Yogi Berra
Según la wikipedia la homeopatía es “ un tipo de medicina alternativa pseudocientífica caracterizada por el empleo de preparados altamente diluidos que, sin diluir, causarían los mismos síntomas que sufre el paciente”. Para su creador, Hahnneman “cuanto mayor es la dilución más potente es el efecto”. A pesar de que su efectividad es, en el mejor de los casos similar al placebo, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad español, decidió regular los productos homeopáticos como si fueran un medicamento más, decisión que ha generado la oposición de cualquier organización o ser humano con una mínima sensibilidad científica. Como muestra pública de esa oposición el próximo día 12 de julio está convocado un interesante evento de sobredosis homeopática en el que “pelotones suicidas” se “inmolarán” públicamente ingiriendo cantidades desaforadas de productos homeopáticos para demostrar la ineficacia de los bebedizos, según cuenta Vicente Baos en su blog.
En cualquier caso la creencia en la fe homeopática parece ampliamente extendida en el gobierno de la nación. Al fin y al cabo la elección de Dª Ana Mato como Ministra de Sanidad no deja de ser un ejemplo más de una filosofía homeopática de la vida, en este caso en el ámbito político.
Siguiendo los principios básicos de la creencia, tal y como fue definida por Samuel Haenneman , la homeopatía en el ámbito político consistiría en el abordaje de los ingentes problemas sanitarios a los que se enfrenta hoy cualquier país poniendo al frente del equipo de gobierno sanitario a alguien cuyo conocimiento sobre el asunto esté profundamente diluido, e incluso sea prácticamente indetectable por cualquier método de evaluación. Bien es cierto que esta corriente tiene larga tradición en el sistema sanitario español, de la cual Celia Villalobos. Trini Jimenez o Leire Pajín son conocidos ejemplos. Pero quizá con la actual Ministra el ejercicio de la política homeopática ha alcanzado su mejor expresión: no solo no se le conoce ningún tipo de formación ni experiencia previa en el sector sanitario previamente a su nombramiento, sino tampoco curso avanzado, gestión de ente alguno, o simple afición al tema para hablar en las tertulias.
A diferencia de los productos pseudo-medicamentosos, la homeopatía política no solo no es inocua, sino que produce graves efectos secundarios tras su aplicación. Imbuida tal vez de la filosofía del gran Yogi Berra ( el de “no puedo concentrarme mientras pienso") la Sra. Mato considera que “el gobierno ha llevado a cabo la reforma sanitaria más ambiciosa de la democracia”. Algo que posiblemente sea cierto, aunque por desgracia esa ambición se limite a expulsar del sistema sanitario al mayor número de personas posible: comenzando por la exclusión de los inmigrantes en situación administrativa irregular, y continuando con los ciudadanos españoles a los que la ausencia de oportunidades laborales les lleva a marchar fuera más de noventa días. Medida infame de la que la ministra homeópata no solo se siente orgullosa, sino que sustenta en una afirmación tan “solidaria” como carente de toda evidencia: “en 2009 cerca de 700.000 extranjeros obtuvieron una tarjeta sanitaria en nuestro país a la que no tenían derecho, lo que supone un gasto de casi mil millones de euros para el maltrecho bolsillo de los españoles”. Situación de la que ella debe considerarse inocente.
Además de distar de ser inocua, la homeopatía política es infecciosa: solo así se explica que el antiguo dirigente de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, sea capaz de decir que “el actual equipo ministerial ha hecho en dos años todo lo que no se había realizado antes”.
Es cierto. Nunca se había demolido con tal intensidad un sistema que llevó décadas construir. Poco importa si la propia Comisión Europea considere ilegal excluir a los emigrantes sin papeles. La política homeopática es inmune a la argumentación lógica
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