“Hoy
cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada
uno es amo y esclavo en una persona”.
Byung-Chul
Han. Psicopatología
El
mundo del Management, esa fe tan del agrado de gestores modernos (esos que
consideran que todo es solucionable con una buena sonrisa y una palmada en la
espalda del buen trabajador), tiene en la gestión del tiempo una de sus áreas
de mayor innovación. Si hace poco más de un mes recibíamos con alborozo la
propuesta que recogía El Pais de trabajar a partir de las 4 de la mañana para
que cuando lleguen los otros a la oficina, ya llevemos buena parte del trabajo
hecho, ahora es El Confidencial el que se hace eco de un invento revolucionario
que cambiará por fin nuestra forma de vida y nos hará ser mucho más eficientes
en nuestras disipadas e improductivas vidas.
Se
llama 100-10, “ la forma definitiva de organizar la rutina diaria para que te
de tiempo a todo”. Un gran científico, un tal Tim Urban, ha publicado en Wait
but why ( “new post every sometimes”),
el Harrison del gestor molón, su particular forma de organización del tiempo que
se ha convertido en viral inmediatamente
Consiste
en dividir el día en fragmentos de 10 minutos, nueva unidad de medida del
tiempo que sustituirá próximamente a las anticuadas horas, minutos o segundos.
En su opinión si descartamos las inevitables 7 u 8 horas para dormir (a la
espera de que la ciencia convierta el sueño en opcional) nos quedan 1000
minutos, es decir 100 bloques de 10 minutos. Todo consiste en bajarse la
rejilla que publica El Confidencial e irlas consumiendo como si fueses las
chocolatinas del almanaque navideño.
Así,
preparar la comida supone 3 unidades de medida, y tomarse una copa 10 bloques.
La clave está en decidir con quien o quienes empleas esos bloquecillos.Preparar una fabada a fuego lento es abominable en este contexto.
De esta
forma usted podrá ganar tiempo renunciando a prepararse unas judías verdes, u
optimizando la copa reduciendo a 6 bloques en lugar de 7 ( con la ventaja que la
cantidad de alcohol puede seguir siendo la misma, pero ingerida más rápidamente).
Esta
interesante estupidez no tendría mayor importancia si no fuera porque demuestra
en qué grado la búsqueda de la eficiencia y el incremento de la productividad ha
acabado asumiéndose como una obligación interna.
Lo
explica muy bien el profesor de filosofía de la universidad de las artes de Berlín,
Byung-Chul Han en su Psicopatología. Ésta no es otra cosa que el nuevo sistema
de dominación que en lugar de separar al opresor del oprimido ( como ocurrió
durante siglos) convierte al oprimido en opresor de sí mismo mediante el empleo
de la seducción: el individuo se cree libre, cuando el sistema lo que hace es
explotar su libertad. El neoliberalismo ha descubierto así, en palabras de Han, que
explotar a alguien contra su voluntad no es suficientemente eficiente: Solo la
explotación de la libertad genera el mayor rendimiento.
“El que
fracasa en la sociedad neoliberal del alto rendimiento se hace así mismo
responsable y se avergüenza”. No pone en duda la explotación inconsciente que
sufre, no deja que surja ninguna resistencia contra el sistema, sino que dirige
la agresión contra sí mismo: se considera un improductivo, un fracasado, un
inútil. Aparece la depresión y el “burnout”.
En el escenario de la atención clínica en atención primaria,la situación se replica: el médico que acumula retraso en la atención
a sus pacientes es un incompetente, “no sabe gestionar su demanda”. El que no
atiende a los pacientes en el mismo día, aunque la petición de la cita sea tan
severa como un picor de pies, entra en el tenebroso sector de la delincuencia
sanitaria. La estrategia de culpar a la víctima consigue que ésta admita que el
problema es solo suyo.
En el
nuevo mundo de los madrugones productivos, de los bloques de 10, son severamente
censuradas opiniones de gente peligrosa como Groopman y Hartzband, los que
escribieron en New England aquella herejía absurda: “Algunas de las mayores recompensas
del trabajo en Medicina proceden de “perder el tiempo” de forma no estructurada con nuestros pacientes,
compartiendo sus alegrías y tristezas”.
Lástima de hoguera.
Lástima de hoguera.
Hay mil técnicas de estas... Y ninguna es útil :)
ResponderEliminarPor cierto me quedo con la última cita.
Gracias Sergio
Pues ya somos un dos buscando desesperadamente alguine que nos resuelva lo que no tiene arreglo
EliminarGracias a ti Miguel angel
Yo también me quedo con la última cita, es la única recompensa que tengo en esta profesión que siempre perteneció a las Humanidades y ahora forma más parte de las Ciencias Económicas y empresariales... Lamentablemente.
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