Hace unos días, aprovechando el silencio de la noche, acepté la invitación a visitar el Facebook de alguien a quien había perdido la pista hacía tiempo. A pesar de la nocturnidad y alevosía del acto, no estuve en el mundo Facebook más allá de treinta segundos. Tiempo suficiente para dejar rastro, y despertar al ojo de Sauron que nunca duerme. Al volver a mi correo tenía ya el mensaje pegajoso de la secta de Zuckerberg , dándome de nuevo la bienvenida por volver al redil perdido. Hacía meses que me había negado a entrar, borrando sistemáticamente esas llamadas recriminatorias de que tengo 120 amiguitos pendientes de que les “ajunte” ( término ya obsoleto que se empleaba en mi niñez para autorizar peticiones de amistad pre”facebookianas”). Pero basta un minuto de debilidad, aunque sea nocturna y veraniega , para que vuelvas a sentir detrás de ti el aliento de la bestia.
No soy el único que detesta Facebook. Los hay mucho más poderosos e influyentes. Por ejemplo, el responsable de la interesante línea de Innovación del Washington Post, Emi Kalawole, quien publicaba hace un par de semanas un jugoso comentario con el título elocuente de “ Facebook , why can´t I quit you?. Kalawole había decidido eliminar su página de Facebook. Pero conociendo el posible desconcierto que pudiera generar en amigos, familiares, ex compañeros de colegio, novias abandonadas, y ancianas parientes estafadas, decidió avisarlo en su muro con una semana de anticipación. Pero nadie le tomó en serio; al fin y al cabo hasta hay una buena colección de páginas en Facebook que lleva el anacrónico título de “I Hate Facebook”. El periodista del Post lleva años utilizando Facebook; mantiene perfectamente salvaguardadas las condiciones de seguridad. Algo que todo creemos que hacemos también, pero no suele ser así: ya comentamos hace tiempo el interesante trabajo publicado en Medical Education por el grupo de Joanna McDonald en el que una cuarta parte de los médicos neozelandeses usuarios de Facebook no mantenían la privacidad de los contenidos de sus páginas, lo que permitía a cualquier paciente tener acceso a la disipada vida de muchos de ellos, sin el más mínimo problema.
Dejar tus datos expuestos a la curiosidad de cualquier mirón no es una cuestión baladí. Según cuenta Kalawole el trabajo de reportero en busca de noticias, comienza hoy buscando el Facebook del personaje en cuestión, ya seas Amina Arraf ( la supuesta lesbiana de Damasco que mantenía un blog) o el último imputado en el caso de News of The World ( que imaginamos utilizaría el rastreo en Facebook como rutina diaria).
Pero si al final uno decide abandonar la secta el procedimiento tampoco resulta fácil. Kalawole cuenta en su artículo la sucesión de trabas que va colocando Zuckerberg y sus amigos para evitar que huyas: primero te sugiere que simplemente la desactives, luego te pregunta por qué, más adelante te comunica que una vez” eliminada” quedará esperándote un tiempo, por si te arrepientes...
Para muchos la salida está en mudarse a la acera de enfrente, en este caso Google +. El tiempo dirá si es el mismo perro, pero con distinto collar.
Dejar tus datos expuestos a la curiosidad de cualquier mirón no es una cuestión baladí. Según cuenta Kalawole el trabajo de reportero en busca de noticias, comienza hoy buscando el Facebook del personaje en cuestión, ya seas Amina Arraf ( la supuesta lesbiana de Damasco que mantenía un blog) o el último imputado en el caso de News of The World ( que imaginamos utilizaría el rastreo en Facebook como rutina diaria).
Pero si al final uno decide abandonar la secta el procedimiento tampoco resulta fácil. Kalawole cuenta en su artículo la sucesión de trabas que va colocando Zuckerberg y sus amigos para evitar que huyas: primero te sugiere que simplemente la desactives, luego te pregunta por qué, más adelante te comunica que una vez” eliminada” quedará esperándote un tiempo, por si te arrepientes...
Para muchos la salida está en mudarse a la acera de enfrente, en este caso Google +. El tiempo dirá si es el mismo perro, pero con distinto collar.
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