sábado, 20 de octubre de 2012

Evidencias sobre la utilidad del crecepelo llamado chequeo

No hay empresa sanitaria que se precie que no ofrezca a sus clientes reales o potenciales una buena gama de chequeos de salud., de esos a los que tan aficionados es Juan Carlos de Borbón. Incluso en varios idiomas.  Ya veíamos hace unos días la inaudita idea de la Fundación Española del Corazón de realizar revisiones al motor del organismo mientras un técnico igual de competente chequeaba con entusiasmo el motor de su coche.
De hecho, este tipo de medidas, aparentemente incruentas y seguras,son uno de los principales reclamos para la captación de nuevos socios por parte de algunas aseguradoras, entre otras razones porque a la gente le encanta eso de pasar a hacerse un “chequeo”: ya hemos comentado en otras ocasiones el entusiasmo que genera la práctica del cribado, al menos en el caso de cáncer entre ciudadanos americanos, en los que más del 65% preferían un TAC total body a 1000 dólares en efectivo, como señalaba aquel divertido trabajo de Welch.
Acabo de publicarse una nueva revisión Cochrane respecto a la efectividad de los chequeos médicos en personas sanas. No supone ninguna novedad, puesto que sus conclusiones coinciden con lo que ya se sabía desde hacía tiempo; ya en 1979 la Canadian Task Force on the Periodical Health Examination no recomendaba chequear de forma generalizada a personas sanas, al igual que la US Preventice Services Task Force.
Boulware ya realizó en 2007 en los Annals of Internal Medicine una revisión sistemática sobre la cuestión, en la que llegaba a la conclusión de que los chequeos no tenían influencia alguna sobre la mortalidad, la discapacidad o las hospitalizaciones.
Ahora el grupo de Krogsball publica esta nueva revisión sistemática, en que evalúan beneficios y daños de los chequeos de salud regulares en adultos asintomáticos; todos los estudios comparan personas sometidas a chequeos con aquellos que no sufren la intervención (nunca mejor dicho). Incluyen 16 ensayos clínicos, de los cuales 14 tiene resultados útiles para el análisis en una población total de 182.880 personas. La principal conclusión es que los chequeos no reducen ni la mortalidad ni la morbilidad total, ni tampoco la mortalidad para enfermedades específicas. Tampoco tienen efecto alguno estas intervenciones respecto al absentismo laboral, las admisiones hospitalarias, las citas no programadas o la preocupación de los pacientes.
Puesto que los chequeos con resultados positivos, generan una cascada de pruebas complementarias (en muchas ocasiones con resultados falsamente positivos), existe un evidente sobre-diagnóstico y realización de intervenciones innecesarias como consecuencia de ello. En definitiva, según la revisión Cochrane , los exámenes periódicos de salud presentan muchos más daños que beneficios. Sin embargo el impacto concreto que tienen los daños no es estimado en el estudio, debido a la falta de información sobre el sobre-diagnóstico que incluían los estudios analizados. Tampoco se puede estimar el coste que suponen ( los chequeos más las pruebas secundarias a los mismos y la yatrogenia que generan), aunque posiblemente no será pequeño.
En cualquier caso parece poco discutible que lo que ofrecen los promotores de chequeos, es tan efectivo como el contenido de los crecepelos que vendían los buhoneros en el salvaje Oeste. Salvaje Oeste que vuelve por su fueros en esta época histórica de lucha despiadada por ser el más fuerte (el más débil que vaya a los comedores de Cáritas).
En ese espacio que cada telediario reserva todos los días para los últimos avances científicos no hemos visto ninguna referencia a este trabajo, de suficiente relevancia como para merecer unos segundos de atención. Igual que no vende la noticia de que un perro muerde a un hombre, tampoco venden las pruebas que desmantelan negocios de gran utilidad para el sector de la venta de salud, o que cuestionen las campañas publicitarias de algunas empresas, que utilizan a su vez a los más “prestigiosos” e “independientes”  comunicadores de este país en sus campañas de propaganda.
Como comentan Thompson y Tonelli en la editorial de la Cochrane Library, no son estos tiempos para dilapidar dinero, que podría ser empleado en alternativas mucho más útiles que hacer chequeos.
Pero por desgracia, mucho nos tememos que seguirán campando a sus anchas los vendedores de crecepelos en los carromatos de la asistencia sanitaria, ofreciendo humo primorosamente envuelto, y desperdiciando en pruebas inútiles los escasos recursos que nos quedan.

