viernes, 26 de agosto de 2011

El esclavo satisfecho

Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiará el nombre. Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las nuestras, por más insidiosas, sea que se logre transformar a los hombre en máquinas estúpidas y satisfechas creídas de su libertad en pleno sometimiento, sea que suprimiendo los ocios y placeres humanos, se fomente en ellos un gusto por el trabajo tan violento como la pasión de la guerra entre las razas bárbaras. A esta servidumbre del espíritu o la imaginación prefiero nuestra esclavitud de hecho
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar

Ninguno de nosotros suele considerarse adicto al trabajo. Pero no estaría mal repasar cuantas veces al día hemos chequeado nuestro correo electrónico durante estas vacaciones, o en cuantas ocasiones hemos llamado al trabajo por una u otra razón, casi a escondidas. Sin duda, iPads, iPhones o Blackberrys facilitan considerablemente caer en la tentación, mientras nos engañamos creyendo que las usamos para consultar la previsión del tiempo para ir a la playa.
Aunque suele considerarse que el adicto al trabajo (workalholism) es sinónimo de trabajar muchas horas al día, reducir el término al número de horas ignora la naturaleza adictiva de la condición: un típico adicto al trabajo presenta una fuerte motivación interna ( e irresistible a menudo) a trabajar en cualquier momento y lugar, que no está producida por necesidades económicas, de promoción profesional o de precariedad de su vida social.
Según Scott dos características definen la adicción al trabajo: emplear una gran cantidad de tiempo en actividades laborales de forma discrecional, cuando no hay obligación de ello (la dimensión conductual de Schaufeli ) , y ser incapaces de desconectar cuando no se está trabajando ( la dimensión cognitiva).
 El grupo de la Universidad de Tokio de Hakihito Simazu,junto a dos investigadores holandeses publica este mes en el Social Science and Medicine un interesante trabajo sobre la adicción al trabajo y el bienestar en las parejas en Japón, en una muestra de 994 parejas de diferentes ámbitos profesionales. Comprueban en principio lo esperable: los “workholics “ ( aquellas personas que trabajan muchas horas y lo hacen a demás compulsivamente) sufren más a menudo conflictos familiares y distrés psicológico que los trabajadores “ relajados” ( los que trabajan el tiempo establecido y no lo hacen de forma compulsiva, es decir son capaces de dedicar el tiempo justo a cada cosa). El estudio explora específicamente el conflicto entre trabajo y familia, determinado por la interferencia del trabajo en la vida familiar y de ésta en la vida laboral, tanto desde la perspectiva del propio sujeto, como en cuanto a la repercusión que su conducta tienen en su pareja (spillover-crossover perspective). En otras palabras, la adicción al trabajo de una de las mitades de la pareja, sobrecarga de obligaciones familiares a la otra parte, deteriorando inevitable y progresivamente la relación.
Los autores se sorprenden de que las parejas de mujeres adictas al trabajo experimenten conflictos familiares más frecuentemente que las parejas de hombres adictos al trabajo. Aún resulta más sorprendente las implicaciones prácticas que sugieren, entre las que se incluye la de implantar programas de intervención  especialmente en las parejas de mujeres adictas, ya que el conflicto familiar es más frecuente en este tipo de parejas. Por desgracia, sigue disculpándose más el exceso de trabajo masculino que el femenino.
Japón ocupa el puesto 57 de 109 en el Gender Empowerment Measure donde solo el 9% de las mujeres ocupan altos cargos. Como señala el trabajo de Simazu, en Japón los hombres con hijos en edad pre-escolar pasan 7.7 horas de media al día en el trabajo, 0.8 horas en casa con sus hijos. Las mujeres japonesas, por el contrario,  dedican 3.7 horas al día a su trabajo y 5.7 a la atención de sus hijos. No creo que los datos sean mucho mejores aquí.
Con la presión creciente a aumentar nuestra productividad y trabajar más por menos, la tentación de generalizar los principios de la cultura laboral profesional japonesa, que pondera especialmente la dedicación al trabajo será cada vez mayor. Pero el coste de trabajar cada vez más horas y de “alienarse” en casa con los ingenios electrónicos en lugar de olvidarnos del trabajo durante unas horas, será enorme: no  solo para uno mismo, sino también para la pareja que nos soporta.
(Viñeta de El Roto en El País)

6 comentarios:

  1. Asi yo este agosto abriendo el ordenador casi cada dia con el pretexto de ver el último mito derribado por el Gerente Demediado. Solo has respetado a Guardiola, lo que dice mucho de tu sentido común.
    Suerte que esto se acaba: volveré al trabajo el lunes y podré dedicarme a la cara V.
    Salud

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  2. El día que los hombres ocupen su lugar al lado de sus hijos, la cosa cambiará muuuucho .... cuando tienes que criar a un bebé, tu forma de ver el mundo se transforma, si pones la suficiente atención, claro está.

