miércoles, 19 de noviembre de 2014

Compromiso

“La investigación es el opio de la medicina…Con ello quería expresar mi desazón por el hecho de que la medicina actual valora más al médico que investiga y publica en revistas científicas que aquel que proporciona el mejor trato humano y la mejor competencia técnica a sus pacientes. Y es que, a veces, tendríamos que recordar que los hospitales existen porque hay pacientes, y que los pacientes no son meros sujetos de investigación sino personas enfermas. ¿No es más importante el enfermo que la enfermedad? A veces, solo algunas veces, tengo la sensación de que mis colegas se olvidan de que la relación médico-pacientes es fundamentalmente un encuentro entre personas, donde una parte aporta el conocimiento y la experiencia en el tratamiento de enfermedades y de enfermos, y la otra aporta el conocimiento y la experiencias asociada al hecho de estar enfermo”
Cáncer. Biografía de una supervivencia. Albert Jovell.2008


Dentro de una semana se cumplirá un año de la muerte de Albert Jovell, una de las personas más lúcidas que ha tenido el sistema sanitario en las últimas décadas, de la que pude aprender muchas cosas, en lo profesional, pero sobre todo en lo personal, en lo que tiene que ver con la simple experiencia de vivir.
El viernes pasado, en  la 11 Reunión Científica de la Asociación Española de Evaluación de Tecnologías Sanitaria, una de las mesas estuvo dedicada a su memoria con la participación de Miquel Vilardell, Jordi Gol, Milagros Pérez Oliva y Vicente Ortún. No son nada fáciles este tipo de actos de homenaje, pero los cuatro supieron encontrar el equilibrio entre el recuerdo a la persona y la revelación de lo que supo aportar durante su vida,  y sigue estando bien presente para todos aquellos que quieran aprovecharlo.
Jovell era doctor en medicina y en sociología y además había hecho el Máster en Salud Pública de Harvard. Méritos insuficientes para poder encontrar trabajo cuando regresó a España ; ya se sabe que Roma no paga traidores, de esos que se van fuera y luego quieren que al volver le tengamos en cuenta lo que han aprendido.
Ortún contaba que , aunque sus méritos eran sobrados para poder trabajar en el departamento de Sociología de la universidad, la realidad es que la cultura endogámica de ésta hacía imposible tal opción. Además su factor de impacto dejaba bastante que desear, algo que siempre le importó más bien poco ( un día me comentó que pensaba que se conseguía cambiar más cosas escribiendo una columna en Diario Médico que publicando un articulo en el New England).
A diferencia de España y nuestra cultura de la sumisión al cátedro y puntajes matemáticos para valorar la competencia de la gente, en Estados Unidos se puede llegar a Decano de la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins University ( quizá la mejor del mundo) sin apenas publicaciones, como comentó Ortún a propósito del caso de Donad Henderson. El factor de impacto de éste era también exiguo pero había participado activamente en la erradicación de la viruela, algo que a los evaluadores de Hopkins si les parecía mérito suficiente. A la Universidad española nunca se lo hubiera parecido, como bien demostró prohibiendo hace unos años que Barbara Stafield , la mayor referencia de la historia en el campo de la Atención primaria, pudiera participar en un tribunal de tesis por no ser doctora, algo que no le impidió en modelo alguno ser la Directora del departamento de Health Policy and Management de Hopkins.
La casta líquida no solo afecta al sistema sanitario sino que impregna como el chapapote cada rincón de los departamentos universitarios. Una cultura que fomenta la progresión de los mediocres, y el recelo y el desprecio a los que vienen de fuera solo por el hecho de no pertenecer a la casta de los que siempre estuvieron allí.
Jovell consideraba que reduciendo salarios y pagando sueldos de miseria era imposible mantener el estado de bienestar que tanto nos costó conseguir. Y  fue de los pocos que convirtió el compromiso en algo más que una palabra vacía a colocar en la declaración de valores que todas las instituciones cuelgan en sus paredes pero que ninguna aplica. Una semana antes de morir su hermana le preguntó por qué no dejaba ya de luchar, de perseguir y llamar por teléfono a unos y a otros. Jovell contestó diciendo que de sus gestiones dependía poder asegurar un año más de trabajo a su equipo. Habría que ver cuantos estarían dispuestos a seguir peleando hasta el final, sabiendo que nada de lo que hagas  te supondrá ninguna clase de beneficio. Poco cambiarán las cosas mientras sigamos sin cultivar esa virtud tan rara que se llama compromiso.

