino que
la ausencia de una explicación a su existencia aumentaba la incertidumbre. Lo
más probable es que fuera algo trivial, pero ¿ y si no lo fuera? Uno acaba
pensando si es el principio de algo, de esa amenaza que siempre existe detrás
de cada una de las puertas que representa un síntoma.
Mi médico de familia es una persona prudente: me escuchó,
observó y tranquilizó, siguiendo la teoría de que cuando oyes cascos lo más
probable es que sean caballos. Pidió pocas pruebas, las imprescindibles . Y un
buen día ese síntoma tan alarmante se esfumó.
Ya comentamos en su momento la brillante revisión narrativa
de la literatura de Kurt Kroenke en los Annals of Internal Medicine, según la cual los síntomas son mucho más que
la enfermedad en cuya etiqueta en
ocasiones acaban, esos síntomas que en más de un 25% de las ocasiones se
convierten en crónicos, y que en más de un tercio nunca acaban convirtiéndose
en diagnósticos. Síntomas sin explicación alguna que suponen a menudo una frustración
para el médico y un motivo de recelo para el paciente, que se pregunta: ¿realmente
no tendré nada o será que este tipo ( o tipa) no tiene la más remota idea de
medicina?
Profundizando en esa línea Rosendal, Carlsen y Rask publicaron recientemente en el BMC Family Practice un estudio transversal sobre el síntoma como
principal problema, mediante la aplicación de un cuestionario a 377 médicos
generales en Dinamarca y a 2286 de sus pacientes. Cada médico cumplimentaba la
información sobre el principal síntoma que presentaba cada paciente, la
existencia de enfermedades crónicas y
el pronóstico atribuido. La encuesta rellenada por cada paciente
incluía cuatro preguntas del
instrumento EUROPEP y una pregunta más sobre necesidades insatisfechas.
Una alta proporción de éstos declaraba un gran nivel de
preocupación, expectativas frustradas y falta de satisfacción si la consulta no
acababa con una etiqueta diagnóstica, mucho mayor que en los casos en los que
sí se producía este hecho . Se cumple por tanto, la hipótesis de Charles
Rosenberg , el catedrático de historia de la medicina de Harvard, de que el
diagnóstico es un “ password”, una contraseña que nos permitirá cambiar nuestra
ciudadanía del reino de los sanos al de los enfermos , como tan brillantemente
describía Susan Sontag en “La enfermedad como metáfora”. Donde la certeza nos
dará esa felicidad de la que nos priva la incertidumbre, aunque sea la certeza
de descubrir que nos queda poco tiempo de vida.
La triple obsesión de Donald Berwick de alcanzar el máximo
nivel de consecución de los objetivos de salud, eficiencia y satisfacción puede
que no siempre pueda cumplirse a la vez, como ya hace años publicaron Joshua Fenton y sus colaboradores en JAMA Internal Medicine, al
demostrar que mayor satisfacción de los pacientes implica un menor uso de
servicios de urgencia, un mayor uso de servicios hospitalarios , un mayor coste
global y una mayor mortalidad. Como en los casos en que tenemos una manta demasiado corta, o
bien se nos enfrían los brazos o
se nos quedan helados los pies.
Esa idea absurda , procedente del mundo de
Amancio Ortega y sus explotaciones de Zara ,de que el objetivo de un sistema
sanitario debe ser satisfacer siempre las necesidades del cliente, tiene estos
pequeños inconvenientes cuando hablamos de algo tan complejo como es la
práctica de la medicina: podemos hacer las cosas bien frustrando las expectativas del paciente
o alcanzar la máxima satisfacción
a costa de matarle. Porque hay muchas ocasiones en que no todo es posible.
Los médicos de familia abrazaron con entusiasmo la idea de
que la verdadera medicina , la que importa, es la de que gestiona
enfermedades, etiquetas, códigos CIE o DSM V. Organizan sus congresos por
especialidades ( no en vano ellos también son especialistas), para facilitar
además el trabajo de la industria , o se asocian dentro de sus variadas
sociedades en grupos de trabajos de sistemas y aparatos a la manera de sus
respetables colegas hospitalarios: circulatorio, respiratorio, digestivo…
Hace tiempo abandonaron la lucha por sistemas de
clasificación propios, basados en razones de consulta y problemas de los
pacientes, y no en códigos diagnósticos procedentes del universo hospitalario.
La justificación es que así no molestamos a los que mandan y nos entendemos mejor
con nuestros iguales ( los otros especialistas) .
Pero la realidad es tozuda: los pacientes son personas únicas e irrebatibles y no enfermedades estratificables como si fueran
pescados de bajura. Y acuden porque tienen molestias, problemas, o preocupaciones
a los que a menudo llamamos síntomas. Que en ocasiones tienen una explicación,
pero que en muchas otras no la tienen. Porque la vida , entre otras cosas, es eso. Tener
problemas. Sin etiquetas que nos coloquen en un redil para que nos marque un
médico con el sello del código CIE.
