viernes, 12 de marzo de 2021

La extinción: I. Los hechos

 

 


“Mi madre cumplió 90 años en febrero y estaba bien. Un día empezó a temblar y se cayó. Ahí empezó todo. Avisé al médico de cabecera y la visitó. Nos dijo que estaba bien. Mi madre le dijo que tenía dolor en zona lumbar y el médico le dijo que tenía que andar, pero mi madre no podía andar. Mi madre no mejoraba y en marzo nos dijeron que ya no podíamos ir a consulta. Llamábamos por teléfono y nos decían que le pusiéramos parches para el dolor y pastillas. Pero cada vez iba a peor y como el médico no venía a casa, la derivó al hospital. El médico nos dijo que iban a procurar que no tuviera dolor el tiempo que le quedara y pensamos: “¿Pero ya la dan por muerta?”. Solo venía la enfermera a hacerle las curas una vez a la semana, que nos atendía muy bien, y el resto de los días lo hacíamos mi hermana y yo. Hemos sido sus enfermeras, 24 horas al día. En abril, cuando estaba mucho peor, venían tres veces a la semana, pero el resto del tiempo éramos nosotras quienes la cuidábamos. Seguía sin poder hablar con el médico por teléfono y el enfermero me decía que ya no sabía qué mandarle. Nos mandaban parches para el dolor sin hacer exploraciones ni pruebas. En abril, cuando se acostaba, mi madre lloraba y tenía un dolor y un sufrimiento… En mayo volvió de su baja el médico de mi madre y le pedimos que la visitara, vino dos o tres días después. Repasó lo que tomaba, le quitó mucha de la medicación y le mandó otra. El 22 de mayo la llevamos a urgencias porque estaba como en coma, no se movía. Pasamos allí toda la noche y a las nueve de la noche le dieron el alta. Al día siguiente la volvimos a llevar y estuvo tres semanas ingresada. A la primera semana le quisieron dar el alta, pero yo pregunté: “¿Cómo le vais a dar el alta?”. Tenía una sonda, los riñones no le funcionaban, el corazón infartado, y me dijeron que para lo que había ido ya estaba bien. Vino otra doctora y dijo que tenía que seguir ingresada. El 13 de junio falleció. Fue un sufrimiento contante desde febrero. Desde entonces hasta junio solo tuvo dos visitas del médico en casa. ¿Por qué ahora en la pandemia, cuando más se necesita la atención, estamos así? Un poco más de humanidad es lo único que pido. La gente mayor ha estado sosteniendo a la familia, solo pido que se les haga más caso".

María, Castilla La Mancha.

 

"La queja que yo tengo es que no nos ven. No me siento bien con esa forma de atender, un médico tiene que ver al paciente, ahora no te ven la cara, los brazos, las manos. En esta situación yo querría ver a mi médico para poder explicarle lo que me pasa, porque por teléfono a veces se te olvidan las cosas. Quiero que mi médico me cuide"

Luisa, Castilla la Mancha

"Llega un momento que si no tienes ayuda no puedes, ellos te obligan a dar un móvil pero mi madre no tiene un móvil. El sistema se tiene que adaptar a la persona, no a lo que se quiere que las personas hagan. Sientes impotencia. En plena crisis de la pandemia, mi hermana y yo decíamos: “Si mamá se pone mala ¿qué hacemos? No vendrá nadie, ni la atenderán”

Dolors, Cataluña

"Cuando mis pacientes me cuentan sus no despedidas de su gente es terrible, el no poder hacer despedirse de un ser querido, el que te entreguen unas cenizas sin despedida ni duelo... esto es una obligación social para los dolientes, pero no hay psicólogos que los atiendan. Vamos a pagar esto por mucho tiempo. Necesitamos más psicólogos que acompañen el duelo”.

Maria Luisa, médica. Castilla La Mancha

 “La violencia de género se ha escondido detrás de la pandemia, ha habido mucha más de la localizada, estoy convencido. La única manera de detectarla es el cara a cara con las personas, es cuando eres capaz de detectar pequeños matices, y eso lo estamos perdiendo con la consulta telefónica”.

 Raúl Calvo, médico de Castilla-La Mancha.

