domingo, 7 de mayo de 2017

La farsa







El individuo se subió al estrado hace unos días, y viniéndose arriba rebuznó: "Venimos de una crisis por una borrachera de gasto público y algunos ya quieren irse de copas", exclamó ocurrente esperando las risotadas de sus compinches. En el fondo, el individuo simplemente describía de forma bufa, lo que la corriente política que representa, y que se extiende como una mancha de chapapote por la política española piensa y siente: el gasto público es un despilfarro, algo excesivo e innecesario, malgastado por ciudadanos pedigüeños y funcionarios desaprensivos.
El Ministro de Hacienda español, autor del disparate, no debe leer obviamente el blog de Juan Simó; tampoco lo leerá seguramente ningún político español; pero no les vendría mal mirarse en el espejo de los datos. Como señalaba en una entrada magistral ( Reparto de la austeridad sanitaria durante la crisis) en la que se pone claramente de manifiesto , a partir de los datos de la OCDE, que los países que impusieron las duras medidas de ajuste y racionamiento (Alemania y Francia) incrementaban de forma significativa el gasto sanitario público. El club de los países ricos ( Francia, Alemania, los Países Bajos,o los países nórdicos) aumentaron el gasto sanitario público muy por encima de la media de la OCDE e incluso por encima del PIB de sus respectivos países. ¿Quién pagó “esa borrachera” de gasto público?: Los de siempre, es decir los cerditos que hozan y se rebozan en la cochiquera del sur de Europa, y de forma muy especial España, Portugal y Grecia.En este último caso, el maltrato llega al extremo de reducir el gasto sanitario público casi en un tercio (28%), cuando en 2008 ya era un tercio del promedio europeo. En el caso de España, el acercamiento del gasto sanitario público a la media europea desde 1980 a 2007, se fue al traste con el comienzo de la crisis y no ha hecho más que alejarse de lo que los demás gastan, esos países que, paradójicamente, reiteran una y otra vez sus mensajes de austeridad y recorte.Esa es la borrachera del gasto público español.
Los presupuestos de este año contarán (de momento) con el apoyo del partido del gobierno, Ciudadanos, el Partido Nacionalista Vasco y Coalición Canaria. Es decir, la práctica totalidad del espectro político que comulga con ese concepto de gasto público como rémora y despilfarro. Los presupuestos supondrán que el ya depauperado gasto sanitario público se sitúe por fin bajo la cifra del 6% del PIB: un 5,95%. Algo que debe parecer deseable para todos aquellos que han permitido con su acción política su aprobación.
Entre los que son cómplices de ello, pero ahora se rasgan las vestiduras en la puerta del templo, se encuentra también un partido que se llama a sí mismo socialista. Su inconmensurable portavoz escribía en Twitter estos días: “No estaba tomando el pelo cuando ha dicho que su máxima preocupación es el gasto social. Este cuadro lo han hecho ustedes”, escribe sorprendido como si el objetivo presupuestario fuera nuevo. Hace seis meses ya comentamos aquí cuales eran los compromisos en materia de estabilidad presupuestaria del gobierno español en funciones, y que suponían reducir el gasto sanitario público al 5,74% en 2019 (ahora se anuncia que en 2020 llegará incluso al 5,57%). No eran suposiciones malintencionadas; eran datos públicos, que no impidieron que ese partido llamado socialista permitiera con su abstención, el desarrollo de las políticas que continuarán reduciendo el gasto público sanitario hasta cifras que harán sencillamente inviable un sistema nacional de salud universal, con la calidad necesaria para que los ciudadanos no acaben huyendo de él hacia prestadores privados más solventes.
Por supuesto cualquier postura o decisión política es legítima, como lo fue aquella abstención del mes de octubre. Pero lo que no es permisible es que los que la fomentaron, permitieron y ejecutaron, con la boca chica o la boca grande, salgan hoy indignados a alertar de las barbaridades perpetradas por los que gobiernan. Ya está bien de farsas. El individuo del estrado rebuzna sus sandeces porque otros se le permiten.

Gráficas tomadas del blog de Juan Simó

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