El malestar de la profesión médica no está limitado a un continente, país o modelo sanitario. Se mire a Reino Unido, Estados Unidos, Latinoamérica o Europa un profundo sentimiento de irritación y traición crece cada año entre los médicos. Una visión superficial del fenómeno lo achacaría a la siempre creciente demanda de más salarios y menos trabajo. Por desgracia creemos que el problema es mucho más complejo. A partir del extraordinario trabajo de Caroline Engen ( que ya comentamos en este blog), Iona Heath y el autor de este blog publicamos en el British Medical Journal un artículo el pasado miércoles 17 sobre ello , que afecta de manera especial a la gente más joven (¿Qué está haciendo la sociedad a los jóvenes médicos?).
Los países de ingresos medios y bajos padecen un problema endémico con la profesión médica: el coste personal y económico de realizar los estudios de medicina lleva a los que lo consiguen a buscar la forma más rápida de recuperar la inversión realizada, lo que significa su concentración en las grandes ciudades de dichos países ( donde más fácil es alcanzar salarios altos), abandonando a su suerte a las personas que viven en lugares lejanos, pobres o de especial violencia. Y en cuanto hay posibilidad, se busca la salida a los países de ingresos altos generando una auténtica sangría de recursos humanos para sus países (brain drain).Pero en el otro extremo del espectro, los países más ricos, el hartazgo de los médicos con el ejercicio de la profesión alcanza niveles nunca vistos. En el estudio de la Commonwealth Fund del año pasado ( club exclusivo que sólo incluye a Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Países Bajos, Alemania, Francia, Suecia y Suiza) el porcentaje de los médicos de Atención Primaria mayores de 55 años que pensaban dejar de ver pacientes en los próximos 3 años superaba en todos ellos el 40% (salvo Australia y Países Bajos que andaban cerca), llegando al 67% en Reino Unido. En los menores de 55 el porcentaje alcanzaba el 10% en la mayor parte de ellos, alcanzando de nuevo el 20% en Reino Unido. En otro de los países en la cima del desarrollo, Noruega , el suicidio de una residente por las circunstancias en que ejercía su trabajo generó un movimiento de reflexión profesional sobre el sufrimiento de los médicos (Doctors must live) que dio origen al trabajo de Engen. El fenómeno de decepción, agotamiento, renuncia y huida de los médicos es común a casi cualquier país
Engen centra precisamente su análisis en el sufrimiento: primero porque es necesario un alto nivel de sufrimiento para que alguien abandone la profesión que voluntariamente eligió, máxime si dicha profesión es tan exigente como la carrera de medicina y sus especializaciones. Y segundo porque teóricamente el alivio del sufrimiento se encuentra entre las razones de ser de dicha profesión. Pensar que todo ello se debe a la búsqueda de más salario y la espiral interminable de reivindicaciones frente a los gobiernos de turno es demasiado simplista. La reciente situación de fenómenos de protesta y huelga en países como Francia, Reino Unido o España, con modelos sanitarios muy diferentes y condiciones de trabajo tan distintas, pone de manifiesto que el problema es mucho más estructural, casi existencial. En todos ellos la irritación hacia sus respectivos gobiernos supera una mera demanda salarial, y tiene que ver con el sentimiento de abandono, desesperanza y traición percibida por buena parte de los médicos en el ejercicio cotidiano de su trabajo. Y la desmoralización crece conforme las condiciones laborales se deterioran cada año.
Una primera mirada, superficial, consideraría esta situación como recurrente, la continua demanda de los médicos de más dinero, más estatus, más poder. Pero si se mira con más detenimiento se observa que ya sea en la urgencia, la consulta de Atención primaria, el quirófano o la guardia, el sentimiento dominante es de extenuación, de agotamiento, no ocasional sino continuado y creciente, derivado de una necesidad de sobreproducción y de respuesta a cualquier demanda o requerimiento ( ya sea de pacientes o autoridades) frente a la que no sólo no hay posibilidad de cuestionamiento, sino que además se acaba aceptando como inevitable, como describía Han en su sociedad del cansancio. Cuando ,además, buena parte de esa demanda de trabajo no está directamente vinculada a la atención a la persona enferma, sino a ese “perimundo” creado alrededor de la medicina basado en indicadores, objetivos, acreditaciones y programas, de utilidad más que discutible.
En casi cualquier sistema sanitario se tiende a considerar cada vez más el ejercicio de la medicina como una actividad más, estandarizable, simplificable, abaratable, cosificable como se fuera el modelo de negocio de Amazon. Algo que con la irrupción de la Inteligencia Artificial alcanza su completo delirio al suponer que ésta hará innecesarios a tipos tan molestos como los médicos.
Pero como escribía hace poco más de un año, también en el BMJ Andrew Elder “la medicina es difícil”. Sencillamente es muy difícil de practicar “bien”porque cada ser humano al que trata o atiende es único, no estandarizable, no uniformable. Su biografía y su biología hacen a cada persona distinta a todas los demás: “requiere escucha, observación, pensamiento cuidadoso, juicio y tiempo. Frecuentemente prevalece la incertidumbre, y la habilidad para manejarla no se aprende en los libros de texto”.
Si una sociedad ignora estas características específicas (que son por las que buena parte de los médicos eligieron esta profesión), si sus gobernantes persisten en la vulneración de la esencia del trabajo médico ( que no es un trabajo industrial sino artesanal) y en la falta de reconocimiento formal y explícito del mismo, seguirá creciendo año tras año la sensación de traición, la renuncia y la ira. El malestar de los médicos requiere tomárselo en serio.

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