"La guerra es la paz
la libertad es la esclavitud
la ignorancia es la fuerza”
1984. George Orwell.
El pasado domingo 25 de octubre el presidente del gobierno español comunicó la intención de su gobierno de declarar el estado de alarma por un periodo de 15 días prorrogable 6 meses más, hasta el 9 de mayo. El estado de alarma , según establece la Constitución “será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo”. Durante la vigencia del estado de alarma ( según establece el Tribunal Constitucional) “se puede, entre otras medidas, limitar la circulación o permanencia de personas o vehículos en horas y lugares determinados, practicar requisas temporales e imponer prestaciones personales obligatorias, intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres, explotaciones o locales, limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera necesidad.”
No es por tanto un aspecto menor, algo que pueda delegarse en la autoridad sin menoscabar derechos fundamentales. Ser privado de dichos derechos por seis meses en un régimen democrático, no es justificable cuando es imposible conocer a estas alturas la evolución de la causa que aparentemente lo genera (la pandemia COVID-19). Una decisión de tal gravedad solo sería entendible durante tanto tiempo si el Presidente del gobierno supiera con certeza que los efectos de no declarar el estado de alarma producirían una mortalidad de la envergadura de las ridículas previsiones del grupo de Neil Ferguson para el Imperial College ( los que aseguraban que de no confinar completamente Estados Unidos se producirían más de dos millones, doscientas mil muertes). Más bien al contrario, la mano derecha del presidente del gobierno en asunto epidemiológicos ( Fernando Simón) se permitía en el programa de variedades de Planeta Calleja afirmar que para la misma fecha en que finalizaría el estado de alerta andaríamos todos como antes de la pandemia. El estado de alarma permite la adopción de múltiples medidas que coartan gravemente la libertad. Como por ejemplo el establecimiento de “toques de queda”, que en la particular neolengua del presidente del gobierno y de algunos presidentes autonómicos ( Galicia por ejemplo), pasan a denominarse “ restricciones nocturnas a la movilidad”. Es entendible que busquen términos amables para un concepto extraído de los estados de sitio y el ejercicio de las más estrictas dictaduras ( por mucho que se establezcan también en Europa), que generan evidentes perjuicios para las personas y los trabajos, y cuya efectividad para controlar la pandemia es más que discutible: probablemente nadie ha descrito mejor que Javier Segura el desatino de la medida, que viene de nuevo a señalar a la noche como la madre de todos los males y pecados, como si el SARS-CoV 2 fuera un depravado personaje a la búsqueda de jovencitos y jovencitas desaprensivos.
En cualquier caso, y aceptando el estado de alarma como animal de compañía hasta mayo, ignorando los graves efectos en trabajos, empleos y negocios, uno esperaría un control regular de su ejercicio, y una rendición de cuentas real de sus efectos. Para el presidente esa se limitaba inicialmente a la comparecencia cada quince días de su Ministro de Sanidad, probablemente porque él tiene cosas más importantes que hacer que esa necedad de rendir cuentas; al final ha tenido que “someterse” a acudir cada dos meses a “explicar la evolución de la pandemia”, lo que ha generado un desconocido apoyo parlamentario ( casi 200 diputados) probablemente porque todo político español es alérgico por naturaleza a la rendición de cuentas.
Al otro lado de la misma ciudad, la presidenta de la Comunidad de Madrid, probablemente una de las tres personas con responsabilidades políticas más irresponsables e incompetentes del mundo ( en dura pugna con Trump y Bolsonaro) responde de la siguiente forma a la pregunta realizada por una periodista sobre cómo iba a dotarse de profesionales el hospital de Valdebebas,monográficamente dedicado a la pandemia: “es una pregunta que no se hace a un presidente autonómico”.
Es muy grave la ignorancia de esta persona bajo cuya responsabilidad se encuentra la comunidad autónoma con mayor PIB de España. Ignora que un hospital no es un edificio, no es su infraestructura, que precisa no sólo personal cualificado contratado a través de procedimientos reglados, sino que necesita un modelo de gestión y de atención, una fórmula de financiamiento y un órgano para su gobernanza y dirección estratégica. Aspectos que no sólo debería conocer, sino sobre los que en cualquier país del mundo está obligada a rendir cuentas: por sus inversiones, decisiones y sus actos, obligaciones que por su actitud claramente desprecia.
La rendición de cuentas de los responsables políticos es sistemáticamente despreciada en este país que sigue en puestos de honor en el mayor desastre humano de la pandemia. Es bastante plausible que el virus SARS CoV 2 no tenga mayor virulencia en España que en el resto del mundo; y es bastante probable que, aunque en España haya irresponsables , estos no sean mucho más numerosos que en otros países del mundo, máxime cuando somos tan obedientes a la hora de cumplir prohibiciones estúpidas como no permitir a los niños jugar en los parques. Por lo que es probable que la gestión de la pandemia sea la causa principal de nuestro nefastos resultados en infecciones y muertos: de la que sus responsables eluden rendir cuentas sistemáticamente, queriendo hacernos creer que lo que es un desastre trágico es un magnífico ejercicio de liderazgo. En su neolengua.
Querido Sergio,
ResponderEliminarLa rendición de cuentas no está ni se le espera. Si esta fuera la norma habitual en nuestro país (y otros) el recambio político consiguiente a la constatación de los errores, corrupciones y desidias tendría que adquirir una velocidad superior a la de la luz.
Querido Sergio:
ResponderEliminarNo pasa nada. Ese parece ser el gran lema de esos sabios a los que criticas. Eso sí, desarrollado en soporíferas homilías extraparlamentarias de Sánchez.
Los telediarios son repetitivos. Tenemos dos grandes problemas, el virus y los bares, en un país que parece ser sólo "productor" de sol y playas.
Que a estas alturas, después de todas las desgracias ocurridas, se mantengan en sus bien remunerados puestos personajes como Sánchez, Illa, ministros varios, muchos desconocidos en la práctica, Ayuso y tantos más que sería prolijo y superfluo señalar, es para nota. Que siga Simón diciendo chorradas aún sería aceptable si sólo fuera un atentado a la inteligencia, sin más repercusiones.
Las analogías con "1984" son tristemente cada día más claras. Del lenguaje bélico ("Unidos lo pararemos", "saldremos más fuertes") hemos pasado al pacífico (desterremos la expresión "toque de queda"). La neolengua no es cuestión menor en un régimen totalitario y en eso, incluyendo la creación del oxímoron, sí que parecen estar asesorados, porque es dudoso que su mente dé para tanto.
Nuestro presidente autonómico (Galicia, autonomía abierta) ya dijo en su día que las aulas eran el sitio más seguro para los niños (por eso hay que cerrar parques si la cosa se pone fea, y no clases). Según "Galiciapress" a día de ayer, se reconocían al menos 961 casos en centros educativos no universitarios gallegos y con una disminución de capacidad de hacer PCR frente a la avalancha vírica https://www.galiciapress.es/texto-diario/mostrar/2141308/galicia-registra-otros-618-contagios-covid-24-horas-casos-activos-rozan-8000. Se refuerza así la triste conclusión de siempre: sálvese quien pueda, porque el capitán y su equipo tienen otras cosas que hacer.