“No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Mario Benedetti. No te salves.
El 1 de marzo de 2025 en un encuentro organizado por el Fòrum Català d'Atenció Primària (FoCAP), Iona Heath dio una conferencia en Barcelona bajo el título de Los favoritos de la fortuna. Esta última semana en el blog del FoCAP se publicaba tanto el texto, como la presentación en power point de la conferencia. Está de más insistir sobre lo que representa Iona Heath no solo en materia de Atención Primaria y medicina de familia sino de lo que es, o mejor debería ser , la atención a las personas que sienten y padecen problemas de salud. No encontrarán en ellos las últimas actualizaciones sobre el tratamiento de la enfermedad de Kawasaki, pero sí orientación y consuelo para realizar el noble trabajo de atender a las personas, de aceptar nuestras limitaciones, de mantener la esperanza frente a un mundo cada vez más decepcionante, de aprender a vivir, en definitiva. Ya señalamos en este blog su último libro John Berger, ways of learning y su planteamiento enormemente provocador, en el que defiende entre los diferentes medios de aprendizaje de la medicina, la importancia de la literatura, poesía, filosofía, o arte, no como pasatiempos o entretenimientos, sino como medios indispensables para ser buenos médicos.
Su conferencia en el FoCAP abunda en la misma línea, armada y construida en torno a una de las grandes poetas del último siglo, la polaca Wisława Szymborska, y de su brillante discurso durante la concesión del Premio Nobel. En aquella ocasión Szymborska reflexionaba sobre el papel del poeta en el mundo, sobre la incomodidad que le produce a éstos reconocer que ese es su trabajo, una ocupación que adolece de “ una lamentable falta de fotogeneidad”, en la que “con la vista clavada en la pared o en el techo, de vez en cuando escribe siete versos, uno de los cuales tacha al cabo de un cuarto de hora”. Nada que ver, escribía Szymborska, con lo fotogénico que resultan las películas sobre científicos de laboratorio, pintores, escultores, o músicos. De la misma forma creo que el trabajo de la medicina de familia se asemeja mucho a la del poeta en su falta de fotogeneidad, a años luz de la de cardiólogos, urólogos, por no hablar de neurocirujanos o trasplantadores de órganos diversos, tipos enormemente “fotogénicos”, que atraen miradas y admiraciones de periodistas deslumbrados por el avance de la ciencia.
En su charla, Iona Heath destaca una parte esencial de aquel discurso de Szymborska: “Hay, ha habido y siempre habrá un grupo de personas a las que la inspiración visita. Son todos aquellos que han elegido conscientemente su vocación y ejercen su profesión con amor e imaginación. Pueden ser médicos, profesores, jardineros... y podría enumerar cientos de profesiones más. Su trabajo se convierte en una aventura continua mientras consiguen descubrir nuevos retos en él. Las dificultades y los reveses nunca apaciguan su curiosidad. De cada problema que resuelven surge un enjambre de nuevas preguntas. Sea cual sea la inspiración, nace de un continuo "no lo sé"…”No lo sé: Una palabra pequeña pero que vuela con alas poderosas”.
En reflexión sobre el discurso comenta Iona: "No lo sé, deja espacio para el pensamiento, la memoria, la imaginación y el aprendizaje, y es lo que nos permite adaptar lo que sugerimos a las esperanzas y vidas de cada paciente diferente a su vez”. Y de la mano ( o los escritos) de Rebecca Solnit vincula la incertidumbre a la esperanza, la esperanza de no saber qué sucederá, puesto que la “esperanza es una aceptación de lo desconocido y lo incognoscible, una alternativa a la certeza tanto de los optimistas como de los pesimistas”.
No todos los que trabajan en la Atención Primaria , ni todos los médicos de familia ni todos los médicos han sido elegidos por la fortuna. Sólo pueden serlo aquellos que enfrentan los reveses y dificultades con curiosidad, expertos y orgullosos de decir no lo sé. Por el contrario, y aunque haya estado siempre presente en la vida, la incertidumbre genera rechazo, asusta, repele. Pero sin incertidumbre, como señala Heath, no existe aprendizaje ni con ello sabiduría.
En unos tiempos en los que se exigen certezas, donde no etiquetar a alguien con un código diagnóstico genera insatisfacción en los pacientes y sospecha de mala práctica en los gestores, donde queremos respuestas inmediatas con solo teclear una pantalla, el ejercicio del “no lo sé” no sólo es algo mal visto, sino sencillamente inadmisible. Máxime cuando la Inteligencia Artificial promete diagnósticos instantáneos ante cualquier combinación de síntomas en cuestión de milisegundos.
La elección anual de plazas MIR y los comentarios de los medios de comunicación al respecto, suponen un excelente ejemplo del tipo de graduados de medicina que las facultades españolas están produciendo, y que no son precisamente personas llamadas a ser elegidos de la fortuna: personas que priorizan especialidades con “calidad de vida”, “sin guardias”, “con oportunidades de ganar dinero en el sector privado”. Eso es lo que están generando las facultades de medicina de este país, públicas y privadas, reconvertidas en academias eruditas de preparación del examen MIR.
Es excesivamente ingenuo, sin embargo, creer que van a encontrar la satisfacción eligiendo especialidades sin contacto real con las personas, con sus pesadeces y malos modales, donde el trabajo consiste en la aséptica interacción con una imagen, una muestra de tejido o un campo quirúrgico. Porque “ estas técnicas tenderán a fallar en cualquier tarea caracterizada por la incertidumbre, la complejidad, la interdependencia y la evolución…”. Iona señala en su conferencia a este respecto el extraordinario trabajo sociológico de Carolina Engen sobre la situación de los médicos en Noruega que dio lugar al movimiento “doctors must live”, una iniciativa a través de Facebook a raíz del suicidio de una médica por razones laborales en uno de los países con mejores sistemas de salud del mundo. En las causas de ese malestar profesional, generado por un sufrimiento latente, hay mucho más que un simple problema de sobrecarga asistencial y que merece ser comentado en otro post. En dicho trabajo Engen concluye: “el desafío no se resuelve adoptando el régimen utilitarista utópico que imagina a los cuidadores humanos reemplazados por algoritmos, tecnología y, en última instancia, robots de bienestar. Esto constituiría una grave incomprensión no solo de lo que es un buen médico, sino también de lo que es una buena vida y, fundamentalmente, de lo que es un ser humano. Por consiguiente, deberíamos resistirnos a los imaginarios biomédicos reduccionistas que afirman que los algoritmos y los robots son epistémica y moralmente. En lugar de aceptar la inevitabilidad de convertirse o ser sustituido por robots, insistiría en la necesidad de reclamar el lugar de la atención, reconociendo que el deseo y la necesidad de atender a los demás es la humanidad en su máxima expresión y una virtud que debe adoptarse y cultivarse”.
Es posible salvarse, y llenarse de calma y reservarse del mundo un lugar tranquilo, y quedarse inmóvil al borde del camino. Pero los que lo eligen no serán elegidos por la fortuna. No disfrutarán nunca de ese privilegio.
Fotografía: cortesía de Elena Serrano
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