La mayor parte de los médicos posiblemente contestarían que no ante una pregunta de ese tipo, pero ello no debería ser argumento para no hacerla. Es la pregunta que algunos de los más prestigiosos médicos británicos consideran que debería hacerse e incluirse en un registro central de Conflictos de interés en el Reino Unido. La nómina de firmantes es impresionante: Iain Chalmers, Ben Goldacre, Trish Greenhalgh, Iona Heath Margaret McCartney, Martin McKee o Allison Pollock entre otros, manifiestan la necesidad de hacer explícito lo que hasta ahora es profundamente opaco: que es lo que reciben los médicos por parte de empresas que pueden estar condicionando sensiblemente su opinión. No es una cuestión menor: en primer lugar porque la base de la relación entre médicos y pacientes es la confianza. Confianza que puede verse muy cuestionada si realmente se conocieran por parte de esto últimos los intereses paralelos que tienen los primeros. Y que cuatro quintas partes de los pacientes ignoran, al menos en Estados Unidos.
En segundo lugar hay otra razón no menos importante: la “Farmaindustria “británica estima en 48 millones de euros la cantidad empleada en financiar desayunos, meriendas, cenas viajes y regalos a la profesión médica solo en el Reino Unido. Una cantidad destinada fundamentalmente a influir ( o comprar) decisiones. El 94% de los médicos americanos tienen o han tenido relaciones comerciales con la industria. Pensar que tales relaciones no afectan la independencia del criterio clínico, como dicen con desparpajo muchos de los colegas de profesión, es de un cinismo atroz.
Escribimos todo tipo de declaraciones de intenciones, formularios de valores, códigos éticos que inundan a cualquier sociedad, colegio o institución, con frases grandilocuentes como las que recoge el propio General Medical Council británico: “ debes ser honrado en tus intercambios con pacientes, empleados, aseguradores u otros individuos u organizaciones. Si te enfrentaras a un conflicto de interés deberías estar abierto a declarar tu interés formalmente , y estar preparado para excluirte formalmente del proceso de toma de decisiones”.
Magníficas declaraciones que casi nunca se llevan a cabo. Nuestras sociedades científicas se mantienen vivas gracias al dinero de la industria, las en ocasiones costosas sedes e instalaciones de nuestras organizaciones a menudo han sido financiadas por entidades con evidentes intereses que no dan el dinero de forma altruista. Individualmente no estamos dispuestos a pagarnos la asistencia a congresos en los que solo el desplazamiento cuesta 600 euros y la inscripción 500. A pesar de nuestras hermosas declaraciones de principios no nos duelen prendas en organizar congresos cuyos programas tienen más logos que un campo de fútbol, como tan bien describió Pablo Simón en su conferencia del último Congreso de Crónicos.
Este tipo de incentivación oscura suele acaparar la atención cuando se habla de conflictos de interés y conductas escasamente éticas. Por el contrario se ignora otro tipo de modificación de la conducta , igualmente interesada, como es la financiación de determinados comportamientos por parte de las administraciones públicas o las instituciones asistenciales privadas: modelos como el QOF británico ( Quality Outcome Framework), los modelos de Pay for Performance ( Pago por desempeño) y los variados modelos de objetivos, contratos o acuerdos de gestión e incentivos de los servicios de salud españoles por conseguir determinados indicadores implican también una influencia muy relevante en la consulta de un médico que no tiene que ver necesariamente con los intereses de sus pacientes.
Tal vez es inevitable que sea así. Que buena parte de nuestra actividad profesional solo es factible con el mecenazgo o la esponsorización de terceros. Pero tenemos un deber moral con los pacientes y la sociedad, y solo pueden ser congruentes las dos cosas haciendo transparentes nuestros intereses.
No va a ser sencillo. La respuesta que se encontró Leana Wen médica de urgencias en George Washington University ante el lanzamiento de su campaña de Who is my Doctor? Que pretende hacer visible este tipo de intereses es buen ejemplo de ellos.
No todos tenemos el mismo nivel de responsabilidad con respecto a ello. Son precisamente los que tienen mayor capacidad de influencia ( presientes de sociedades y colegios profesionales, altos cargos de la administración, líderes de opinión, ) los que más responsabilidad tienen y más obligación de dar ejemplo. Ver con que suficiencia y engreimiento siguen recomendado fármacos de última generación, vacunas innecesarias o imponiendo indicadores sin evidencia alguna no permite albergar mucho optimismo de cara al futuro.
Una vez más no queda más remedio que admitir que España es diferente. Una iniciativa como la británica aquí es inimaginable. El día en que seamos capaces de admitir que estamos a sueldo de terceros habremos empezado en recorrer el camino para salir del agujero de corrupción en que llevamos dos milenios.
(Viñeta de El Roto en El Pais)
La sencilla trasparencia es una norma ética que rara vez se cumple o se deja cumplir. Exigimos trasparencia a nuestros políticos (Y es necesaria y urgente), pero no estoy seguro de que queramos trasparencia los demás. ¿Estamos dispuestos a declarar nuestros propios conflictos de interés?, estamos dispuestos a exponer públicamente nuestros resultados o las de nuestros centros?, Estamos dispuestos a que se evalúen los resultados de nuestros centros de trabajo y no digamos los nuestros propios para que los pacientes puedan escoger?
ResponderEliminarEn España lo dudo, no solo por nuestras élites dirigentes, los ciudadanos de a pie no queremos trasparencia.
Espléndido análisis.
Buen post, Sergio. De entrada se me ocurre que la pregunta inglesa no es muy procedente ni aquí ni allá ya que lo de avergonzarse depende de la autocalificación de los propios actos y ello va ligado a una conciencia más laxa o más estricta, entramos en el terreno de la subjetividad, mas de uno de los dirigentes que han aplicado los "recortes" tan perjudiciales para la ciudadanía están convencidos de que lo que hacen es correcto e incluso justo. Creo que sería más pertinente exponer qué tratos concretos se han tenido o cuántos o la cuantía total. Interesante el punto que tocas sobre los incentivos de la propia Admon en forma de DPOs o penalizaciones reales por su incumplimiento o una carrera profesional mal diseñada. Se están sirviendo de esos instrumentos que pueden ser incluso perjudiciales para la salud de los pacientes, para lograr unos objetivos con efectos perfersos, Deberíamos entrar en detalle en ellos porque se puede llegar a resultados de pesadilla como el programa de Paciente Cronico Complejo (PCC) y MACA (pcc de muy alta complejidad) que se nos intenta imponer en Catalunya.
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