“Resulta escalofriante
el hecho de que existan tantas
similitudes entre la industria farmacéutica y la mafia. La mafia genera
ingentes cantidades de dinero, igual que las farmacéuticas; los efectos
colaterales del crimen organizado son los asesinatos y las muertes , los mismos
que los de la industria farmacéutica;
aún más la mafia soborna a los políticos, entre otros y eso también lo hace la
industria farmacéutica. La diferencia entre ambos es que los representantes de
esta última creen que cumplen con las leyes, y se creen diferentes de los que
atracan un banco”
Peter
Rost, ex vicepresidente ejecutivo de Pfizer, citado por Peter Gotzsche en “medicamentos
que matan y crimen organizado”,2014.
En el Encuentro del MEDOS (Máster de Economía y Dirección
de Organizaciones Sanitarias) organizado por la Escuela Andaluza de Salud Pública
y la Universidad de Granada se celebró una mesa redonda sobre la Decisión
clínica ante la Innovación farmacéutica. En ella participó el Director de
Relaciones con las Comunidades Autónomas de Farmaindustria, D José Ramón
Luis-Yagüe, y en la llamada “fila cero” (moderno invento) diferentes
representantes de la industria farmacéutica y la universidad.
Podría haber
sido una buena oportunidad de debatir sobre la delgada línea roja que separa la
verdadera aportación de los fármacos para mejorar la salud de las personas
enfermas, de los riesgos innecesarios a los que se les expone con el objetivo
de incrementar las ventas; del baile de tango ( en palabras de Gotzsche) que
llevan décadas practicando una industria obsesionada en maximizar el precio de
la acción y una profesión médica contaminada seriamente en su actuación por los
incentivos de aquella, y que ni tan siquiera cumple los requerimientos a los
que se somete a los periodistas de la sección de vinos del Wall Street Journal
(“ no aceptamos que nos den botellas gratis, ni viajes pagados ni invitaciones
a cenar”).
En una
intervención tan brillante como acostumbra Abel Novoa, el presidente de No
Gracias, planteó la necesidad de establecer un nuevo contrato social que evite
la deriva institucional a la que ha conducido la falta de reglas de juego y
compromisos explícitos por parte de los actores principales del asunto:
industria, médicos, gobiernos.
Pero,
sin embargo, para los representantes de la industria no existe la necesidad de
tal debate.En su opinión, los fármacos son entes buenos en sí mismos, puesto que
su fin es curar enfermedades; principales responsables (en opinión de una catedrática
universitaria) del aumento de la esperanza de vida del último siglo. Pero al
margen de lo discutible de la afirmación, los fármacos son también la
tercera causa de muerte al menos en Europa y Estados Unidos, sólo por detrás del
cáncer y las cardiopatías: según datos aportados por Peter Gotzsche más de
100.000 personas mueren al año en Estados Unidos por los fármacos que toman, a
pesar de usarlos correctamente; una cantidad semejante mueren debido a errores; en Europa más de 200.000 personas mueren al año por reacciones adversas según
datos de la propia Comisión Europea.
La
ampliación del reino de la enfermedad y la reducción proporcional del territorio
de la salud, hasta convertir al sano en excepción, tampoco existe para la
industria y sus defensores: las cifras que determinan la etiquetación de una
persona como hipertensa o diabética son cada vez menores, y los profesionales que
establecen dichos criterios tienen fuertes vínculos con los laboratorios que
fabrican los tratamientos , como ya señaló Ray Moynihan.Trastornos y
condiciones consustanciales con la vida, ya sea la tristeza por la muerte de un
familiar, la falta de rendimiento académico o la afición al sexo o la comida se
convierten en condiciones patológicas para las que se diseña la terapia
correspondiente, o mejor aún se diseñan nuevas enfermedades para dar salida a
los fármacos recién diseñados.
Que la prevención
primaria con estatinas genere un caso de diabetes por cada 255 pacientes tratados no es un problema, puesto que de esa forma también se incrementará la
venta de antidiabéticos orales.Que el hecho de que la aplicación de los
criterios de la American Heart Association en materia de prevención primaria
ante cifras de colesterolemia, suponga convertir a cerca de 1000 millones depersonas en enfermos ( con una estimación de negocio cercana al billón de
dólares solo hasta 2020), tampoco es cuestión de preocupación, puesto que los
fármacos son seguros, eficaces y baratos.
Bastaun incentivo de menos de 20 dólares para que se modifique significativamente la
prescripción a favor de los fármacos del laboratorio que paga la comida (como
demostró el trabajo de de Jong et alter sobre más de 279.000 médicos americanos).
Si esto es así, ¿Cuáles son los efectos de mantener inscripciones a los
congresos científicos de 500 o 600 euros? ¿Alguien cree realmente que los 2000,
3000 0 4000 asistentes pagan de su bolsillo sus inscripciones en el país en que
la mejor solución a la crisis en el sistema sanitario ha sido reducir los salarios,
ya de por sí de los más bajos de Europa?
“No
todos los médicos son corruptos”afirmó con rotundidad uno de los representantes
de la industria. La afirmación es tan indiscutible e innecesaria como la de que
los fármacos ayudan a curar enfermedades. Pero seguir mirando para otro lado ante
el entramado de corrupción que está minando la sostenibilidad de cualquier
sistema sanitario a través del fomento de tratamientos farmacológicos
innecesarios es la mejor forma de seguir manteniendo sobre
la industria farmacéutica la sombra de la sospecha.
La ingenieria de la manipulacion funciona matematicamente..
ResponderEliminarQuedamos en manos de las farmaceuticas, hospitales medicos aseguradoras y funerarias...nuestro equipaje se compone de medicamentos.
muy cordialmente
Muchas gracias poor el comentario. Sí estamos en sus manos, porque también queremos
EliminarUn saludo
Hola Sergio. Peter Gotszche ¿dio alguna explicación a sus relaciones con ciertas aseguradoras, como afirma Jerry Coyne que sostiene?
ResponderEliminarNo tengo ni idea. Aunque solo ssea por viejo aprendi a no poner la mano en el fuego por nadie
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