Ricardo
II. William Shakespeare
No Gracias se hacía eco hoy del magnífico editorial del
último número de AMF, donde Nani Vall-llosera como Presidenta del Fòrum Català d’Atenció
Primaria (FOCAP) y Pablo Simón, como Presidente del Foro Andaluz de Atención
Primaria ( FoAAP) explican con suma claridad las razones por las que han
aparecido estas nuevas forma de organización profesional, foros alternativos a
las corporaciones clásicas que llevan décadas monopolizando la representación profesional:
colegios, sindicatos, y sociedades.
A
diferencia de éstas últimas, expertas en disfrazar la realidad con vistosos
envoltorios en forma de congresos multitudinarios presumiendo de su número de
socios, tanto el FOCAP como el FoAAP reconocen que su enfoque de la situación no
es la mayoritaria en la Atención Primaria. Tal ejercicio de sinceridad y
honestidad es de agradecer especialmente en una época caracterizada por la
disociación creciente entre la realidad y la imagen , en la que lo que se
percibe de cada uno de nosotros es siempre interesante, divertido y envidiable,
y donde los mayores manipuladores parecen versiones modernas de la madre Teresa.
Ni el
FOCAP ni el FoAAP son mayoritarias simplemente porque implican un grado de
compromiso que cada vez menos están dispuestos a asumir. Howard Stoate escribió
hace ya tiempo: “Lo más extraordinario
respecto a los médicos generales es que se infravaloran a ellos mismos. Creen
que no tienen poder, pero no es así. Ven a dos tercios de un millón de personas
cada día, más que los especialistas, bastante más que los políticos, incluso
que los curas.
Los médicos generales están en una posición única. Realmente, en términos de hegemonía política realmente ocupan de lejos la posición más poderosa en la sociedad. Porque son profesionales, son admirados, son educados, son generalmente un activo tipo de grupo”.
Los médicos generales están en una posición única. Realmente, en términos de hegemonía política realmente ocupan de lejos la posición más poderosa en la sociedad. Porque son profesionales, son admirados, son educados, son generalmente un activo tipo de grupo”.
Si
realmente los médicos de familia, y el resto de profesionales de la
Atención Primaria en España quisieran cambiar la situación de acoso, deterioro
y desprecio a la que la someten sistemáticamente sus respectivas administraciones,
bastaría con que se hicieran conscientes de lo que su trabajo supone para el
normal funcionamiento del sistema sanitario, para que el político de turno comenzara
a reconsiderar sus prioridades.
Pero
eso no ocurrirá. Las especialidades avanzan excavando en su propio
conocimiento, progresando en profundidad hacia parcelas cada vez más
delimitadas, concretas, específicas. Lo que pretende la Atención Primaria es no
quedarse atrás en ese objetivo de profundización ( se llame diabetes, depresión
o embarazo) mientras aspira a abarcar el entorno en la que las personas vive, enferman
y sufren. Mientras los cardiólogos tienen a Eugene Braunwald como referencia, nosotros identificamos ,
como bien señalan en su editorial, a Julian Tudor Hart, Barbara Starfield o
Iona Heath, quienes conviertieron en cierta forma sus vidas en un compromiso
con la Atención Primaria
¿Cuántos
profesionales de la Atención primaria están dispuestos a hacer efectiva la idea
de que la Atención primaria es política por definición? ¿Cuántos, a pesar de saber que no recibirán el
más mínimo apoyo o reconocimiento de la administración para la que trabajan?
Pocos.
Es
mucho más sencillo suponer que todos los mareos son psicológicos en lugar de
realizar con detenimiento una exploración neurológica, de volver a leer los
textos básicos a la búsqueda de las causas de ese trastorno cuando nadie nos lo
va a exigir. Es mucho más fácil encogerse de hombros ante la mujer que vive en
un infierno familiar o decir que nada podemos hacer ante la anciana que soporta
cada día cortes de luz en los días fríos de invierno porque los que se hacen millonarios
cultivando marihuana en el piso de arriba provocan apagones un día sí y otro
también, mientras a los demás nos hace mucha gracia.
Es
cierto que la Atención Primaria está mal, que es inadmisible tolerar que no
haya límite al número de pacientes que deben atenderse al día, que no exista autonomía
para organizar la agenda, y que se de por innegociable que las ausencia en
Atención Primaria no se cubre. Por definición.
Pero no
está mal en el fondo saber que por mala que sea la mañana eso acaba a las 3,
que nadie nos va a quitar el trabajo, y que tenemos todas las tardes libres
para seguir rumiando.
Las
generaciones acomodadas de la Atención Primaria malgastamos nuestro tiempo. Y
ahora el tiempo nos malgasta. A pesar de lo fácil que resultaría cambiar las
cosas si estuviéramos dispuestos a ello no lo haremos. Lo peor es que, como
escriben Vall-llosera y Simón, nadie lo hará por nosotros.
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