La vida
familiar del vicepresidente norteamericano, Joe Biden no ha sido fácil. Hace años
perdió a su esposa y a una de sus hijas en un accidente de tráfico en el que
también viajaba su hijo Beau. Este último murió en mayo del año pasado de un tumor
cerebral a los 46 años. Cualquiera puede entender lo que supone la muerte de un
hijo, los remordimientos sobre si se hizo todo lo necesario, si se acertó en el
tratamiento, si quizá pudiera haberse evitado de poner todos los medios necesarios.
La diferencia entre Biden y el resto de los humanos es que éste es el
vicepresidente del país más poderoso del mundo, y la reacción que puede tener
ante una tragedia semejante es proporcional a ese poder.
Desde la
muerte de su hijo Biden anda embarcado en una misión cuyo nombre da idea de su
ambición: “A Moonshot to cure cancer" ( una misión espacial para curar el
cáncer). Y como en el caso de la carrera espacial no se para en medios para
conseguir el objetivo, y que el propio Biden cifra en alcanzar los avances que
podrían conseguirse en una década en solo cinco años. Es lógico que Biden
desconozca los fundamentos de la investigación científica; lo que no lo es que
por el hecho de ser quien es, imponga un modelo de hacer las cosas que quizá
sirva en la carrera espacial, pero muy difícilmente en medicina.
Por
supuesto una iniciativa de este tipo es alabada por todo el mundo: es raro que
en España aún no haya tenido impacto en las páginas de salud de nuestros periódicos,
tan aficionados a este tipo de delirios. La iniciativa en cualquier caso no es
nueva. En los 70 se puso en marcha una iniciativa semejante, “La guerra contra
el cáncer” aprovechando el tirón que tiene siempre abordar estas
enfermedades en términos bélicos. Entonces ya se dijo que el cáncer podría
superarse en el 2015 con la módica inversión de 600 millones de dólares al
año.
En tono
transcendente Biden expuso su plan a principios de año: un encargo del
presidente Obama que se toma como algo personal. Parte de la base de que la
investigación científica está atrapada en silos sin contacto, impidiendo que
los avances en un campo como la genómica se aprovechen en otros como la
inmunoterapia por ejemplo. Argumenta que menos de un 5% de los pacientes con
cáncer acaban participando en un ensayo clínico. Y propone no solo aumentar
drásticamente los presupuestos destinados a investigar sobre el tema, fomentando
la colaboración entre instituciones públicas y privadas ( incluyendo por
supuesto la industria farmacéutica), sino que además propone acabar todas las
barreras entre los “silos” , para “ acabar con el cáncer tal y como lo
conocemos”. Y de hecho dedicó buena parte de su participación en Davos a
implicar en su cruzada a líderes de las empresas y países más influyentes del
mundo.
De
nuevo fue Vinay Prasad,( el autor del ya comentado Ending Medical Reversal y que también analizó con su
brillantez habitual No Gracias) quien ha puesto los puntos sobre las íes en
esta nueva “ cruzada”.
Comoescribía en The Washington Post, las medidas propuestas por Beaden y sus
seguidores caen por su propio peso: por ejemplo, la propuesta de que la Food
and Drug Administration (FDA) acelere los procesos para aprobar la utilización
de nuevas combinaciones de fármacos es tan ingenua como creer que podrás correr
más deprisa comprándote un nuevo cronómetro. Prasad se hace eco de un estudio
sobre los 71 fármacos aprobados para el tratamiento de tumores sólidos entre
2002 y 2014 y que demostraba que el aumento de la supervivencia apenas supera
en dos meses a la supervivencia con tratamientos previos, eso sin entrar a valorar
la toxicidad y efectos adversos de los nuevos fármacos.
Tampoco
parece funcionar especialmente bien la gran esperanza de la gestión del Big
Data, y que podría permitir conocer las características de los pacientes que
tienen un mejor respuesta a los tratamientos: pero como demostraron el mismo Prasad y
Vandross, en estos casos resulta muy difícil saber si se basa en características
exclusivas de los pacientes o al lento crecimiento del tumor, algo tan ingenuo
como si la NASA estudiara los viajes náuticos de la antigüedad para planificar
sus viajes espaciales.
Aún
menos fundamentado es el énfasis en potenciar la inmunoterapia como panacea para
el tratamiento de los cánceres.
Como
señala Prasad el verdadero problema es ignorar completamente como se produce el
progreso médico, algo muy difícil de predecir y sometido habitualmente a los
caprichos de la serendipia. Más razonable sería proteger la investigación en un
amplio campo de disciplinas cuyos avances pueden ser de gran utilidad para las
demás ( de la investigación básica a la aplicada, de la genómica a las ciencias
sociales) y mantener el apoyo financiero a lo largo del tiempo, que lanzar
cohetes espaciales para aterrizar en planetas desconocidos.
A todos
nos apena perder a alguien a quien queremos. Pero por desgracia forma parte de
ese azar del que nadie está libre, consustancial a la vida, y que (como
escribía Skakespeare en Macbeth), “ no es más que una sombra que pasa, un pobre
cómico que se pavonea y danza una hora sobre la escena antes de desvanecerse”
( Foto: Biden recién aterrizaado)
Sí. Nixon ya lanzó su carrera contra el cáncer con el resultado conocido. Parece que estamos ante la repetición de lo mismo aunque cambien las formas y el contexto sea más moderno. ¿Quién iba a decir en la época de Nixon que a estas alturas el cáncer (o los cánceres según los puristas) iba a estar sin resolver? Porque resuelto, lo que se dice resuelto, no está.
ResponderEliminarEl post apunta certeramente además a algo importante. Debiera evitarse que personas implicadas seriamente en algo participaran en la decisión política sobre ese algo, sean asociaciones de víctimas, de enfermos o de desahuciados.
Es decir, podemos estar ante un conflicto de intereses curiosamente altruista, pero que es, a fin de cuentas, conflicto de intereses. Creo que éste es el caso de Biden, que citas. Su vida cobra sentido si evita que a otros les ocurra lo que le pasó a su hijo, pero esa ganancia de sentido personal puede ser negativa para muchos si se implantan políticas erradas.
No había reparado en lo que comentas y me parece fundamental. De la misma forma que no es deseable que alguien tome decisiones de gran importancia política en plena tormenta emocional, es cierto que hay conflicto de interese claros cuando es la situación personal la que determina tu decisión
ResponderEliminarPor desgracia la repercusión que tiene un político respecto a la salud aun sin tener ni idea, tiene mucha mas repercusión que la de alguien que lleva años trabajando en ese tema. Vease Esperanza Aguirre y su cáncer de mama