Estos son los hechos. Solo cinco muestras de las múltiples que incluye el informe de Amnistía Internacional La Otra pandemia, entre el abandono y el desmantelamiento: el derecho a la salud y la Atención Primaria en España, que ruego encarecidamente que la lean entera ( entre otras cosas porque pocas evaluaciones independientes más van a poder leer). Las conclusiones de este informe comienzan así:

“El sistema de atención primaria en España ha sufrido dos pandemias. La primera, la de la COVID-19. La segunda, la gestión llevada a cabo por las autoridades centrales y autonómicas, que ha adolecido de falta de planificación, inversión y transparencia para afrontar la primera”.

Mañana se cumple un año de la declaración del estado de alarma en España como consecuencia de la pandemia Covid-19. Hace más de siete meses solicitamos una evaluación independiente de la gestión de la misma a la que las autoridades del gobierno central y todas las comunidades autónomas respondieron con el más absoluto desprecio. El “gran Illa” debe aún estar riendo de aquella tremenda muestra de atrevida ingenuidad. Afortunadamente Amnistía Internacional (AI) sí la ha realizado:. AI es una Organización que trabaja por “el derecho a la verdad, justicia y reparación de las víctimas de graves abusos”, defendiendo a las personas migrantes y la dignidad de las personas pobres, así como a las víctimas de la violencia a manos de los Estados. No estamos hablando de un lejano país africano en este informe; estamos hablando de España.

La contundencia del informe es demoledora: describe con fiabilidad y precisión la terrible demostración de abandono, maltrato y desprecio de todas y cada uno de los gobiernos regionales dde este país hacia la Atención Primaria.

Se atribuye al físico y matemático británico William Thompson Kelvin el aforismo reiteradamente utilizado de que “Lo que no se define no se puede medir, lo que no se mide, no se puede mejorar, lo que no se mejora, se degrada siempre”. Aunque buena parte de lo que realizan los servicios sanitarios es intangible, el informe de AI describe bien lo ocurrido en la AP en este año miserable: nunca se definió que debía hacer ( y lo que era competencia de otros), por supuesto jamás se midió nada, y la imposibilidad de mejora alguna condujo irremediablemente hacia la completa degradación.

Nada mejor que la declaración de Clara Benedicto para resumirlo:

“Los profesionales de atención primaria, cada uno a su manera y en su contexto, estamos rotos. La atención primaria ya estaba forzando, pero sostenía el trabajo porque tenía algunos alicientes, principalmente la esperanza de mejorar y el vínculo con las personas a las que atendemos. Todo eso se ha roto. Nos hemos sentido muy maltratados y desoídos. El ambiente ahora es de desolación y de enfado y de desesperanza. Los días que descanso tengo pesadillas con el trabajo. Antes de ir a trabajar tengo ansiedad anticipatoria. Esto les pasa a casi todas mis compañeras.

Tengo la sensación horrible de que en los momentos de mayor estrés dejo de ver personas, de que es trabajo que hay que sacar adelante...Me estoy convirtiendo en un tipo de profesional que no quiero ser. He pedido una excedencia. Hasta ese punto he llegado. Muchos lo están pensando”

3 comentarios:

  1. Pocos comentarios hay que hacer a estas relfexiones tan demoledoras como ciertas.

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  2. Es muy correcto todo lo expresado y muy mejorable o recuperable lo perdido. Pero también es cierto que, desde un punto de vista hospitalario, sobretodo desde la Geriatría y Medicina Interna, se nos están poniendo cada vez más difíciles las condiciones de trabajo y las opciones de ser útiles. Tanto desde la demanda (nos piden lo imposible en edades muy avanzadas con enfermedades crónicas muy evolucionadas y sin solución), como desde la oferta (escaso apoyo domiciliario que implica ambulancia y hospitalización evitable o residencia geriátrica por dificultad de cuidados). Hace unas décadas era impensable que un octogenario grave ingresara en cuidados intensivos o que tantos nonagenarios y centernarios falleciesen en los hospitales con sondas, tubos, vías venosas y escaso acompañamiento. Actualmente me siendo desbordado por la croniciddad, pluripatología y polimedicación (interacciones, efectos adversos). Mis informes de alta hospitalaria ya empiezan a ocupar hasta 5 folios por las 2 caras. Revisar sólo los antecedentes de un ingreso hospitalario nuevo me puede llevar hasta 4 horas. La presión para realizar pruebas y tratamientos futiles es enorme. Se prolonga en exceso la mala calidad de vida.

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  3. Resulta curioso y paradójico que, a pesar de este panorama desolador crónico de la AP y de la falta de recursos para atender a los enfermos crónicos, la prioridad sanitaria en España sea sacar adelante la Ley de la Eutanasia, con prisas y sin consenso con los profesionales.

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