En Francia dos acontecimientos recientes han puesto en
cuestión la confianza de los pacientes en la medicina. El primero tiene que ver
con la demostración de la
existencia de un mayor riesgo de sufrir un accidente vascular por la
administración de los anticonceptivos llamados de 3ª o 4ª generación (
especialmente Diane) en comparación con otros contraceptivos más antiguos. El
segundo está relacionado con el
éxito obtenido en Francia por el libro del profesor Philippe Even sobre el
fraude de los tratamientos contra el colesterol titulado “La vérité sur lecolesterol” ( “no hay ningún ejemplo en toda la historia de los medicamentos de
un patinazo científico y ético semejante, así como de una cascada de engañifas
tan moralmente chocantes”). Even considera al colesterol un enemigo imaginario
a la manera de Molière, contra el cual millones de personas llevan peleando
desde hace años a través de unos medicamentos ( las estatinas) que no sirven de
nada. Se trataría simplemente de “una enfermedad de charlatanes, inventada por
la industria farmacéutica para acumular beneficios colosales”. Esto último
parece difícil de discutir puesto que solo en Francia más de 5 millones de
personas toman estatinas, lo que supone un gasto de 5 millardos de euros ,
aproximadamante una cuarta parte del déficit del seguro de enfermedad ( en el
mundo se calcula que 200 millones de personas toman estatinas con un coste
estimado de 25 millardos de euros).
Martin Winckler ( Marc Zaffran) , el autor de la
imprescindible la Enfermedad de Sachs) reflexiona en su blog sobre semejante
paradoja: el hecho de que cada mañana cientos de miles de personas descubren
que han estado tomando durante años pastillas sin conocer sus peligros o cuya
utilidad no está demostrada , y cuyos efectos secundarios a largo plazo son desconocidos.
Para Winckler llueve sobre mojado tras el inmenso descontrol
que supuso la gestión de la epidemia por el virus de la gripe A (H1N1). Porque
desde hace tiempo vienen siendo denunciadas en Francia los silencios , embustes
y manipulaciones en materia de medicamentos ( de lo cual los trabajos en
Prescrire son buen ejemplo) sin haber tenido hasta la fecha demasiado éxito.
En estas circunstancias ¿es posible
seguir confiando en los médicos? La respuesta para Winckler es simple y
complicada a la vez . La clave de la cuestión no es tanto si su médico le
prescribió en su día un tratamiento hoy controvertido, sino la actitud que
tenga ante esa noticia.
Hay un tipo de médicos en los que un paciente siempre puede
confiar, según Winckler. Son aquellos que escuchan las preocupaciones de los
pacientes y responden de la forma más precisa y honesta posible. Aunque esa
respuesta sea simplemente decir, “ no lo se, pero me voy a informar”. Los que
una vez informados presentan sus argumentos y dejan al paciente tomarse su
tiempo antes de decidir; los que no pasan por alto lo que el paciente ha leído,
sino que lo examina con él; al que no le duelen prendas por revisar sus hábitos
de prescripción si hay pruebas de que pueden no ser adecuadas . Estos
médicos son capaces de generar confianza.
El resto
precisa reciclaje. Este concepto tiene para Winckler dos acepciones: una es la habitual
de ponerse al día; la otra es
cambiar de oficio. Porque “ las responsabilidades de un médico son demasiado
importantes como para dejarlas en manos
de cualquiera”.
(Fotograma de la película La maladie de Sachs de Michel Deville)
No hay comentarios:
Publicar un comentario