La certidumbre diagnóstica tranquiliza, al contrario de lo que sucedería con la eliminación de la incertidumbre consustancial a la vida que es la del momento exacto de la muerte. Gracias Sergio (en general, por todo)
ResponderEliminarMuchas gracias a ti Amando. Un lujo tenerte aquí.
EliminarSi, la vida es incertidumbre y sin embargo no la toleramos cuando se trata de salud. Paradoja?
Un excelente post que, como es habitual en este blog, ayuda a situarnos como médicos... y como pacientes.
ResponderEliminarQuisiera destacar dos cosas entre tantas buenas y necesarias que señalas:
1) Resalto una magnífica expresión: "Donde la certeza nos dará esa felicidad de la que nos priva la incertidumbre, aunque sea la certeza de descubrir que nos queda poco tiempo de vida." Es tan atinada como interesante. Es curiosa, llamativa, esa especie de loca alegría que se da en pacientes (no creo que abunden) al oír que tienen cáncer. Hubo quien incluso escribió un libro, "Momentos perfectos" (Eugene O'Kelly), tras saber de ese diagnóstico y de su proximidad a la muerte. Como si no pudiera tenerlos estando sano. Éste es un ejemplo extremo, pero llamativo, como llamativo es que alguien se defina por su enfermedad y que incluso se asocie a otros que la tienen (tal vez hasta celebren el día que toda dolencia tiene ya asignado). Como sugieres, el horror a la incertidumbre llega a hacer que la propia enfermedad, incluso grave, sosiegue. Algo va mal en nuestra civilización.
2) Otro aspecto es el ejemplo de los ejemplos más ejemplares en un mundo presto a adorar famosos y triunfadores, Zara. Nuestros gestores siguen insistiendo en la bondad de ese enfoque industrial de la Medicina. Así nos va, como así les fue a ellos mismos porque sólo desde la insensatez, alguien que sea médico puede aspirar a la gerencia para hacer tales alabanzas en la terminología ampliamente conocida (clientes, ISOs, calidades, eficiencias, etc.) a la vez que cierran camas por vacaciones (todo el mundo sabe que en verano no hay enfermos).
Como siempre muchas gracias Javier. Buscaré en seguida el texto de O'Kelly. Me parece fascinante tanto el título como lo adelantas.
EliminarCon lo fácil y sabio que sería volver a practicar aquel viejo estilo de vida y comportamiento , en que se acepta el hecho de que la vida es imprevisible, frágil corta e injusta, limitándonos a disfrutar mientras podamos y procurar su corrección cuando se trunca
Para aquel lejano horizonte la forma de sistematizarlo todo no es mas que un insulto. A la inteligencia y a todos nosotros
Magnifico!!
ResponderEliminarUn gran aplauso.Da gusto leer razonamientos sensatos,sensibles y no codificables.
Un abrazo,Marián
Mil gra Un abrazocias Marian. Solo reflejo lo que creo que puede ser cierto
Eliminar"Hace tiempo abandonaron la lucha por sistemas de clasificación propios, basados en razones de consulta y problemas de los pacientes....." ¿Todos? NO. Hay una aldea que resiste. Gracias Sergio https://www.youtube.com/watch?v=IMTYdVjPuNk
ResponderEliminarMuchas gracias Fernando
ResponderEliminarMenos mal que hay esperanza
Un abrazo
La etiqueta proporciona atadura o libertad, en cuanto como seres humanos tenemos la capacidad crítica y de reflexión para hacerla necesaria de nuestro camino por el proceso de la enfermedad o cambiarla a nuestro propio criterio cuando observamos que más que liberarnos nos es una carga para nuestra recuperación. Os pondré un ejemplo: la etiqueta de víctima de violencia de género en aquellas mujeres que lo padecen o lo han padecido. Como mujer testimonio os diría que cambié esa etiqueta por superviviente de violencia de género y la satisfacción cambio por completo.
ResponderEliminarGracias por este enriquecedor post.
Saludos.
Raquel
Muchas gracias Raquel . Por tu comentario, pero también por el magnifico ejemplo que aportas
EliminarUn saludo cordial
Usando palabras de Juan Gervas, manifestar una ética de la ignorancia al no etiquetar síntomas banales o malestares cotidianos con algún código CIE y, a la vez no caer, en una cascada de procedimientos diagnósticos terapéuticos es un ejercicio muy reconfortante y gratificante.
ResponderEliminar.
Depende de lo que decidamos lo que es importante: un satisfacción inmediata de la persona o el mantenimiento de una adecuada relación médico paciente.
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Complacencia versus asertividad.