4 comentarios:

  1. No he leido una palabra sobre el chequeo más extendido y más PRIVATIZADO, en la práctica hispana ckequeil .......que no es la mamografía ni esas otras zarandajas asistenciales....sino el lucrativo y sindicalero chequeo de salud laboral realizado por una mutua patronal (otro año...y ya van 3o que me dejam en la mesa de la oficina el vasito de la micción...antes de ir a la papelera : creo que soy el único que se niega)

    ¿porqué no escribes algo al respecto...máxime después de la ley de salud pública ? ...supongo que no será por respeto al sindicato

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  2. Gracias de nuevo
    Desde este blog llevo mucho tiempo intentando aportar pruebas respecto a la falta de evidencias sobre la supuesta efectividad de los chequeos ( incluidos los que realizan las empresas, de nulo valor, comenzando por el que realiza el Rey)
    Respecto a su propuesta procuro escribir sobre aquello de lo que tengo información y considero oportuno. Quizá usted podría escribir sobre ese tema, que parece conocer bien.
    Saludos

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  3. Si en tiempos la gente iba al médico sólo cuando se encontraba realmente enferma o cuando notaba algún signo preocupante, ahora se acude a él para confirmar que uno está sano. Semejante absurdo carente de la menor base científica recuerda efectivamente el poder de los crecepelos. No deja de ser un conjuro cuasi-religioso de la enfermedad. La obsesión por la especificidad de confirmarse sano supone el abandono a la alta sensibilidad de pruebas que conducirán a otras con la yatrogenia consiguiente y un gasto que no es pequeño.
    En otro post ponías el ejemplo de la relación coche - corazón. Pues bien, ¿por qué no exigir, ya puestos, que en cada revisión de chequeo se proporcione una garantía de uno o dos años, con el correspondiente certificado ISO? Así, todos saldrían más tranquilos, más asegurados de que su cuerpo es estupendo por dentro.
    Hemos alcanzado niveles absolutamente ridículos y lo curioso es que la crisis, que podría tener al menos algún efecto colateral beneficioso en lo concerniente a salud, no ha reducido ni la obsesión por el colesterol ni por ningún tipo de chequeo; simplemente deja esa alternativa supuestamente preventiva para los ricos, pues no todo el mundo puede tomar danacoles ni estatinas, simplemente por su precio (al margen de su cuestionable efecto).
    Ante noticias como la de ayer, referidas a un porcentaje de pobres tan alto en nuestro país (21,1%), escandaliza ver el florecimiento de clínicas privadas para prevención de cáncer de colon, para cuestiones estéticas (medicina más que cuestionable exceptuando casos concretos como reconstrucciones o lo que propiamente entendemos como cirugía plástica) o los anuncios en los que aparece Vicente del Bosque como el gran entrenador de la salud, dando sus sanos consejos en un cariñoso entorno familiar.
    No interesa difundir la bibliografía que aportas. No vende. Y aunque sean pocos, los ricos necesitan consumir pseudomedicina, creyendo que la hermana muerte se olvidará más tiempo de ellos.

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  4. Totalmente de acuerdo contigo Javier. El Ministerio de Sanidad por ejemplo no tiene previsto revisar ni la vacunación contre el VPH ni el replanteamiento de las indicaciones de cribado por cáncer de mama. Incluso en Acta Sanitaria se hablaba ya de las propuestas de determinados sectores de incluir copagos para las mujeres ya maduras que no han podido beneficiarse de las bondades de la vacuna contra el VPH, un nicho de negocio ( como dicen ellos) que se estaba escapando, y que como no es barato debería costear (en parte ,claro, que estamos por la eficiencia)el estado.
    Sí, tienes razón. No sirve de nada la bibliografía

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