domingo, 14 de enero de 2018

Trasplantes, ¿deporte olímpico?



Tras unas cuantas semanas de malas noticias sobre el funcionamiento de los servicios sanitarios (derivadas en buena medida de la incompetencia de los diferentes servicios de salud a la hora de manejar una enfermedad tan imprevisible y desconocida como la gripe), los últimos días se abrió un claro sanitario entre tanto chaparrón: una vez más la ONT llegó al rescate del sistema nacional de salud.
Los medios de comunicación, sin excepción, de la Sexta al Diario de Sevilla   de El País a ElMundo, colocan en sus portadas y titulares el nuevo “récord” en trasplantes de España. Como si en lugar de un país, fuera Usain Bolt en su buena época, “España pulveriza su propio récord de donación y trasplantes”, llegó a señalar uno de estos medios.
Desde la Ministra de Sanidad a la Presidenta de Andalucía, del ex Coordinador Nacional de la ONT a cualquier gerente de centro sanitario con actividad en esta materia, todos ellos se felicitan de estos hitos históricos que generan el entusiasmo de la victoria en competiciones deportivas: con la ventaja de que, a diferencia de éstas ( en las que solo gana uno) aquí ganan casi todos: o en cifras absolutas, o en relativas, o en incremento, o en trasplante de médula, o de pulmón, o de cerebro entero.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua contempla dos acepciones del término “récord”: la mejor marca en el ejercicio de un deporte o el resultado máximo o mínimo en otro tipo de actividades.
El anuario mundial de este tipo de logros es el famoso libro Guiness que, según parece, fue una ocurrencia del director ejecutivo de la compañía que elabora la maravillosa cerveza negra, quien mientras cazaba le dio por plantearse si era más rápido el urogallo o el chorlito dorado.
No cabe duda que en ese terreno tan lúdico, ideal para dar contenido a las charlas de bar con el tabernero, conocer los progresivos avances en reducir el tiempo en que se recorren 100 metros (nadando o corriendo, eso da igual) o saber hasta cuantos goles pueden marcar Messi o Ronaldo en una temporada no deja de ser interesante.
La duda es si el término es aplicable con la misma facilidad y ligereza a cuestiones que afectan a la vida y la salud de las personas. Porque en este caso, ¿Cuál es la meta, el horizonte al que debería aspirar un país y por ello un sistema sanitario?
¿Es mejor alcanzar 5000 trasplantes que 4000? ¿100.000 que 50.000?
Si la actividad en sí es la vara de medir del funcionamiento de un sistema sanitario, ¿debería aumentarse cada año el número de atenciones en urgencia, de radiografías de tórax, de resonancias magnéticas y coprocultivos, incluso de algo tan poco relevante como las consultas de Atención Primaria? ¿Conviene aumentar las amputaciones para evitar complicaciones mayores?
Por desgracia existen muchas ocasiones en que el resto de alternativas terapéuticas son insuficientes para resolver los problemas de salud de las personas y no queda otra alternativa que recurrir a un trasplante. Un procedimiento que sin duda retrasa el momento de la muerte a muchas personas, pero que tiene un alto coste económico, y de oportunidad, y que (como cualquier otra intervención humana) no está exenta de efectos adversos, en ocasiones graves.
Hablar de cualquier tipo de intervención clínica sin incluir en el análisis una valoración de su necesidad, su indicación, su adecuación, sus límites éticos,  es convertir algo tan importante como es la atención a personas gravemente enfermas en un juego más, casi un deporte, con sus equipos, sus atletas, sus entrenamientos y sus marcas.
El buen funcionamiento del modelo de trasplantes español es sin duda una buena noticia. No lo es el que mientras batimos “records históricos” en esta materia, el sistema nacional de salud y sus servicios regionales permita el deterioro de aspectos muchos menos “vistosos”, cuyos resultados no son rutilantes ni merecen la atención de medio alguno, pero que son los que a la larga determinan el buen o mal funcionamiento integral de un sistema: poder acceder en un tiempo razonable a Atención Primaria y disponer de un tiempo digno para que le atienda, o no esperar meses o años a una consulta, una prueba o una exploración.
Pero como bien dice Javi Padilla “somos más de trasplantes que de gripes”.

1 comentario:

  1. Cuando una determinada actividad o programa del SNS funciona de maravilla podríamos concluir con que los españoles somos capaces de hacer algo bien, incluso muy bien, si dedicamos recursos a ello. Podríamos deducir que no somos incompetentes por naturaleza. Creo que es razonable deducir que si hay cosas que funcionan de forma deficiente, probablemente es porque no dedicamos suficiente atención. Por ejemplo, la Atención Primaria.

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