martes, 20 de junio de 2017

El parámetro



La paciente es una mujer mayor: los más de 80 años han hecho mella en ella, en buena medida tras que un cáncer de mama (adecuadamente diagnosticado y tratado) se llevara por delante la mama y su paquete axilar, dejándole algún recuerdo en la pared costal y su pulmón derecho. Cuida de un marido aún más mayor, sorprendentemente bien para los años que tiene. Lleva un cierto tiempo ya mareada, con sensación de inseguridad al caminar que le trajo de la mano el miedo a caerse y empeorar aún más las cosas, no atreviéndose a salir de casa más allá de lo imprescindible.
Acude a consulta un tórrido día de junio; afortunadamente el centro de salud le queda cerca.La médica de familia lleva poco tiempo, una más tras los mil y un concursos de traslado, oposición, sustituciones y demás extravíos. Ni joven ni vieja, es amable, pero parece mucho más interesada en la pantalla que de lo que cuenta la paciente. Sin preguntar entra en la historia clínica electrónica y comprueba con satisfacción que ya llegó la analítica. Frunce el ceño y le comenta que tiene algunos “parámetros” alterados: al comprobar que la Glicosilada anda por encima de 8, inquiere inquisitivamente si hace la dieta y algo de ejercicio; la enferma se excusa aludiendo al mareo como causa del escaso ejercicio; tras una pausa añade que por eso ha ido a consulta, pero parece que su médica no escuchó el comentario ( confirmando los estudios en que se demuestra que escuchamos a los pacientes cuando responden a nuestras preguntas, pero no tanto a lo que ellos espontáneamente cuentan).
Emite una receta cambiando de antidiabético oral e incrementando la dosis que considera insuficiente. La mujer vuelve con su matraca y pregunta qué podría hacer con el mareo. La especialista no responde, pero detecta un nuevo gazapo en el panel de control de la paciente: asombrosamente nadie ha reparado en ese colesterol “malo” de 130, que anda por ahí suelto sin el correspondiente policía farmacológico, que prescribe de inmediato, sin que la edad o la ausencia de cualquier antecedente previo cardiovascular sean tenidos en cuenta.
Con una sonrisa se aproxima a un cierre empático de la entrevista, indicándole que no se olvide de pasar por la consulta de la enfermera para revisar la tensión. Infatigable la paciente insiste en que ha acudido por el mareo; que  anda preocupada y además algo triste. Le tranquiliza su doctora diciéndole que puede ser perfectamente por el azúcar que lo tiene muy alto, y que en general mejorará casi seguro cuando haga más ejercicio. De nuevo echa un vistazo a la historia y comprueba que hace un año ya hizo un intento de tratamiento con antidepresivos el médico anterior:  con satisfacción le dice que no se preocupe, que le va a mandar una pastilla también para mejorar ese ánimo.
No le pregunta en ningún momento por las características del mareo, por los factores que lo precipitan o alivian, por el momento del día en que son más intensos. No se levanta tampoco de la silla para explorarla mínimamente; quizá sea porque la exploración neurológica ha caído en desuso, cuestionado el valor predictivo de Romberg, las pruebas antaño llamadas cerebelosas o la exploración de los pares craneales. O tal vez pueda ser que los mareos de los viejos ya se sabe lo que son, mareos por ser viejos, porque les falla todo, porque ni ven ni oyen ni entienden, y resulta un coñazo ponerse a buscar la causa en una tarde asfixiante de junio. A la mujer le importa poco su glicosilada y menos aún su colesterol, sólo quería encontrarse un poco mejor y volver a salir a la calle: mejorar sus síntomas, sus molestias, sus problemas; no cambiar de carcasa ni opitmizar los "parámetros", esos parámetros que generan una agradable sensación de satisfacción en sus médicas al comprobar que están dentro de la jaula, que permiten recetar medicamentos que están dentro de la guía, que permiten cumplir objetivos que están dentro del rango que maneja el oscuro controlador de los servicios centrales, que brinda sus excel al jefe con la satisfacción del deber cumplido.
Pregunto a esa buena mujer al volver qué le ha dicho el médico: “nada, si es que no te miran nada; solo me ha mandado más pastillas”.
No es muestra representativa, ni alcanza ningún grado de significación estadística esta pequeña anécdota; sin duda hay excelentes médicos y médicas de familia en este país que hacen las cosas de otra manera. Pero lo reconozcamos o no, también hay otros muchos que practican esta forma moderna de medicina: la basada en el parámetro, la que no pasa de ahí porque el anciano no tiene arreglo. O porque ellos mismos tampoco lo tienen

4 comentarios:

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    Pregunto a esa buena mujer al volver qué le ha dicho el médico: “nada, si es que no te miran nada; solo me ha mandado más pastillas”.
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    En uno de los salmos que me dice una compañera evangelista había una frase que me resultó interesante:
    "PAZ CON LIVIANEZ".
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    No la entendí de entrada pero se basa en que queremos que la gente sane con una simple pastilla, en lugar de sentarnos pausadamente a escuchar y empatizar con nuestros pacientes y sus motivos de consulta.
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  2. Paz con livianez. Que interesante y que necesario

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  3. Buena reflexión biométrico-clínica.

    La técnica se impone a la exploración física, base de la actuación clínica. Y el médico se deja llevar por los parámetros biométricos, que al paciente le preocupan más que nada por la continua infoxicación en cuestiones de salud. No hemos de olvidar la otra cara de la biometría:

    http://medymel.blogspot.com.es/2016/06/el-dano-que-puede-producir-la-biometria.html

    Es preciso recuperar el método exploratorio clásico. En cualquier caso, no nos engañemos: con los condicionantes impuestos en nuestro sistema, no se han dado antes con ambulatorios ni se dan ahora con centros de salud las condiciones para realizar una atención sanitaria de calidad (entiéndase sosegada, reglada, sensata, científico-humanista).

    No sirva de excusa la presión asistencial que implica falta de tiempo, porque un mínimo de actitud responsable ha de exigirse (dando por supuesta la aptitud profesional). Sin embargo, hemos de contemplar todas las variables, tanto del paciente, que exige pruebas, como la del médico, que demanda un límite asistencial y burocrático.

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  4. Muchas gracias por el comentario. Incides en dos aspectos fundamentales: la necesidad de recueprar otra forma de practicar la medicina ( con sosiego, reflexión y atención) y la necesidad de recuperar la autoexigencia en hacer las cosas bien, no por lo que nos paguen sino porque debemos hacerlo así

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