    Hay una "revolución" femenina, y es que o esto cambia, o no tenemos hijos .... revolución lenta, silenciosa e incruenta ....

    Decía Rojas Marcos (psiquiatra) las mujeres han salido de los hogares, pero los hombres no han llegado, tenemos a niños y abuelos esperando .... jeje

    Soy bastante optimista, debe ser que siempre confié en la Naturaleza, las metamorfosis generan muchas tensiones, muchas ....

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  3. Es habitual que se pondere a veces a una persona calificándola de muy trabajadora. Tenemos grandes trabajadores en algunos de nuestros directivos, a pequeña y a gran escala, desde mandos intermedios de menor relevancia hasta altos niveles de gestión. Con múltiples reuniones, gran cantidad de datos que estudiar y decisiones que tomar en aras de mejores eficiencias.
    Pero el trabajo es alienante en general. Necesario, pero alienante, enajenador a extremos extraordinarios cuando pierde su faceta lúdica, transformadora, para convertirse en herramienta de poder y sumisión (ambos términos se hacen con frecuencia equivalentes). Por eso detesto que se equipare “ser trabajador” a ser valioso. Conozco a grandes trabajadores deshumanizados por ese trabajo, por un trabajo que en muchos casos sería mejor que no se realizara. Aprendemos poco de la Historia, incluso de la más reciente; bastaría con fijarse en la eficiencia, terrible término, con que los directivos nazis hacían su trabajo letal.
    El trabajo es necesario para vivir, para transformar, para crear, pero no para dominar, no para hallar un espacio en el mundo. Hay quien eleva el trabajo a la dimensión moral, en el peor de los sentidos, como moraleja: ser el primero en entrar y el último en salir, aunque su permanencia sea nociva.
    Los grandes avances intelectuales se han debido más bien a vagos juguetones.

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  4. Muchas gracias Joaquín.
    En La Cara Ve hice recientemente pública apostasía de mi madridismo de nacimiento ( lo siento, pero era el equipo de mi barrio). Por desgracia, no me queda más remedio que reiterarme en él, tras el último espectáculo de los Golfos Apandadores ( el cobarde Mouriño y los pendencieros mercenarios Pepe y Marcelo).
    La infamia cometida por Casillas, digna de la antología de Borges, de votar como mejor futbolista del año pasado a dos holandeses ( en vez de sus supuestos amigos Xavi e Iniesta sigue impune.
    A su lado, Guardiola parece un genio de la Florencia del Cinquecentto. Hasta cuando falta, es elegante.

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  5. No se si cambiará la cosa Juana, pero en culaquier caso datos como los del estudio japonés ( y que sería muy interesante conocer en España) debería avergonzarnos socialmente.
    El problema es que este tema sigue sin estaren ninguna agenda, ni explicita ni implícitamente. Es más no es un asunto relevante para casi nadie
    Un abrazo

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  6. Gracias una vez más Javier.
    Es muy interesante la defensa del "vago juguetón". Siempre desequilibran la balanza los vagos juguetones, posiblemente porque no son vagos realmente.
    El mejor ejemplo de buen desempeño como gerente que conozco, una persona que estuvo muchos años al frente de su hospital hasta que sus jefes no pudieron soportar más los celos por sus éxitos ( éxitos humildes, conseguidos por todo el hospital después de años de trabajar simplemente con algo de sentido común) tenía por principio que nadie debía trabajar más allá de las 3. Y predicaba con el ejemplo.
    La historia de este país es en cierta forma la permanente aspiración a formar parte de una giganteseca burocracia inútil, en la que se aparenta que se cumple el horario, mientras se aporta apenas nada. Sin duda trabajar así es alienante.
    En uno de los programas MBA de una de las escuelas de negocios más prestigiosas se utilizaba como ejemplo de productividad la forma de cuantificar la efectividad de los soldados americanos de Robert McNamara: midiendo el número de soldados del Vietcong muertos.
    Medía muy bien la "eficiencia" de sus tropas, pero ya sabemos quien perdió la guerra.

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