viernes, 14 de agosto de 2020

La nueva normalidad (VIII): ¿A quien hay que multar?

 

“El nuevo estado epidemiológico subordina las vidas a la epopeya de vencer al virus. Así se revalorizan los controles, las sanciones y las coerciones sobre las personas”

Juan Irigoyen

La evidencia respecto a la infección por COVID-19 es escasa aún, pero la poca que existe es sistemáticamente ignorada por el nuevo Estado epidemiológico cuyo autoritarismo crece al mismo ritmo que sus ocurrencias, que se propagan a similar velocidad que los incendios veraniegos. Basta que “el cuerpo epidemiológico decisor” de una comunidad autónoma susurre en el oído del presidente de la comunidad de turno una nueva medida para que prenda la idea como la yesca y sus compañeros se apresuren a implantarla también: primero fue la obligatoriedad de las mascarillas,después los test masivos a barrios y ahora la estigmatización del fumador en todo momento y lugar.

Respecto a la mascarilla conviene leer la revisión sobre las políticas sobre su uso que realizó recientemente el Centre for Evidence Based Medicine (CEBM) de la Universidad de Oxford (la “casa madre” de la evidencia científica desde que aterrizó por allí su fundador, David Sackett, a mediados de los 90): “los crecientemente polarizados y politizados puntos de vista sobre el uso en público de las mascarillas durante la actual pandemia COVID-19 esconde una amarga verdad sobre el estado de la investigación actual y el valor que damos  a las pruebas clínicas para basar nuestras decisiones”. La evidencia disponible hasta la fecha se limita a seis ensayos clínicos aleatorizados durante la pandemia H1N1, cuatro en profesionales sanitarios y 2 en clusters de familias o estudiantes. Aunque la principal conclusión era ya entonces la necesidad de más estudios, hubo que esperar a la COVID-19 para volver a saber algo al respecto: en la revisión sistemática con metanálisis de Tom Jefferson et al (del CEBM), los 14 estudios incluidos eran de baja calidad ( ninguno realizado durante una pandemia), encontrando que no había reducción en la transmisión de enfermedades similares a la gripe ( Influenza like illness) en población general ( no así en trabajadores sanitarios), y concluyendo que no había suficiente evidencia para dar una recomendación respecto al uso de barreras faciales sin otras medidas. El Instituto Nacional de Salud Pública noruego llega a estimar que para un porcentaje de asintomáticos de 20% y una reducción de riesgo del 40% por usar la mascarilla, se evitaría  una infección por cada 200.000 personas. Las conclusiones del comentario de Jefferson y Henegan están bastante alejadas de la alegría con la que se impone la medida en España:”el pequeño número de ensayos y el retraso del ciclo pandémico hace poco probable disponer de respuestas claras y guías para los decisores.El abandono del modus operandi científico y la falta de perspectiva hace este terreno abonado a todo tipo de opiniones, visiones radicales e influencias políticas”. Por eso la propia OMS no recomendó inicialmente el uso obligatorio de mascarillas, ni lo hacen un número relevante de países europeos. Sin embargo,España ha ido imponiendo (por transmisión ligada al miedo) obligaciones desproporcionadas (como la obligatoriedad de ponerse mascarilla en una calle vacía) bajo pena de multa y escarnio, sin especificar ni controlar nada sin embargo sobre el tipo de mascarilla o su tiempo de uso. En definitiva lo único que importa es identificar fácilmente al culpable (el malhechor descubierto) para aplicarle la multa, cuya cuantía llega a graduarse en su severidad con el número de posibles personas en riesgo en algunas comunidades autónomas, como si eso fuera posible.

Poco más tarde llegó la idea de la realización de pruebas masivas a barrios enteros con incremento en el número de casos: si las dudas sobre la efectividad de la mascarilla existen aún son mayores las existentes respecto al significado de una PCR positiva ..o negativa. De nuevo la revisión de Jefferson y Henegan es reveladora al respecto: ¿pueden hacer las determinaciones masivas de pruebas para COVID-19 hacer más daño que beneficio?. La prueba mediante PCR detecta RNA del SARS-CoV-2; eso no necesariamente representa infección por el mismo,puesto que restos del virus pueden detectarse en periodos largos (hasta más de 60 días después de la infección). Cuantos más ciclos de amplificación de DNA se necesitaron para obtener el resultado positivo menos cantidad de RNA existe y menor probable es la infección. Por tanto no es lo mismo una PCR positiva obtenida con 5 ciclos de amplificación que una con 40: ¿se tienen en cuenta estos aspectos a la hora de interpretar esas pruebas masivas? Quien las interpreta, ¿conoce suficientemente estos aspectos o sólo valora si es positiva o negativa? Por otra parte si el resultado es negativo puede generar una falsa sensación de seguridad en caso de ser un falso negativo (que los hay) y transmitir el virus con la tranquilidad que da tener un resultado negativo; sin olvidar que puede acabar contrayendo la infección al día siguiente: ¿se van a hacer rastreos masivos cada día? ¿Quién paga la factura de todo ello? ¿O es que siempre será más barata ésta que contratar con sueldos dignos y duración prolongada a verdaderos expertos en el rastreo?

La última moda punitiva es prohibir fumar en cualquier espacio público: ocurrencia gallega de amplia difusión simplemente porque “seguro que ayuda” en esta deriva autoritaria de prohibirlo todo. Pronto vendrá la siguiente, para la cual Simón ya nos va advirtiendo: el cierre casi inevitable de los colegios en septiembre en cuanto haya un solo caso. El artículo de Julie Donahue y Elizabeth Miller en JAMA ya alertaba de los efectos demoledores que tiene para los niños y la sociedad a la que pertenecen el no poder asistir a clase, algo que afecta sobre todo a los más vulnerables.

¿A quién hay que multar? ¿A los que no llevan mascarillas en el monte, a los que fuman un pitillo en un callejón o a los políticos incapaces de hacer lo que tenían que hacer?

Lo poco que se sabe que es útil no se ha hecho en este país: no se ha contratado rastreadores, no se les ha formado, no han reforzado en modo alguno la Atención Primaria, no han realizado los contratos de profesores para reducir el ratio por aula… Es mucho más fácil distraer la atención culpando a jóvenes por salir, a los ancianos por ver a sus familiares, a los fumadores por su fea costumbre .¿Cómo es posible que si buena parte de los contagios se producen ahora en jóvenes cuya irresponsabilidad les lleva a juntarse disolutamente sin mascarilla, la media de contactos por caso siga siendo de 4?

Prohibir, penalizar, castigar es mucho más sencillo que hacer lo que hay que hacer. Pero no resolverá el problema.

2 comentarios:

  1. También habría que buscar un método para conocer la fiabilidad de las PCR. Cuál es el porcentage de positivos asintomáticos que se detecta que no llegan a desarollar la enfermedad? La idea de miles de personas totalmente asintomáticas que van por ahí contagiando sin enfermar jamás se da por buena sin haberla comprovado y da para dudar de la capacidad real de detección de las PCR.

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  2. El Comité de expertos del Gobierno tan auténtico como El currículum de Sánchez y sus promesas de no pactar con terroristas. Vienen tiempos de miseria donde los miserables por un plato de lentejas van a seguir manteniendo a este equipo gubernanental de chupopteros. Quien iba a imaginar que esto tan teórico tomara forma.. .

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