lunes, 25 de abril de 2016

Sobrediagnosticando a Shakespeare

" Our wills and fates do so contrary run
that our devices still are overthrown
Our thoughts are ours, their ends none of our own"
(“Nuestras voluntades y nuestros destinos corren por tan opuestas sendas, que siempre quedan derrumbados nuestro planes. Somos dueños de nuestros pensamientos; su ejecución , sin embargo nos es ajena")
Hamlet Acto III, escena 2. William Shakespeare

Allen Frances fue el Editor del DSM III, el famoso Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales cuya aplicación permite etiquetar a quien padece una enfermedad mental. En su imprescindible "¿Somos todos enfermos mentales?", Frances describe con claridad cómo se establecen los criterios que crean enfermedades, quienes son los miembros de ese selecto jurado y a que intereses responden. Como ejemplo de ello, ya Ray Moynihan denunció en el BMJ en 2011 que más del 50% tenían vinculaciones evidentes con la industria farmacéutica.
El poder que esconden esas personas, desconocidas para la opinión pública, es enorme. Como escribe Frances ““Los nuevos diagnóstico son tan peligrosos como las nuevas drogas. Disponemos de procedimientos sumamente informales para definir la naturaleza de las condiciones , y sin embargo ello puede llevar a decenas de millones de personas a ser tratadas con fármacos que pueden no necesitar y que además pueden hacerles daño.”
En la flamante edición del Manual , la que supone el número V , se trató ( según Frances) de conseguir tres cambios de paradigma en Psiquiatría: adecuarla a los descubrimientos en el ámbito de las neurociencias, extender el ámbito clínico a la detección precoz y la prevención (a pesar del cuestionamiento que existe sobre ello) y cuantificar numéricamente los trastornos. Se fracasó en los tres. Pero sin embargo muchas personas completamente normales serán etiquetadas en los próximos años de enfermos mentales por padecer “enfermedades” como las rabietas en la infancia, la glotonería, la falta de concentración ( el nuevo síndrome por déficit de atención adulto) o la falta de memoria en ancianos. Por no hablar de la conversión de cualquier pasión en adicción.
En 2011 un grupo de investigadores publicaron en  Psyquiatric Research un sorprendente papel que ya comentamos en que se preguntaban si Anakin Skywalker, aquel precioso niño que acabaría degenerando en Darth Vader, padecía un trastorno borderline de la personalidad. Evidentemente lo padecía, puesto que cumplía los criterios del Manual.
En el último número de The Lancet se rinde a Shakespeare el homenaje que merece en el 400 aniversario de su nacimiento. Pero de nuevo la pesquisa se dirige a argumentar que  (tal y como sostiene la tesis de la última versión de Macbeth protagonizada por Marion Cotillard y Michael Fassbinder), los Macbeth probablemente sufrían de síndrome de estrés postraumático tras la pérdida de su hijo. Y que el grandioso Rey Lear no representa el conflicto paternofilial, el envejecimiento y la muerte, sino la sintomatología de la demencia, puesto que un avispado especialista descubrió que el viejo Rey cumplía los criterios de la enfermedad al pasar el correspondiente checklist.  Afortunadamente IanMckellen el extraordinario actor británico que ha interpretado a Lear en varias ocasiones discrepa abiertamente de esa idea: para él la aparente locura del Rey Lear es una victoria, incluso una forma de lucha.
Ya metidos en el disparate, la “conducta errática” de Sir Andrew Aguecheek de Noche de reyes (Twelfth night) , al que dilapidan su fortuna Sir Toby y sus secuaces, tiene su causa en la encefalopatía porto-sistémica crónica resultado de su excesivo consumo de alcohol.
Y como el delirio no es privativo de los psicóticos , sino que afecta a cualquier país y condición, el psiquiatra Tiburcio Angosto lleva varios días paseando por las radios su teoría de que Don Quijote padecía un trastorno psicótico reactivo y que hoy en día tendría buen pronóstico con el uso de neurolépticos y su internamiento correspondiente.
De seguir así pronto veremos las cinco grande revistas llenas de originales estudios demostrando las graves patologías que esconden Coriolano, Rosalinda, Falstaff u Horacio. Por no hablar de los grandes tarados como Yago, Otelo o Hamlet
Todos estos rebuscadores de patologías ignoran lo más importante: que si siguen asombrándonos  Shakespeare o Cervantes no es por los criterios mórbidos que esconden, sino porque nos explican lo que somos y sentimos. Miguel de Unamuno escribía sobre el Quijote:
“ Grande fue la locura de don Quijote, y fue grande porque la raíz de la que brotaba era grande: el inexorable anhelo de sobrevivir, fuente de las más extravagantes locuras y de los actos más heroicos”.
Harold Bloom, quizá el mayor experto entre los críticos literarios sobre Shakespeare subtitula su monografía sobre él “la invención de lo humano”.  Shakespeare convirtió en palabras  sublimes lo que nos define como humanos; no los que nos define como códigos diagnósticos.


2 comentarios:

  1. Desgraciadamente, el DSM V no sólo no corrige, sino que aumenta considerablemente los problemas existentes del sobrediagnóstico y sobretratamiento. Pero no perdamos la perspectiva, según enfatiza con razón Allen Frances, “La mercantilización de la enfermedad no puede ocurrir en el vacío, requiere que las empresas farmacéuticas cuenten con la colaboración activa de los médicos que prescriben las recetas, los pacientes que las solicitan, los investigadores que inventan nuevos trastornos mentales, los grupos de consumidores que abogan por más tratamientos y los medios de comunicación e Internet que hacen correr la voz”. Me reservo para otro momento la discusión sobre el papel que tienen las Instituciones Públicas. No sólo la inflación diagnóstica nos aboca a gastos inútiles, sino que nos lleva de cabeza a la santificación de la Ley de los cuidados inversos.
    Sería importante escuchar a Hipócrates “Es más importante saber qué clase de personas padece una enfermedad, que saber qué clase de enfermedad padece una persona”. Seguramente, y no sólo en relación a los trastornos mentales, un médico, y no sólo de Atención Primaria, que disponga del conocimiento de un consultante y del tiempo para estar con él, podrá ofrecer un tratamiento razonable y con sentido. A no ser que le abramos las puertas a un mundo feliz, en el que no exista el miedo, la frustración, la duda...., ni siquiera el deseo.

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  2. Pones el dedo en la llaga sobre la raiz del probelma: todo somos responsabels, no solo la industria. Colaboramos con nuestra desidia, como colaboran politicos irresponsables y medios de comunicación insaciables

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