Mañana, 18 de octubre, a las 4 de la tarde ( hora de Baltimore) se celebrará en Bloomberg School of Public Health de la Universidad Johns Hopkins, el acto de homenaje a Barbara Starfield.
Como señala la invitación al acto “ su pasión, inteligencia y sentido de misión han generado un asombroso legado, que tendrá efectos duraderos en la salud de las comunidades a lo largo del mundo y también sobre la nuestra”.
Muchos fueron las aportaciones al conocimiento científico de la profesora Starfield. Pero en este momento yo destacaría dos: en primer lugar, demostrar que los sistemas sanitarios basados en una atención primaria fuerte obtienen mejores resultados en salud con un menor uso de recursos d, en un artículo ya clásico publicado en Lancet en 1994 ( y posteriormente actualizado en posteriores trabajos). De forma complementaria a lo anterior , evaluó también las pruebas existentes respecto a los efectos de la oferta de especialistas en la salud de la población ( The effects of specialist supply on populations’ health: assessing the evidence), en un trabajo clásico firmado con sus colaboradores Macinko y Shi en Health Affairs en 2.005. En él concluía “ dada la fuerza de la evidencia de que tener más especialistas o mayores ratios de especialistas por población no aporta ninguna ventaja respecto a las necesidades de la población, pudiendo además tener efectos adversos cuando la atención especializada es innecesaria, aumentar la oferta de especialistas no es justificable”.
Aunque en España cada vez que se habla de Atención Primaria se utiliza habitualmente su nombre, a menudo se hace en vano: sus posiciones respecto a la atención primaria, la prevención o los modelos de organización supuestamente innovadores, estaban a menudo en las antípodas de las que aplican la mayor parte de las autoridades sanitarias de este país.
Un buen ejemplo es observar la tendencia mantenida en cuanto a distribución de financiación sanitaria entre atención primaria y atención especializada en España en las últimas décadas, descrita magníficamente una vez más por Juan Simó, que lleva toda la década haciendo lo que debería haber hecho hace tiempo alguna de las múltiples entidades públicas que dicen evaluar tecnologías: investigar sobre la distribución de fondos entre los diferentes sectores de la sanidad pública. Lo publicó en el Médico hace unas semanas, y aporta información interesante: por ejemplo, que el periodo 1995-2006 fue especialmente desfavorable en cuanto a financiación para la AP, que la variabilidad en cuanto a la financiación es sustancialmente mayor en AP que respecto a hospitales, o que las comunidades autónomas más ricas gastan menos per capita en recetas y en atención primaria ,y más en atención hospitalaria ( deben considerarlo un signo de riqueza).
Sus conclusiones son relevantes: en primer lugar, demuestra que es posible revertir la inercia a invertir más en hospitales y cada vez menos en Primaria. En esta primer década lo hizo Andalucía y también Cantabria, mientras Canarias y Baleares la disminuían aún más. En segundo lugar que hay comunidades en las que la AP está mejor financiada, incluso comparado con el sector hospitalario ( las dos Castillas, Cataluña, Extremadura y Navarra). Y por último que hay otras comunidades que no solo mantienen a la AP Infra-financiada ( Valencia) sino que incluso discriminan negativamente a la AP en su territorio respecto al sector hospitalario ( Galicia, Asturias, Madrid, y Murcia).
La Conferencia Nacional de Atención primaria (convocada por un gobierno prácticamente en funciones, y retrasada sin justificación durante más de un año), a la que acuden sumisamente organizaciones profesionales y sindicales, en un ejericico de gran imaginación aspira una vez más a que la financiación de la Atención primaria alcance el 25% “ en el medio plazo” ( sic).
Otra demostración más de lo poco que importa la atención primaria a las élites políticas españolas, dedicados con afán a construir hospitales, dotar de equipos de élite quirúrgica en cada hospital ( a menudo sin casuística suficiente como para demostrar su pericia) o vender grandes descubrimientos pioneros en cada telediario. Aunque no haya evidencia alguna de que eso mejore la salud de la población española.
