Manos arriba, en fila india; “protegiéndoles” (¿o protegiéndonos?) del contagio que supone tocar una superficie, por si acaso sobrevive algún SARS-CoV2 que quizá haya resistido a los cientos de litros de lejía o gel hidroalcóholico que utilizamos cada día en todo lugar y circunstancia. Aún en el contexto de histeria colectiva que genera la pandemia parece impensable organizar la entrada en cualquier empresa, centro de trabajo o de ocio con semejante procedimiento. Cuesta imaginar que los grandes comunicadores mediáticos de este país, los pocos funcionarios que aun trabajan presencialmente, los miembros de los diecisiete gobiernos españoles y sus múltiples asesores, asistentes o corifeos toleraran semejante trato.
En el mismo municipio, Albolote, acaban de aplicar las nuevas restricciones establecidas por la Junta de Andalucía ante el aumento del número de personas con pruebas positivas a SARS-CoV2. Con la celeridad y diligencia que brilla por su ausencia para otro tipo de intervenciones, la Policía Local ha precintado el reciento de juegos para personas mayores apenas a las dos horas de hacerse pública la orden. No han necesitado precintar sin embargo el parque infantil cercano, puesto que permanece cerrado desde la declaración del estado de alarma. Nadie ha considerado durante más de 8 meses que los niños merecían volver a poder tirarse por el tobogán, mientras a su lado, en una cancha de fútbol sala se concentran habitualmente 15 o 20 chavales a jugar al fútbol. Para políticos de todo signo y epidemiólogos autoritarios el juego del niño es una actividad superflua, innecesaria, una actividad obviamente no esencial, la primera en suprimirse dada su poca relevancia para el sector productivo.
Los niños no protestan, no tienen portavoz ni organizaciones sindicales, no son entrevistados en la televisión ni son tertulianos invitados a hablar de cualquier tema; son objetos inertes, magnífico motivo de argumentación para pensadores y políticos que defienden con vehemencia sus derechos, pero desde un punto de vista exclusivamente teórico como si fueran un enigma matemático.
Una de mis vecinas, de cinco años, lleva dos aislamientos de 14 días en apenas cuarenta días de curso escolar. En ambos casos dieron positivo dos compañeritos con los que no tenía contacto estrecho. Pero es lo que establece el protocolo y no hay más que discutir.
Durante el anterior confinamiento los padres tuvieron que convertirse durante cuatro meses en maestros improvisados en muchos colegios de este país. Nadie les había preparado para ello y tuvieron que compatibilizarlo con sus propios teletrabajos y el mantenimiento de la rutina de cada hogar. Los maestros por su parte ascendieron en el escalafón y se convirtieron en inspectores, examinadores estrictos de la tarea de los padres. En muchos colegios su contacto con los niños se limitaba a enviar tareas y evaluar videos. Podría disculparse en aquel primer pico, cuando a todos nos pilló de improviso. Pero se levantó el confinamiento, se realizó la desescalada y el sistema educativo español aprovechó el verano para hacer lo que mejor sabe hacer: irse de vacaciones. Se dirá que generalizar es injusto, que muchos maestros trabajaron parte del verano buscando la mejor fórmula para enseñar a sus alumnos. Sin duda. Pero el resultado a fecha de hoy es de suspenso absoluto.
En primer lugar porque la formación remota dista mucho de estar adecuadamente diseñada, desarrollada e implementada en cualquier país del mundo, pero mucho menos en España. Se cree que basta con tener wifi en casa, un ordenador y un enlace a zoom para poder dar una clase. Todos sabemos que una cena con amigos, una conferencia o un concierto no es ni remotamente similar si lo vemos en una pantalla que si lo disfrutamos en vivo. ¿Cómo va ser lo mismo una clase cuando además no se han formado a profesores y alumnos para ello?
Miera Levinson una profesora de Harvard que ha publicado sus trabajos en New England a propósito de esto escribe: “ la educación habla de aprender a confiar en otros y ser vulnerable con otros. Si tu estás aprendiendo estás haciendo algo ( aunque sea por un momento) que no sabes cómo hacer. Es una posición muy vulnerable; los seres humanos necesitamos tener relaciones con suficiente nivel de confianza como para poder hacerlo”.
Se piensa que no pasa nada por dejar a los niños sin clase. Antes eran tres meses, de ser así la previsión puede ser de un curso completo, en el mejor de los casos con continuas y reiteradas interrupciones. En la II Guerra Mundial los niños de ciudades bombardeadas que tuvieron 1,2 años de escolarización menos vieron sus ingresos reducidos en un 6% cuando fueron adultos que los niños que vivieron en ciudades no bombardeadas. Los niños de 7 años que sufrieron el Katrina en Nueva Orleans una década más tarde ni estudiaban ni trabajaban en un porcentaje mucho mayor que los niños de otras ciudades.
