Sin un presupuesto
que lo respalde ninguna prioridad sanitaria es real: es solo una entelequia,
una carta a los Reyes Magos, una declaración de meras intenciones…
Cuando
se formula esa manida y ya muy cansina afirmación de que un sistema sanitario
basado en Atención Primaria alcanza mejores resultados en salud y equidad a un
menor coste se suele “olvidar” la segunda parte de la sentencia que tan
lúcidamente formuló Barbara Starfield: la Atención Primaria que consigue esos
resultados no es cualquier Atención primaria, no basta el nombre, sino que es
aquella que es accesible, que atiende todos los problemas de salud de los
pacientes, que coordina toda la asistencia que se presta en el sistema sanitario,
y que da atención centrada en personas y no en enfermedades cónicas “interesantes”
desde la cuna a la tumba ( o mejor dicho a la cuña, porque cada vez se acompaña
menos en los últimos momentos).
Si no
se cumplen esos cuatro atributos la Atención Primaria falla, no funciona, es indiferente
que exista.
Por eso
a la pregunta de cuál es el porcentaje de gasto sanitario que debe asignarse a
la AP es ridículo entrar en el debate de si debe ser el 10, el 20, o el 50%.
El
primer indicador claro que nos aproxima a la cuestión es si al menos ese
porcentaje se mantiene estable o crece cada año (algo que debería ser una
exigencia puesto que todos los sistemas priman el gasto hospitalario, con las
consecuencias que comentábamos en el último post)
Pero el
indicador más importante de si el gasto en AP es el adecuado o no es analizar
si cumple o no con sus atributos. Y siempre que no lo cumpla el porcentaje será
insuficiente.
Cuando
los pacientes son atendidos cada 4 minutos (como en Andalucía y otras
comunidades autónomas) y se atienden 75 pacientes en un día, nadie en su sano
juicio puede pensar, y menos decir, que se está prestando una Atención Primaria
de calidad; cuando no se sustituye a un médico de baja, o de curso o de
vacaciones, y se derivan sus pacientes al médico de la puerta de al lado, como
si fueran batidos que hay que envasar, no puede defenderse que el gasto en AP
es el adecuado; cuando se fomenta el cambio continuado de médico de referencia (con
contratos de horas que concluyen el viernes para volver a comenzar el lunes), con
continuados procesos de acoplamiento, movilidad interna , traslado y vuela a
empezar, no puede afirmarse que le preocupa a un servicio de salud la continuidad.
De
nuevo los datos de Juan Simó son muy ilustrativos: cuando se observa que el
crecimiento de médicos de familia pasó de un índice de 100 en 2004 a 113,16 en
2013, mientras que el de médicos hospitalarios pasó de 100 a 163,7 ¿Puede
justificarse esa diferencia y seguir diciendo que la Atención Primaria es el
centro del sistema?
Eso tan
despreciado por los políticos de todo signo y color, por los “comunicadores” de
todo medio y formato, eso que sucede cuando una persona escucha y otra comunica
su preocupación, su dolor, su tristeza, es el instrumento esencial en Atención
Primaria, el más valioso, rentable y necesario en un sistema sanitario; es el
equivalente al ecocardiógrafo para el cardiólogo, el endoscopio para el
digestivo, la Resonancia Magnética del neurocirujano
Ninguno
de ellos toleraría que le presionaran para aumentar su productividad,
obligándoles a realizar su trabajo sin contar con los instrumentos que
consideran esenciales; los profesionales de la AP españoles, sin embargo, sí. En
Reino Unido el Royal College of General Practitioner exigió en 2015 8.000
nuevas plazas solo de médicos generales. Aquí aún estamos esperando la exigencia
al respecto de sociedades científicas y colegios profesionales.
Cualquier
político se sonrojaría al comprobar que sus especialistas carecen del
instrumental que en cambio tiene la comunidad autónoma de al lado: si no es sí,
¿por qué compiten todos por tener su propia unidad de cirugía cardiaca o de
trasplante hepático? Y sin embargo les trae sin cuidado que la atención más
determinante (la que podría suponer que personas que necesitan atención
altamente especializada no la reciban y que otros sin trastornos de ningún tipo
acaben enfermos por intervenciones sanitarias innecesarias y dañinas) sea
realizada de cualquier forma, como si en vez de a personas se estuviera
atendiendo a corderos.
El
algodón no engaña a la hora de comprobar si el azulejo está sucio: para
comprobar si la inversión en AP es suficiente basta por pasarse por un centro
de salud y ver lo que ocurre.
HOla SERGIO, primero felicitarte por la entrada. Soy médico de familia con unos 20 años de ejercicio, cuando veo esas gráficas que apuntas, me asalta la duda. Es posible que lleven razón nuestros gestores, es posible que aumentando la inversión en hospital y disminuyendo la de AP , se disminuya la mortalidad y morbilidad . Sería interesante leer informes sobre cómo han variado estos parámetros desde 2008 hasta la fecha, seguramente ambos habrán disminuido ( modo irónico activado ) con lo que invitaría a que suprimieran la atención primaria por completo y solo financiaran el segundo nivel. Un saludo
ResponderEliminarEstimado Sergio, hace unos dias daba una sesion en mi centro de salud y comenzaba con una reflexion sobre este asunto. Es indigno el tiempo que nos dan en las agendas (pongamos que hablo de Madrid)para cada consulta. El veterinario de mis perros les dedica mucho mas tiempo que yo a mis pacientes. La herrameinta principal del medico de familia son las palabras y el tiempo para utilizarlas. Esa infrafinanciacion cronica que muestra el grafico se manifiesta en las consultas con deterioro en la atencion igual que un cuarteto de cuerda interpretado por un trio no suena igual... (Baumol). Recuerdo un antiguo post tuyo sobre como cocer ranas. Un abrazo.
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