miércoles, 30 de mayo de 2018

La lucha contra la inequidad: menos palabras y más inversiones


La equidad aparece en todos los discursos, todas las declaraciones de valores, todas las argumentaciones políticas. Sin embargo son muy escaso los intentos en abordarla de verdad.
El gobierno británico anunció el desarrollo de una estrategia frente a la inequidad en 2003 que definía una serie de objetivos en esta materia a alcanzar en 2010; en ella se incluía la puesta en marcha de una reforma de la Atención Primaria (AP) orientada hacia la lucha frente a dichas inequidades que incluyó en 2006 la reducción de la inequidad en la mortalidad por todas las causas en el Top 6 de prioridades del NHS. Una de las medidas de la reforma de la AP  implicaba la inversión específica en consultas de medicina familiar en comunidades desfavorecidas: en lugar de asignar los recursos de forma igualitaria, se invirtió más donde mayor era la necesidad. Además de ello se realizó un programa específico dirigido a los gestores sobre cómo reducir dichas desigualdades. No era una acción directa para intervenir sobre “las causas de las causas” , pero sí orientaba la gestión sanitaria hacia éstas empleando como instrumento el propio servicio sanitario.
Para comprobar si una medida de esas características es efectiva un grupo de investigadores de las Universidades de York, Toronto y Amsterdam realizaron un estudio publicado en PLOS comparando las tendencias en mortalidad evitable por los servicios sanitarios por niveles de deprivación de los diferentes barrios en un país en la que la inversión en AP se realizó en función del nivel de inequidad ( Inglaterra) frente a otro donde la inversión fue homogénea sin tener en cuenta dicho parámetro ( Ontario, Canadá).En el primer caso se analizaron 32482 barrios, mientras que en el segundo se estudiaron 18961.
Las tendencias en inequidad fueron similares en ambos países en el periodo 2004-6 pero comenzaron a divergir en 2007 que se mantuvo hasta 2011.En comparación con Ontario la diferencia absoluta en mortalidad evitable descendió en 19,8 por 100.000 habitantes del periodo 2004-6 al periodo 2007-11, y la diferencia relativa en ambos periodos fue del 10%.
Por supuesto los autores no descartan la posible influencia de otros factores en esta reducción de la inequidad. Pero parece evidente que tratar de manera diferente a los diferentes ayuda a que no lo sean tanto.
También en España las diferencias entre barrios, provincias y regiones existen. Sin embargo a la hora de la planificación y asignación de los recursos sanitarios siguen predominando los criterios centrados en los ratio de población como si tuvieran las mismas necesidades los ciudadanos de barrios deprimidos como los de renta alta.  En el mejor de los casos se intenta ajustar por la casuística, a menudo sin tener en cuenta que las enfermedades son siempre más frecuentes y más graves allá donde la deprivación es mayor, como ya demostró Venkatapuram.
Por supuesto que reducir las desigualdades evitables no es una tarea fácil. Obliga a realizar intervenciones que van mucho más allá de simples declaraciones en palacios de congresos, interviniendo de verdad sobre los determinantes de tales diferencias. Pero paralelamente es hora ya de reconocer que los profesionales sanitarios que trabajan en dichas zonas no pueden ser evaluados por el mismo rasero que los que trabajan en zonas mucho más cómodas. Que precisan de mucho más tiempo, muchos más recursos, materiales y humanos además de una forma diferente de evaluar su desempeño
De obvio es ya aburrido hablar de que la Atención primaria precisa de un cambio radical para seguir existiendo; para contribuir a que el sistema sanitario vuelva a ser un sistema digno del que sentirse orgulloso. Y ese cambio debe comenzar  por donde más se necesita.

( Gráfica tomada de PLOS)

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