miércoles, 31 de diciembre de 2025

El mercado de la sobrevaloración de la salud

En el último número de Babelia del pasado sábado 27 de diciembre de 2025 le preguntaban a la filósofa Marina Garcés qué consideraba que estaba socialmente sobrevalorado en el momento actual. Para Garcés estaba claro: “ en estos momentos la salud. Es el nuevo mercado”

No es cualquier persona quien así opina, sino una de las voces más lúcidas de la sociedad española. Pero en el mismo periódico, El Pais, uno de los medios más sibilinamente implicados en el desarrollo de ese mercado del que hablaba Garcés, dos noticias venían a fomentar esa sobrevaloración de la salud.

La primera aparecía en El País del 26 de diciembre firmada por Jessica Mouzo y Oriol Güell y lleva por título “la crisis de los cribados pone en jaque la estrategia contra el cáncer”. En dicho artículo el cribado de los diferentes tipos de cáncer no se plantea como un medio para alcanzar un fin ( que debería ser reducir la mortalidad) sino como un fin en sí mismo, que está siendo obstaculizado en su desarrollo nada menos que por la propia evidencia científica: “La razón de que no haya más cribados es la dificultad de establecer con la evidencia científica disponible que el plan realmente mejore la salud de la población”. Pese a este pequeño detalle, según el artículo, Trujillo, coordinador del proyecto Cassandra sobre el cribado del cáncer de pulmón (una voz objetiva como se ve), se muestra optimista sobre el desarrollo de los cribados a pesar de la crisis de gestión del cribado de cáncer de mama en Andalucía: “Quizás pueda dificultar la implementación o el arranque de otros programas. Puede que tengamos que solucionar detalles (sic) con cribados ya consolidados, pero mejorar esos no debería frenar el arranque de otros”. Nadie debería frenar los cribados, por tanto, aunque la evidencia sobre su efectividad sea muy débil, aunque su eficiencia sea más que discutible, aunque contribuye a aumentar las listas de espera de los pacientes que sí tienen un problema grave. Y para ello nada mejor que fomentar la demanda ciudadana. Señala también el artículo:” A principios de noviembre una mujer diagnosticada con cáncer de mama metastásico a los 43 años empezó a recoger firmas para ampliar la edad del cribado de este tumor a los 40-el chequeo bienal suele empezar a los 50. La petición suma ya más de 55.000 apoyos, pero la decisión de ampliar o no la edad de un cribado es un asunto extremadamente complejo…”. ¿Qué quieren sugerir los periodistas? ¿Tal vez que a partir de ahora las intervenciones médicas deban ser establecidas por sufragio popular? ¿Cuántas firmas serían suficientes para aprobar el uso de un procedimiento, aunque no exista ninguna evidencia de su utilidad? ¿Por qué no someter a referéndum el empleo sistemático de Resonancias Magnéticas para catarros de vías altas? ¿O un neurocirujano en cada pueblo?

En el debate sobre la deficiente gestión de las citas y seguimiento para cribados en Andalucía ( que no es un problema exclusivo del cribado, sino de la gestión integral de procesos y procedimientos en el sistema) nadie osó discutir el procedimiento en sí. Todas las autoridades sanitarias de cualquier signo político abundaron en un tono sensiblero con el argumento de que los cribados “salvan vidas”, frase de alto impacto y escaso sentido, puesto que en el mejor de los casos retrasarían muertes. Lo que no es el caso de la mayor parte de los cribados: En 2023 Bretthauer et al publicaron en el JAMA Internal Medicine una revisión sistemática con metanálisis sobre la estimación del tiempo de vida ganado con los cribados de cáncer. Su conclusión fue la siguiente.”  Los hallazgos de este metanálisis sugieren que la evidencia actual no respalda la afirmación de que las pruebas comunes de detección del cáncer salvan vidas al prolongar la vida, excepto posiblemente la detección del cáncer colorrectal con sigmoidoscopia, que podría prolongar la vida aproximadamente tres meses”.

En la información sobre el cribado se parte de una base: no es discutible la bondad de los mismos, independientemente de la evidencia científica al respecto.  Hace ya muchos años Jorgensen publicó en BMJuna revisión sobre la información que se daba en diferentes países europeos en los folletos sobre cribado del cáncer de mama. En ninguno se mencionaba efectos adversos alguno; las cosas se han mantenido así desde entonces.

