“Llevó su tiempo, pero
recuerdo el momento que hizo menos probable que me suicidase. Comprendí que en
la medida en que mi mujer estaba viva, lo estaba en mi memoria…Si ella estaba en
algún sitio, era dentro de mí interiorizada . Esto era normal .Y era igualmente
normal-e irrefutable-que no podía matarme porque entonces también la mataría a
ella : Moriría por segunda vez, y mis luminosos recuerdos se perderían en la
bañera enrojecida”
Niveles de vida. Julian Barnes.2014
Por desgracia ya casi solo me acuerdo de mi abuela el día de
Nochebuena. Mientras las generaciones que llegamos detrás hemos conocido solo
tiempos de paz, y una cierta abundancia ( que empezó a evaporarse cuando unos
cuantos decidieron que ya estaba bien de tanto exceso), a su generación le tocó
la peor parte: los tiempos del racionamiento, la cárcel o la muerte. Quizá por
todo eso, para ella Nochebuena no era el día alegre que venden los centros
comerciales y las películas de Hollywood, sino más bien una obligación de hacer
presentes a los que ya no están , unos porque se fueron naturalmente, y otros
porque lo hicieron gracias al empeño personal de otros por eliminarlos del mapa
.
Por desgracia el recuerdo se desvanece poco a poco. Y pienso
en lo fácil que es que todas esas personas desaparezcan definitivamente en
cuanto los que quedamos aquí dejemos de recordarles, aunque solo sea un día al
año. Pensaba en ello leyendo un libro imprescindible de Julian Barnes del que
escribía en el otro blog. Es un librito de apenas 140 páginas que se llama
Niveles de vida, y que dedica una tercera parte a hablar de la aflicción y de
la pérdida.
Imagino que Barnes cumple los criterios de duelo patológico.
No solo no ha olvidado la muerte de su pareja sino que además escribe sobre
ello( y hasta le dedica el libro encima). La última Clasificación Internacional
de Enfermedades Mentales ( el DSM V) no excluye el duelo de los trastornos dedepresión mayor. Y reduce aún más el tiempo necesario para considerar que
alguien sufre dicha enfermedad , ahora limitada a sólo dos semanas. Como
comentaba Peter Gotzsche, durante la presentación en Madrid el pasado
septiembre de su libro (Medicamentos que matan y crimen organizado), por muy
poco que se aprecie a alguien con quien hayas convivido ,al menos a dos semanas
llega.
Todos los mamíferos sienten pena, como escribe Allen Frances
en otro libro esencial ( ¿Somos todos enfermos mentales?): “es la parte
negativa y el precio que hay que pagar por la característica por antonomasia de
los mamíferos: el apego a los seres queridos”. Convertir el duelo en un
problema médico no solo someten a las personas a medicaciones innecesarias y
potencialmente perjudiciales sino que “reduce la dignidad del dolor”. O como
decía Samuel Johnson “el intento de conservar la vida en un estado de
neutralidad e indiferencia no es razonable y es vano. El ardid merecería una
atención muy seria si al desterrar la alegría nos liberásemos de la congoja”
Escribe Barnes: “Sabía que solo las viejas palabras servían:
muerte, congoja, tristeza, pesar, sufrimiento. Nada modernamente evasivo o
medicinal. La aflicción es un estado humano, no médico, y aunque haya píldoras
que nos ayuden a olvidarla no hay pastillas que la curen . Los afligidos no
están deprimidos sino sólo debida, adecuada, matemáticamente tristes ( el dolor
es directamente proporcional a lo que hemos perdido)”.
Entre compañías farmacéuticas sin escrúpulos, psiquiatras
desaprensivos y gurús de todo tipo y pelaje empeñados en convencernos de que el
optimismo lo puede todo , hemos llegado a creer que si sufrimos por perder a
alguien, la responsabilidad es solo nuestra por no ser suficientemente
“positivos”. Que cualquier tipo de revés necesariamente nos hará mejores y más
fuertes. Pero no es así:
“Alguien al que sólo había visto dos veces me escribió para
decirme que pocos meses antes a su mujer “se la había llevado un cáncer” ( otra
frase chirriante: compárese con “unos gitanos se nos llevaron al perro” o “ a
su mejer se la llevó un viajante de comercio”).Me tranquilizaba diciendo que
uno sobrevive al duelo: es más, sale de él “más fuerte” y en ciertos aspectos mejor persona…Más tarde
pensé: no hace más repetir la frase de Nietzsche de que lo que no nos mata nos
hace más fuertes. Y da la casualidad de que durante mucho tiempo he considerado
este epigrama especialmente engañoso. Hay muchas cosas que no nos matan, pero
que nos debilitan para siempre. Pregunten a alguien que se ocupa de v´ctimas de
torturas. Pregunten a asesores de mujeres violadas y a los que tratan la
violencia de género. Miren alrededor a los que sufren trastornos emocionales
causados por la simple vida cotidiana”.
Solo al final , si hay paciencia y suerte puedes aprender a
convivir con la pérdida. Barnes lo describe mejor que nadie: “ Pero no lo
superas de la misma manera que un tren sale de un túnel, …Lo superas más bien a
la manera como una gaviota se libra por fin de la pegajosa mancha de petróleo.
Alquitranado y emplumado de por vida”.
"Uno nunca se acostumbra, solo aprende a vivir con ello".
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