Aquí no se publican las experiencias derivadas de la falta de clase presencial no sea que se molesten la Ministra de Educación y las Consejeras y Consejeros de la misma rama de las comunidades autónomas. En Estados Unidos sí. En el impresionante reportaje de Alec MacGuillis para New Yorker se cuenta la historia de Shemar, un talentoso adolescente de Baltimore en matemáticas, que ve como todo su escaso futuro se va al traste al suspenderse las clases presenciales. ¿Cuántos Shemar hay en España que van a ver inevitablemente destruidas sus escasas posibilidades de salir adelante por la disparatada política educativa respecto a la COVID 19? No todo son cifras. Detrás de las decisiones de cierre de colegios e institutos hay muchas posibilidades de futuro en peligro que a nadie parece importar. Pero cuando menos, traten a los niños con el respeto que merece cualquier persona.
A lo que hemos llegado.. .
ResponderEliminaruna cosa es el confinamiento , pero otra cosa es que esto lo deje hacer un alcalde y sus consejeros
ResponderEliminarUna vergüenza que permitamos esto con nuestros hijos
ResponderEliminarHay que ser retorcido para escribir esto y quedarse tan fresco. Soy padre de un niño del colegio y se de lo que hablo respecto a este tema. La maestra Luz, que es una de las más queridas del centro, propuso a modo de juego el primer día de clase por el miedo de los niños a tocar nada, el pasar al aula de este modo. Hay que tener poca vergüenza para utilizar a nuestros hijos como armas arrojadizas por unas ideas políticas. No tenéis vergüenza ni dignidad.
ResponderEliminarPor favor... estoy indignada con estas imágenes... ¿sería posible ver dónde y quién las ha publicado?
ResponderEliminarMillones de gracias por darle voz a lo que está ocurriendo
Mi nombre es Alberto Molina Cervilla y soy el director del CEIP San Isidro Labrador de El Chaparral. Centro al que pertenecen estas fotos. Las cuales están totalmente sacadas de contexto. Se trataba de un juego propuesto por la tutora para entrar el primer día de clase sin tocar ninguna superficie.
ResponderEliminarMe parece indignante que se usen fotografías de niños para cualquier fin extra educativo, ya sea político o de cualquier otra índole. Más aún sin conocer el contexto.
Los docentes estamos más que hartos de que nos digan cómo hacer nuestro trabajo, de estar siempre en boca de todos opinando sobre si hacemos esto o lo otro. ¡Basta ya! Llevo muchos años en esta bendita profesión y salvo muy contadas ocasiones, todos los docentes con los que he coincidido son grandes profesionales que aman su labor y lo dan todo para que sus niños y niñas se formen de la mejor manera.
Un ejemplo claro lo tenemos en mi compañera Luz que aparece en las fotos. Una profesional con Mayúsculas, que lleva toda su vida desarrollando su labor docente de una manera ejemplar. Que no ha dejado de formarse y formar a otros compañeros para ser mejor profesional si cabe. Ya quisieran muchos centros tener maestras como Luz en sus plantillas.
Toda la sociedad está viviendo unos tiempos muy difíciles y duros, sin duda. Pero en todas las profesiones se cuentan con medidas de aforo, distancia, protección etc.
Nosotros nos enfrentamos todos los días a convivir con grupos de más de 20 personas en espacios cerrados, sin distancia de seguridad e incluso las compañeras de infantil sin mascarilla. Y lo hacemos porque es nuestro trabajo, nos apasiona y creemos en lo que hacemos.
Así que por favor, dejen que lo hagamos en paz y no usemos la educación para volcar nuestras frustraciones, odios o ideales políticos. Nuestros niños y niñas no se lo merecen.
Espero que al igual que la persona que ha escrito este texto ha tenido la libertad de publicarlo, dejen también publicado este comentario y no lo borren como han hecho con algún otro previamente.
Esto es real?
ResponderEliminarMe gustaría ver que fuentes tienes para editar esto.
Como casi todo es mentira... Ya dudo de todo.
No encuentro más información al respecto.
Gracias
Mi total apoyo a esa profesora que solo intenta con buenas intenciones minimizar la situación tan dramática que estamos viviendo . Así va el país habiendo personas que se preocupan por estas tonterías . Más ayudar y menos crear estas polémicas absurdas
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarMi total apoyo a esa profesora que solo intenta con buenas intenciones minimizar la situación tan dramática que estamos viviendo . Así va el país habiendo personas que se preocupan por estas tonterías . Más ayudar y menos crear estas polémicas absurdas
ResponderEliminarMi más sinceras disculpas a quienes enviaron sus comentarios y que no he podido leer hasta hoy por la propia aplicación del blog.
ResponderEliminarPero también por si he podido ofender o molestar a la comunidad educativa con esta entrada.
Las imágenes aparecieron en el periódico de Albolote , no las he hecho yo de forma subrepticia. Por lo tanto son públicas. Es cierto que el desconocimiento del contexto puede llevar a interpretaciones equivocadas si se trataba de un juego con los alumnos. Quizá en este caso hubiera sido preferible que el periódico local no las diera publicidad y le colegio hubiera evitado su publicación porque inevitablemente las imágenes por si mismas reflejan una situación que es dificilmente justificable
En cualquier caso de nuevo mis disculpas.