4 comentarios:

  1. Magnífica la reflexión sobre quién es un buen médico.
    Nadie duda de la bondad de investigar y de publicar los hallazgos obtenidos, pero se puede ser un magnífico médico sin haber publicado nunca nada o al revés. Si me sitúo del lado del paciente, yo querría para mí un médico que supiera diagnosticarme y tratarme y que lo hiciera con todo lo que, además del saber técnico, imprescindible, supone ser un buen médico: no sólo ciencia sino ese viejo arte que supone saber escuchar, saber mirar y, algo importantísimo, saber decir. Esa mezcla peculiar, que implicaba lo que en tiempos se llamaba vocación, un tanto misteriosa. Dicho esto desde fuera de esa vocación (no veo enfermos), con lo cual mi perspectiva sobre la Medicina tiene el riesgo de vacuidad en no pocas ocasiones; quizá también ahora. Pero lo que menos me preocuparía como paciente es la cantidad de publicaciones de quien me atienda.
    Lo que sí veo es que, desde una aspiración legítima por hacer una carrera profesional, se ha dado la perversión de confundir el hacerse médico con hacerse científico de la Medicina. La medicina precisa un saber científico; eso es una obviedad sólo discutible desde la pseudociencia, pero no debiera valorarse en exceso el curriculum basado en publicaciones. Porque ocurre, además que, no sólo en Medicina, también en la Ciencia en general, el tristemente célebre “publish or perish” supone lo peor para la propia ciencia desligando de la actividad investigadora el elemento lúdico y, sobre todo, la calma precisa para investigar y reproducir resultados (la buena repetición esencial al método científico y que frecuentemente brilla por su ausencia). De este modo la ciencia torna en cientificismo y nada peor para la ciencia que esa obsesión métrica que confunde saber con publicar. Lejanos son los tiempos de Gauss, para bien pero también para mal. Tenemos una hiperinflación de artículos pero seguimos con muy pocos avances realistas en los grandes problemas como el cáncer.
    Se comenta aquí el caso de Barbara Stafield, a la que se le impidió formar parte de un tribunal por no ser doctora. Eso indica el nivel de burocracia estúpida en el que estamos inmersos, especialmente llamativo en una época en la que las propias tesis doctorales han sufrido una degradación inimaginable hace algunas décadas. Basta con ver las que se hacen a día de hoy en algunas facultades de Medicina (o de Ciencias de la Salud, término curioso donde los haya). Y si las tesis se han degradado, ya no digamos el cuerpo docente universitario en donde proliferan paniaguados.
    Estamos perdiendo el norte. El desprecio de la atención primaria en la visión hospital – céntrica, la industrialización de procesos diagnósticos y terapéuticos y la admiración idiota por quien tiene muchas publicaciones (generalmente desde esa mesocracia que comentas y usando artificios como las “salami publications” o el célebre “ghostwriting”) sólo puede conducir a lo peor. Las consecuencias de esa miopía en términos de morbi-mortalidad son sobradamente conocidas.
    Parece que de EEUU sólo atraen en nuestro país las películas, las coca-colas y las hamburguesas. No tantas cosas que allí hacen bien, tanto en Medicina como en Ciencia e incluso en el terreno humanístico, en caída libre aquí en estos momentos.

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    1. Que bien describes Javier la diferencia entre la medicina y la ciencia de la medicina. Pocos saben más en ese aspecto que tu.Las dos son esenciales . El problema aparece cuando se considera que deben ir siempre en un paquete conjunto, que no se puede ser buen médico sin publicaciones en el lancet. Ya he comentado otras veces en el blog todo lo que aprendí del coordinador de la formación de residentes de medicina de familia cuando hice la residencia en el ramón y Cajal en Madrid. Una persona con escasas publicaciones pero al que todos buscaban en el hospital cuando tenian un familiar enfermo
      Sin embargo para vanzar en la carrera profesional en algunas comunidades autónomas incluida la mia, establecieron como imprescindible para progresar publicar en revistas de impacto o participar en proyectos de investigación nacionales o internacionales. Como si un médico en un lejano pueblo tiene las mismas opciones que el profesional de un servicio hospitalario altamente tecnificado con multiples lineas de investigación abierta
      Si, aprendemos solo lo malo y nunca lo bueno que hay fuera

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  2. Pienso que tienes mucha razón y aunque creo que la investigación es fundamental he sentido a veces que para muchos se trata de publicar por publicar, de figurar, de sumar puntos en el currículo y poco más, también se perjudica mucho a la verdadera investigación así, no?

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    1. Claro que si Susana. A si se perjudica sin duda a la verdadera investigación. No hay más que ver la reiteración de publicaciones y proyectos concedidos a muchos investigadores en función exclusivamente del nombre y de donde trabajan. Un saludo y muchas gracias por tu comentario

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