miércoles, 4 de marzo de 2020

Espejito, espejito ¿que sistema sanitario es más bonito?



A preguntas de un periodista de la cadena SER sobre la preocupación de los ciudadanos por la infección con el coronavirus, la Ministra de Hacienda, María Jesús Montero respondió que hay que estar tranquilos porque “tenemos el mejor sistema sanitario del mundo”. Coincide en sus apreciaciones con el Ministro de Salud de Chile Jaime Mañalich, quien afirmó hace unos días que “el sistema desalud chileno es uno de los mejores del planeta Tierra”. Es lo que tiene ser hooligan, uno siempre cree que su equipo es el mejor.
Afirmaciones propias de la barra de un bar, de una fiesta loca de verano pasados de vueltas, o viendo la final de la Champions. Sorprende en responsables políticos, pero como se ve es independiente del contenido y la supuesta ideología política.
Los sistemas sanitarios no son como los campeonatos de fútbol, no se les otorga estrellas para colocar en la bata. Porque realmente ¿Cuál es el mejor sistema sanitario del mundo? ¿Cómo pueden compararse sistemas incardinados en contextos completamente diferentes? Medir la salud no es sencillo porque son muchas las dimensiones que supone el término. Y aún si eso fuera posible, buena parte del nivel de salud viene determinado por causas no atribuibles al sistema sanitario, desde la genética de la población, al estilo de vida, las condiciones ambientales, o la simple suerte. Si el criterio es económico, gastar mucho no supone gastar bien (ahí el ejemplo de Estados Unidos, el país que más gasta y que más despilfarra), ni gastar poco es ser eficiente (puesto que por debajo de un cierto umbral no resulta posible garantizar servicios sanitarios de calidad para todos sus ciudadanos). Si recurrimos a indicadores de calidad, aparece el problema de cuáles de ellos elegir, qué dimensiones son realmente sensibles y específicas del buen desempeño de un sistema sanitario. Prueba de ello son las diferencias entre clasificaciones según cual sea la fuente y el interés oculto de sus autores.
El sistema sanitario español lleva más de una década reduciendo significativamente su gasto sanitario público e incrementando el privado; los compromisos de España con la Comisión europea establecían que nuestro gasto sanitario público se reduciría al 5.74 para 2019; en el último Health at Glance de la OCDE el gasto sanitario público se redujo a solo el 71%; sólo Portugal, Hungría, Grecia y Polonia lo tienen más bajo (Chile apenas alcanza al 50%, 21 puntos menos de la media de la OCDE). Pero aún hay un dato más relevante: En el periodo 2008 a 2018 el gasto sanitario español se redujo un 1,4%, reducción del gasto que sólo sufrieron los países de la esfera PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España). Ningún otro cerdito (PIGS) va por ahí presumiendo de ser el mejor sistema sanitario del mundo, bastante tienen con salir adelante, aunque de alguno de ellos ( Portugal) mucho tendría que aprender España. Pero el inmenso recorte en materia sanitaria producido en España en una década y el rápido proceso de privatización encubierta del sistema ( que pasó del 20 al 30% en solo una década) no ha sido inconveniente alguno para la actual Ministra de Hacienda para afectar en modo alguno a nuestro sistema, en un caso realmente milagroso en el escenario sanitario mundial. Proceso en el que hay que reconocer la importante contribución de la señora Montero durante todos esos años, primero como Consejera de Salud en Andalucía (2004-2013), después como Consejera de Hacienda en la misma comunidad (2013-18), y en los últimos años como Ministra de Hacienda. Según señalaba El País la inversión en 2011 por ejemplo disminuyó en Andalucía un 15% entre 2010 y 2014,a pesar de ser la comunidad autónoma que menos invertía por habitante. En aquel periodo de ajuste más de 7700 puesto de trabajo se perdieron en Andalucía, proceso compartido con la mayor parte de las comunidades autónomas.
Seguir empleando el argumento de que el nuestro es el mejor sistema sanitario del mundo es tan insultante en Chile (véase el estallido social que no cesa, aunque no salga en televisión) como en España. Es dar por sentado que los ciudadanos son imbéciles. Solo hay que acercarse a un centro sanitario de cualquier comunidad para comprobar que las listas de espera son desmesuradas (además de opacas), que no existen reemplazos ante las ausencias, que los contratos son abusivos y precarios, que el burnout y la desesperanza de los profesionales alcanzan niveles nunca vistos, mientras se multiplica la demanda de servicios alimentada por las promesas irresponsables de los políticos de turno.
De momento el sistema responde como puede ante la incidencia imprevista de la infección por coronavirus; gracias en gran medida a la responsabilidad de los profesionales que multiplican turnos y jornadas de trabajo. Pero veremos qué ocurre cuando aumenten los casos con necesidad de atención, falten reactivos para las pruebas diagnósticas o empiecen a faltar profesionales por el propio contagio del virus como ya está ocurriendo en Osakidetza.
No se qué puesto ocupa en el ránnking mundial de sistemas que tanto excita a los políticos el sistema español. Lo que sí creo es que el sistema precisa de muchos más cuidados intensivos que la inmensa mayoría de los pacientes infectados por el coronavirus.  Aunque parezca tener un semblante espléndido.
Como me contaba un buen amigo, el sistema sanitario español se parece cada vez más a las Vírgenes de Semana Santa: todo florido y resplandecientes por fuera, pero que cuando las desnudan debajo sólo queda un palo.

2 comentarios:

  1. Gracias por el post Sergio, con cuyo contenido estoy de acuerdo. Creo que la imprescindible autocrítica sigue ausente en nuestros lares. Al tema de los recursos creo que es necesario añadir los problemas derivados de los incumplimientos legislativos en relación a la universalidad y equidad así como la ausencia de análisis sobre los cambios estratégicos y de orientación de un sistema sanitario diseñado hace 35 años.

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  2. lo podemos utilizar en nuetra pafina de Faccebok Marea Blanca de Valles?

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