viernes, 25 de mayo de 2012

El ocaso del buzo

El éxito del surfero depende de su capacidad para cabalgar sobre la ola sin dejarse atrapar por ella. Para él, profundizar es fracasar. La pericia del buzo es de otra índole: es su capacidad de descender, resistir y descubrir, lo que le da sentido a su riesgo.
Durante los años 2008 y 2009 Zygmunt Bauman escribió una serie de artículos cada dos semanas en La Repubblica delle Donne, que aparecieron publicados en español hace menos de un año con el título de 44 cartas desde el mundo líquido. Análisis tan certeros como de costumbre, visiones desde diferentes puntos de vista sobre el mundo actual, caracterizado por su “liquidez”.
En una de ellas Bauman contrasta el mundo online con el que llama offline, el antes considerado mundo real, aquel en el que lo que prima es el contacto físico. En su opinión, la vida en el mundo online se asemeja mucho a la actividad del surfero. Supone tantas oportunidades de buscar, probar y olvidar, que la profundización en una “ventana” concreta es una rémora, una pérdida de tiempo. Concentrarse o detenerse en algo, implica perder oportunidades de seguir surfeando.
Hace un par de años Chronicle of Higher Education  publicó un estudio sobre usos de mensajes de texto entre adolescentes americanos, en el que se encontraban casos de más de 3000 mensajes al mes. Posiblemente si se revisa el número de whasapp de cualquier adolescente la cifra sería superior. Mi hija de once años no quiere quedar con sus amigas porque ellas tienen BlackBerry y se pasan la tarde enviando mensajes.
Bauman señala que tal volumen de actividad impide inevitablemente poder disponer de tiempo para poder estar “a solas consigo mismo”. Ese tiempo “de buzo” que antes tenía cualquier persona, incluido un niño, para pensar, imaginar, fantasear y aburrirse. En este contexto no deja  de ser ilusorio aspirar a que los surferos practiquen las viejas aficiones del buzo, aquellas antiguallas como leer un libro, pintar un cuadro o mirar por la ventana.
Aún cuando  esté con otros la ocupación predilecta del surfero es seguir navegando. Dedicar ese tiempo tan valioso a aprovechar la cercanía del otro para mirarle o hablarle, se convierte en un despilfarro, porque obliga a renunciar a otra oportunidades de interacción, por supuesto igual de superficiales. En opinión de Bauman, el mundo online hace posible y viable la multiplicación infinita de los contactos. Pero “lo logra mediante la mengua de la duración y en consecuencia el debilitamiento de los vínculos que propician y refuerzan la duración”. No es tan fácil en el mundo real utilizar las teclas de suprimir, desagregar o borrar. Porque el contacto físico implica fricción, malentendido, contradicción.
El brillante  David Foster Wallace, uno de los mayores novelistas americanos de la última década, escribía en 2005:
Aprender a pensar significa aprender a ejercer cierto control sobre qué y cómo pensar.
Significa ser suficientemente consciente para elegir a qué prestar atención, como construir significado a través de la experiencia”
.
La atención es la base del recuerdo y del olvido.  La tendencia creciente a realizar múltiples tareas a la vez, a no desconectar en ningún momento de ese mundo invisible de “amigos” dispuestos a entretenernos, inevitablemente disminuye la atención hacia los múltiples estímulos que recibimos.
Hasta la fecha la vida trataba fundamentalmente de construir ese significado del que hablaba Wallace. Pero es difícil hacerlo cuando surfear se convierte en el principal objetivo, y la actividad del buzo pasa a ser cosa  del pasado.

Foto: Francisco Machalskys

2 comentarios:

  1. La descripción de Bauman es muy acertada. Aunque creo personalmente que el buzo nunca triunfó. Durante la mayoría de la historia la mayoría de la humanidad no tenía la posibilidad real de hacer ese ejercicio de introspección; sólo lo podían hacer los privilegiados que contaban con una seguridad económica que eran una verdadera minoría. Y cuando en las sociedades occidentales el bienestar se extendió de manera masiva en los últimos 100 años (probablemente no hasta bien entrado el S.XX) coincidió con la llegada de la televisión que en su faceta negativa fue la precursora del mundo online-surfero actual en la línea que comentas en la entrada. Con la televisión típica las personas reciben de golpe toda la información, no tienen que procesarla paso a paso, madurarla día a día, no tienen que dejar que la reflexión se asiente poco a poco, en definitiva, no tienen que reflexionar. Esto a nivel educativo ha producido unos cambios brutales en las últimas generaciones (entre las que me incluyo), no todas negativas, por cierto. Y el mundo on-line en este sentido no hace más que acrecentar esta situación. Nada dura, nada es sólido. Pero con el componente adictivo que no tiene la televisión (más allá del zapeo) de que somos cada uno de nosotros los que decidimos a qué “canal” accedemos, con una oferta infinita, y además con la percepción (real o no, probablemente no) de que dejamos nuestra propia huella. La actividad de buzo es absolutamente minoritaria, está claro. Pero, por diferentes razones, siempre lo ha sido. A lo mejor es que el ser humano está más adaptado a ser surfista o zapeador que buceador.

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  2. Pues me dejas chafado...y yo que pensaba que era precio reivindicar el buceo en estos tiempos de surfeo. Quizá lleves razón y estemos programados para surfear más que para explorar profundidades, excluyendo determinadas minorías, a cual más excéntrica.
    Lo que si veo con cierta preocupación, es que la generación de los que ahora tienen 13 años es casi imposible que puedan bucear. Lo cual el tiempo dirá a donde nos lleva

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