Uno de
los libros del año en Inglaterra es This is going to hurt you (Esto te va a doler)
de Adam Key, en el que transcribe su diario desde que comienza su residencia en
Obstetricia y Ginecología hasta que abandona la profesión cinco años después.
Aparece en la lista de los libros más vendidos, se publicita en las paredes del
metro y se analiza en las páginas de todos los periódicos
Por los
comentarios publicitarios parecería que estamos ante otro libro de
chascarrillos de residencia, resultado de las mil y una anécdotas que todos
hemos vivido en ese periodo imposible de olvidar: “observo que cada paciente en la sala tiene una frecuencia cardiaca de
60 por lo que subrepticiamente compruebo la técnica de medida del auxiliar:
detecta el pulso del paciente, mira su reloj y de forma meticulosa cuenta el
número de segundos que hay en un minuto”. Hay mucho de eso en el libro,
desde la inagotable imaginación de la humanidad para introducirse objetos por
cada orificio de su cuerpo (ncluido el huevo Kindle), a los inauditos síntomas de algunos pacientes (“mejora
en la audición y el dolor de brazo mientras se orina”).
Pero
conforme se avanza, el libro comienza a volverse cada vez más oscuro. No hay
aspecto del entorno sanitario que no sea puesto en evidencia con la precisión
de un relojero: empezando por el acceso a la carrera ( “ en la que para ser
médico/a uno debería ser miembro de la selección de algún deporte, coordinador
de programas de refugiados y cerebro matemático a la vez), siguiendo por el
vergonzoso abandono de los pacientes por parte de los adjuntos en cuanto llega
la noche (muy ilustrativa esa aparición en la medianoche del jefe de guardia por
la urgencia rodeado de cámaras de televisión diciendo al pobre residente que le
llame ante cualquier duda, pero dándole la orden de que no lo haga bajo ningún concepto
en cuanto se apaga la cámara), y acabando con el silencio hipócrita de administraciones
y organismos profesionales ante la ausencia de garantía en la actualización ( “
un médico puede recorrer el tiempo entre su graduación y su jubilación sin
nadie compruebe si sabe cómo se pone una inyección”), la inmensa burocracia, o la
ridiculez del lenguaje “políticamente correcto” ( como cuando le recriminan por
llamar a alguien paciente en lugar de cliente, a lo que un compañero suyo responde:
“estupendo, como en el negocio de la prostitución”).
Key
denuncia de forma corrosiva “el fuego generalizado de los políticos sobre los
profesionales sanitarios”, reflejando un NHS destrozado por políticas de acoso y derribo
sistemático en la última década: desde las condiciones de las infraestructuras
( como cuando refleja la opinión de una persona sin hogar, que prefiere estar
fuera que dentro del hospital de la suciedad que tiene), a las de los
trabajadores (sueldos más bajos que los supervisores de McDonald, colapso
regular de las consultas, continua reducción de personal acumulando el trabajo en
los que quedan, renuncia frecuente a la vida personal para mantener las
obligaciones profesionales); un clima general que acaba generando una continua
sensación de estar poniendo en peligro permanentemente la vida de la gente, el
riesgo inminente de catástrofe.
El Dr.
Key vivió una de ellas: no fue ningún tipo de negligencia, fue simplemente la
impotencia de poder atender adecuadamente a su paciente con el resultado final
de que tanto ésta como su hijo fallecieron en el parto por una placenta
previa: una circunstancia excepcional pero que, por desgracia, puede ocurrir. Adam
Key colgó la bata, harto de un sistema que ni siquiera le permitió digerir la
muerte de dos de sus pacientes en sus manos. Ahora escribe
guiones televisivos. Echa en falta a los colegas, la gente y la sensación de
llegar a casa sabiendo que lo que hacía era algo valioso; pero lo peor que
puede ocurrirle es que su ordenador no funcione o que su comedia no tenga la
cuota de pantalla prevista Su caso no es una excepción: ya señalamos aquí que
el 45,5% de médicos británicos que abandonaron la profesión tenían menos de 50
años.
Es
importante que un libro semejante pueda ser leído por la población y ocupar espacio
en los medios de comunicación: porque la asistencia sanitaria es todo menos un
trabajo fácil, en el que cada día está en juego la vida de innumerables personas,
y que, por el contrario, está sometida a un menosprecio y maltrato brutal por
parte de los responsables de facilitar ese trabajo, tan complejo, en unas
condiciones mínimamente dignas.
El ex
Doctor Key acaba su libro con una carta abierta al Ministro de Salud Británico,
Jeremy Hunt, que transcribo a continuación:
“ Sr. Ministro de salud: Roger
Fisher fue un profesor de derecho en laa Universidad de Harvard que sugirió en
1981 que debería implantarse los códigos nucleares americanos en el corazón de
un voluntario. Si en algún momento el Presidente quería presionar el botón rojo
y matar a cientos de miles de personas inocentes, primero tendría que coger un
cuchillo de carnicero y abrir el pecho del voluntario por sí mismo; así quizá
se daría cuenta de primera mano lo que significa matar y comprender las
consecuencias de sus acciones. Posiblemente el Presidente nunca apretaría el
botón si tuviera que hacer algo así.
De
forma similar usted y todas las personas que le sustituyan deberían hacer algunas
guardias junto a los residentes y los médicos más jóvenes. No haciendo las
cosas que hacen habitualmente, donde un Director Gerente le muestre la nueva
sala que parece una estación espacial. No: realizar por ejemplo un tratamiento paliativo a
un paciente terminal, cuidar a una víctima de un traumatismo grave después de
la amputación de una de sus piernas; ayudar en el parto de un niño muerto. Porque
reto a cualquier ser humano, incluso a usted, a conocer lo que el trabajo
realmente implica y como cuestiona la motivación de cualquier médico.
Si econociera todo ello, entonces podría comenzar por aplaudir su trabajo, por
estar orgulloso de ellos, por mostrarse humilde ante ellos, estando eternamente
agradecido por todo lo que hacen.
La forma
en que ustedes tratan a los médicos jóvenes no funciona. Le sugiero encarecidamente
que busque una segunda opinión”
Key define
como guerra la estrategia que sigue su gobierno en los últimos años. Una guerra
latente. Al menos en algunos lugares se están dando cuenta de ello
Soy Psicólogo con formación especializada en rrhh y con alguna formación en gestión sanitaria, y aunque mi vocación siempre fue el campo de la psicología aplicada a la gestión de equipos de trabajo, quiero aprovechar su ilustrador y revelador post para lo que quizás pueda ser una muestra más de esa <>. Al igual que yo, estoy convencido que otros muchos colegas, sí con vocación clínica, se preguntan por qué es tan bajo el ratio de plazas PIR en comparación por ejemplo con el ratio de MIR, obviamente no es comparable la amplitud de especialidades, FEA, pero sí existe una explícita demanda por parte de los propios médicos de atención primaria sobre lo conveniente de incrementar el número de profesionales de la psicología, ya que muchos de sus pacientes los síntomas que presentan son emocionales, debido a problemas de trabajo, familiares, de pareja, de autoestima, de soledad... ante lo que solo pueden actuar recetándoles la correspondiente pastilla. ¿No sería más efectivo e incluso eficiente ampliar ese servicio de asistencia emocional? Claro, supongo que eso sería contrario a las latentes directrices marcadas.
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