Sería deseable que los periodistas de El País en teoría especializados en noticias de salud, los expertos en cribados y los políticos sanitarios leyeran el magnífico libro de Margaret O’Sullivan de La era del diagnóstico ( incluso está traducido al español). En él señala que los programas de cribado se introducen en los sistemas sanitarios sin ninguno de los rígidos requerimientos al que cualquier fármaco ha de enfrentarse, dando por hecho que los cribados son buenos por definición. Por ignorancia o deliberado desprecio, todos ellos pasan por alto que el cáncer ni es homogéneo, ni todas las células cancerosas se comportan igual: en un estudio realizado en Detroit sobre autopsias de hombres que murieron de causas diferentes al cáncer de próstata se observó que en un 45% de dichas autopsias existían hallazgos de cáncer de próstata temprano en hombres mayores de 50 años, y de un 70% en mayores de 60 años. Dado que el riesgo de cáncer de próstata en Estados Unidos es de un 13%, ello significa que la mayor parte de los cánceres de próstata encontrados en las autopsias eran hallazgos causales (incidentalomas) que nunca causarían problemas de salud a las personas en que se existían. Existe, por tanto, como señala O’Sullivan una gran diferencia entre los cánceres encontrados en un programa de cribado y aquellos detectados en una auto-exploración o que causen síntomas. Éstos últimos, señala, son los que manifiestan signos de crecimiento. Al no diferenciar estas dos formas de cáncer los programas de cribado actúan ante todos los tipos de cáncer detectados de la misma forma: como si todos fueran a progresar, interviniendo ante ellos agresivamente. Los efectos adversos, inevitables en la terapia oncológica, son especialmente graves si el cáncer no hubiera progresado nunca. Por ejemplo, la cirugía prostática ante la sospecha de un cáncer produce disfunción eréctil en uno de cada tres hombres sometidos a ellos. Por ejemplo, por cada 2000 mujeres sometidas a un programa de cribado por cáncer de mama se evitará una muerte prematura, pero 10 de ellas serán sometidas innecesariamente a tratamientos oncológicos que nunca hubieran necesitado, es decir mastectomías, radioterapia o quimioterapia, según la revisión Cochrane. Y más del 50% de las mujeres sometidas a cirugía de la mama sufren experiencias negativas en su autoimagen y sexualidad. Se considera que un 30% de los cánceres detectados en un programa de cribado son sobrediagnóstico, uno de cada 6 en el cáncer de próstata.

Interesantes también las opiniones del artículo de El Pais sobre la detección. Castells, director médico del Clinic en Barcelona, señala que es más beneficios ampliar el cribado de los 70 a los 75 años porque allí la incidencia de colon es mayor… Por supuesto, la incidencia de cáncer es mayor con la edad como hemos visto antes, y por supuesto cuanto más cribado hagamos más será la incidencia. Pero esto iba en teoría no de detectar más sino de evitar muertes prematuras. Y como señala O’Sullivan tratar a personas que nunca necesitarían tratamiento sin duda aumentaría las cifras de supervivencia y por supuesto la satisfacción del paciente, al sentirse muy afortunados por tratarse de un cáncer aunque nunca les hubiera producido problema alguno (hablaremos de ello en el próximo post).

Sin embargo, lo que necesitamos saber es cuales el el impacto en la mortalidad global de las personas sometidas a cribado de este tipo de problemas. Y a este respecto ya hemos comentado el metanálisis de Bretthauer en que evaluaba el impacto global de los programas de cribado de cáncer que incluía próstata, mama y colon, en un total de 2 millones de personas no demostró evidencia de aumento de supervivencia salvo en el de colon en que aumentó 110 días.

No se trata de deslegitimar los cribados de manera radical. Simplemente de reconocer que, como cualquier otra intervención médica, tiene beneficios y daños. Un programa de cribado , para O’Sullivan, debería prevenir los cánceres en estadios avanzados de la enfermedad, evitar muertes por cáncer y por supuesto reducir la mortalidad global. Y esta información debería ser conocida por medios de comunicación, políticos y la sociedad en su conjunto.

Salvo que de la mano del buenismo de querer salvar vidas lo que estemos haciendo es fomentar el mercado. En este caso de la prevención, que también existe.

En el próximo post hablaremos de la segunda muestra de promoción mercantilista de El país de los últimos días y las contradicciones que supone para la defensa de un sistema público.

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