"Somos normales porque no nos hacen suficienntes pruebas"
Pter Skrabanek
Siempre
me gustó mucho la definición de Tecnología que formuló Everett M. Rogers: “ Tecnología
es cualquier diseño para una acción instrumental que reduce la incertidumbre en
la relación entre causa y efecto implicada en la consecución de un resultado
que se pretende alcanzar”. Es decir implica hablar de instrumentos,
incertidumbre y fines. Al solicitar una radiografía de tórax ante un paciente
con tos, en cuya auscultación se escuchan crepitantes en la base derecha del
tórax, reducimos la incertidumbre sobre la posible causa que origina tal efecto
(la tos).
Para el
que no le conozca Rogers fue un sociólogo americano que escribió probablemente
el libro más influyente sobre Difusión de Innovaciones, resultado de más de
cinco décadas de observación y estudio que se iniciaron con sus trabajos sobre
el comportamiento de los campesinos americanos a mitad del siglo anterior.
Aplicando
la definición de Rogers la escucha y el interrogatorio de un médico con
suficientes conocimientos y experiencias (base de la intuición como ya escribió
Herbert Simon) sería sin duda una tecnología especialmente poderosa
puesto que reduce la incertidumbre de causa a efecto a un coste muy bajo. Por supuesto,
como ocurre con cualquier tecnología, no está libre de cometer errores: puede
no detectar la causa real del problema, equivocarse en su identificación, o dar
como existente lo que no existe (un falso positivo). Como cualquier otra
tecnología, sin duda, pero con la capacidad añadida de integrar (siempre que
tenga el conocimiento, la sensibilidad y el tiempo) los valores y
preocupaciones del paciente en el abordaje de su problema: si es
suficientemente competente podrá reducir las incertidumbres de éste y orientar
su decisión final de la forma que mejor equilibre sus aspiraciones de
resolución, seguridad y confort. Si aceptamos por tanto esa acepción de
tecnología un médico bien cualificado es un recurso sumamente valioso.
En este
sentido, como bien comentas Abel, creo que la primera victoria para este nuevo estado
de cosas ha sido la del lenguaje, al excluir del concepto de tecnología todo
aquello que no sea un artefacto, un instrumento, un artilugio. En definitiva
convirtiendo a la “medicina tecno-científica” en sinónimo de medicina. Las
palabras determinan nuestro pensamiento, y siguiendo lo que tan bien explicas a
través del texto de Toulmin, es más que evidente que la medicina de las últimas
décadas fue moldeada a través de la severa infección producida en ella por dos
agente patógenos sumamente virulentos: la guerra y la industria. Estrategia y
táctica, proceso y producto, parasitaron
la práctica de un trabajo para el cual la mejor metáfora nunca puede ser la
máquina y sus componentes. Hubiera sido más adecuado sin duda, como señalan en
Edgeware Zimmerman,Lindberg y Plsek emplear el cuerpo humano y su homeostasis como metáfora , pero a nadie
interesaba algo tan complejo, puesto que el empleo sistemático de la máquina en
la organización del sistema, la organización y el encuentro clínico establecería
sinergias interesantes con otros sectores en las que esa metáfora es de uso
obligado. Es decir, una suplantación de su antiguo
entorno, la naturaleza, como bien comentas citando a Ellul,. Completamente de acuerdo por ello en esa usurpación y que lleva a ubicar definitavemente a la
medicina en la técnica, hasta el punto que “sólo” interesa la medicina en su
dimensión técnica como demuestran cada días los grandes comunicadores ( y
manipuladores) de los medios de comunicación, los ministros y consejeros de
todo signo y por todo ello las propias demandas de la sociedad.
Estableces
como criterio clave para dirimir la verdad o falsedad de una intervención su
funcionalidad. ¿Funciona? Te preguntas. Pero, ¿respecto a que?
En Disease,
Diagnosis and Dollards, el profesor de UCLA , Robert Kaplan señala la
existencia de enormes caladeros de enfermedades no diagnosticadas en las
poblaciones humanas, que pueden ser atrapadas
a través del anzuelo de biomarcadores (colesterol presión arterial,
glucemia,..) y próximamente de marcadores genéticos. Su “captura” (como si
fueran atunes rojos) tendría sentido si ello aumentara la calidad o la
cantidad de vida; no es así.
Han
conseguido convertir la enfermedad en un artefacto de dos posiciones:on/off
como si fuera el amplificador de mi equipo de música: o se tiene o no tiene, y
si se tiene la ideología tecnológica obliga a intervenir; es inevitable porque forma
parte de su naturaleza.
Sin
embargo como señala Kaplan las enfermedades son procesos, que evolucionan a lo
largo del tiempo. En la mayor parte de las ocasiones comienzan bastante tiempo
antes de su diagnóstico, antes de dar la cara y que nos apercibamos de su
posible existencia.En otras ocasiones estará ahí aletargada como una culebra en
invierno, y nunca seremos conscientes de su existencia porque nunca afectará
nuestra vida.Es muy interesante un viejo trabajo de Black y Welch en New
England en el que resumían los porcentajes de personas muertas en Estados
Unidos por cáncer de mama, próstata o tiroides y su correlato en lo relativo a hallazgos de
dichos procesos neoplásicos encontrados en autopsias: 3% e mujeres morían por
cáncer de mama en Estados Unidos, otro 3% de hombres por cáncer de próstata y
solo 0.1% por cáncer de tiroides. En los resultados de autopsias de un gran número de
americanos que murieron por otras causas, se encontró que muchos de ellos tenían ahí agazapado,
cual culebras hibernantes, diferentes tipos de cáncer que nunca dieron la cara:
nada menos que en un 39% dde las autopsias aparecieron cánceres de mama, 46% de
próstata y en 100% de personas con 70 años cánceres de tiroides.
La
insaciable maquinaria tecnológica funciona como esas nuevas máquinas que venden
a domicilio y te muestran la enorme cantidad de bichos y ácaros que residen en
tu colchón.Cuanto más busquemos más encontraremos. Otra cuestión es que eso
sirva para mejorarnos la vida.
En ese
sentido, y volviendo al principio, no cabe duda de que tode este armamento
tecnológico reducirá nuestra incertidumbre respecto a los “defectos" que
esconde nuestro cuerpo. Pero por el contrario la incrementará respecto a que
tenemos que hacer ante tal descubrimiento, generando de nuevo mucha más
incertidumbre. Por lo que desde ese
punto de vista dista de ser una buena tecnología. No nos soluciona la vida, nos
la complica.
Un
abrazo amigo.
Mil gracias por seguir con la conversación. Me ha encantado la propuesta de deconstrucción de las metáforas de la máquina o de la guerra. Me he acordado de un texto de Lewis Mumford que comenté hace unos meses (http://www.nogracias.eu/2017/01/15/filosofia-de-la-tecnologia-para-medicos-la-megamaquina-de-lewis-mumford-por-abel-novoa/) que igual te gusta: "Las herramientas -o las tecnologías- por sí mismas no son nada sin una inteligencia capaz de culturizarlas, es decir, de ponerlas al servicio de la vida" Un abrazo
ResponderEliminarAbel, impresionante el texto
ResponderEliminarSeguimos este apasionante debate. Solo faltan las cervezas y un pay pay ( además de algún disco de los Jayhawks)
Un abrazo