Como señala la invitación al acto “ su pasión, inteligencia y sentido de misión han generado un asombroso legado, que tendrá efectos duraderos en la salud de las comunidades a lo largo del mundo y también sobre la nuestra”.
Muchos fueron las aportaciones al conocimiento científico de la profesora Starfield. Pero en este momento yo destacaría dos: en primer lugar, demostrar que los sistemas sanitarios basados en una atención primaria fuerte obtienen mejores resultados en salud con un menor uso de recursos d, en un artículo ya clásico publicado en Lancet en 1994 ( y posteriormente actualizado en posteriores trabajos). De forma complementaria a lo anterior , evaluó también las pruebas existentes respecto a los efectos de la oferta de especialistas en la salud de la población ( The effects of specialist supply on populations’ health: assessing the evidence), en un trabajo clásico firmado con sus colaboradores Macinko y Shi en Health Affairs en 2.005. En él concluía “ dada la fuerza de la evidencia de que tener más especialistas o mayores ratios de especialistas por población no aporta ninguna ventaja respecto a las necesidades de la población, pudiendo además tener efectos adversos cuando la atención especializada es innecesaria, aumentar la oferta de especialistas no es justificable”.
Aunque en España cada vez que se habla de Atención Primaria se utiliza habitualmente su nombre, a menudo se hace en vano: sus posiciones respecto a la atención primaria, la prevención o los modelos de organización supuestamente innovadores, estaban a menudo en las antípodas de las que aplican la mayor parte de las autoridades sanitarias de este país.
Un buen ejemplo es observar la tendencia mantenida en cuanto a distribución de financiación sanitaria entre atención primaria y atención especializada en España en las últimas décadas, descrita magníficamente una vez más por Juan Simó, que lleva toda la década haciendo lo que debería haber hecho hace tiempo alguna de las múltiples entidades públicas que dicen evaluar tecnologías: investigar sobre la distribución de fondos entre los diferentes sectores de la sanidad pública. Lo publicó en el Médico hace unas semanas, y aporta información interesante: por ejemplo, que el periodo 1995-2006 fue especialmente desfavorable en cuanto a financiación para la AP, que la variabilidad en cuanto a la financiación es sustancialmente mayor en AP que respecto a hospitales, o que las comunidades autónomas más ricas gastan menos per capita en recetas y en atención primaria ,y más en atención hospitalaria ( deben considerarlo un signo de riqueza).
Sus conclusiones son relevantes: en primer lugar, demuestra que es posible revertir la inercia a invertir más en hospitales y cada vez menos en Primaria. En esta primer década lo hizo Andalucía y también Cantabria, mientras Canarias y Baleares la disminuían aún más. En segundo lugar que hay comunidades en las que la AP está mejor financiada, incluso comparado con el sector hospitalario ( las dos Castillas, Cataluña, Extremadura y Navarra). Y por último que hay otras comunidades que no solo mantienen a la AP Infra-financiada ( Valencia) sino que incluso discriminan negativamente a la AP en su territorio respecto al sector hospitalario ( Galicia, Asturias, Madrid, y Murcia).
La Conferencia Nacional de Atención primaria (convocada por un gobierno prácticamente en funciones, y retrasada sin justificación durante más de un año), a la que acuden sumisamente organizaciones profesionales y sindicales, en un ejericico de gran imaginación aspira una vez más a que la financiación de la Atención primaria alcance el 25% “ en el medio plazo” ( sic).
Otra demostración más de lo poco que importa la atención primaria a las élites políticas españolas, dedicados con afán a construir hospitales, dotar de equipos de élite quirúrgica en cada hospital ( a menudo sin casuística suficiente como para demostrar su pericia) o vender grandes descubrimientos pioneros en cada telediario. Aunque no haya evidencia alguna de que eso mejore la salud de la población española.
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