martes, 17 de mayo de 2016

Doctor, ¿me está escuchando?



"Tonight I'm wondering, what are you listening to?

Siempre nos enseñaron que cuanta más información obtengamos mejores serán nuestras decisiones. En la Facultad aprendimos a hacer historias clínicas prolijas acompañadas de exploraciones físicas exhaustivas. Y por supuesto la presión social nos lleva a pedir todo tipo de pruebas para satisfacer las ansias de tecnología de nuestra sociedad. A menudo en esa búsqueda permanente del Santo Grial de la información solicitamos más información de la necesaria , y una vez que la hemos obtenido le damos una relevancia que en modo alguno merece.
Hace 15 años, el grupo del siempre brillante Donald Redelmeier demostró que tendemos a darle mucha mayor importancia a la información que buscamos voluntariamente que a la que nos llega sin hacer el esfuerzo de buscarla. Como él escribíaal igual que en la borrosa frontera entre la educación y la propaganda, es difícil decir cuando la clarificación termina y la distorsión comienza”. Su estudio demostraba que uno de los factores que más influencia tenía en la decisión clínica era la propia conducta.
Para no caer en nuestra propia trampa recomendaba no buscar información si ésta no nos sirve realmente para tomar la decisión, establecer planes de actuación antes de que los datos estén disponibles ( para evitar ser seducidos por los cantos de sirena de información no relevante) , y por último  recurrir a la opinión de un colega que sea capaz de ver nuestro caso con una mirada mucho más fría.
Hace unos días otro grande, Kaveh Shojania, el editor del BMJ Quailty and Safety, alertaba del riesgos de no prestar la atención suficiente a los pacientes en la lista de correo de la Sociedad para la Mejora del Diagnóstico en Medicina (SIDM) .
La revista que dirige publicó el año pasado un metanálisis que exploraba este importante asunto desde otro punto de vista. En él se analizaba cómo se incorporan datos fundamentales del contexto en el que vive el paciente (es decir, circunstancias vitales que son muy relevante para su atención) al plan de actuación que diseñan los profesionales. En los tres entornos en los que se obtenían datos (un proyecto de investigación, un proyecto de evaluación del desempeño y otro de mejora continua de la calidad) comparaban la tasa de incorporación de los factores relevantes del contexto del paciente revelados espontáneamente por el paciente, frente a los obtenidos a partir de una indagación específica por parte del médico. Y lo que encuentran es que éstos atienden mucho más a los resultados de sus pesquisas que a lo que los pacientes les cuentan, en los tres ámbitos de estudio (68% vs 46%, 71% vs 54% y 93% vs 77%).
Pasar por alto esa información aportada espontáneamente por el paciente no es baladí. Los mismos autores del metanálisis, encuentran que los resultados de la atención son mejores si se incorpora esa información del contexto del sujeto que si no se hace.
En el editorial de la revista de Stojan et al que comenta el metanálisis, se señala el escaso conocimiento que tenemos sobre cómo se realiza realmente la comunicación con los pacientes, y de la que apenas nos damos cuenta. Creemos que escuchamos pero no lo hacemos, damos por hecho que tratamos por igual a todo el mundo y no es cierto. Stojan recuerda el trabajo de Johnson en que se demuestra que la conducta de los médicos es diferente según el color de la piel de los pacientes: si éste era afroamericano el médico era más dominante verbalmente y además empleaba un tono emocional mucho menos positivo que si era negro.  No habría que descartar que algo parecido ocurriría si la persona atendida es gitana, o extranjera o indigente.
Los editores concluían recomendando observarnos más (a través de grabaciones o por evaluadores externos durante nuestras consultas) para saber realmente como nos comportamos con los pacientes.
Cuanto más sabemos sobre el complicado arte de atender pacientes, más claro está que ese ejercicio es difícilmente incompatible con modelos de atención industrial en los que el objetivo es aumentar la productividad a cualquier precio. Los mismos que colocan continuamente al paciente en el centro del sistema en sus discursos, son los que impiden con sus políticas que ese loable objetivo sea algún día posible.                                                                                                                

2 comentarios:

  1. No soy médico clínico y eso limita mi opinión. Pero creo poder expresarla desde el lado del paciente, de otros pacientes, familiares... amigos, yo incluso en alguna ocasión.
    Cada uno está atravesado por la palabra; más que decir, es dicho y todo lo que impregna su biografía se muestra en la consulta. Las impregnaciones culturales son obvias; supongo que no es lo mismo ser castellano, catalán o gallego a la hora de mostrarse ante un médico. Desde el querulante patológico hasta el silencioso, el abanico de encuentros es amplio.
    Todas esas particularidades, todas esas singularidades, implican un esfuerzo hermenéutico por parte del clínico que parece ir en declive gracias a la digitalización de historias. La falta de escucha, que implica a su vez la falta de preguntas, suprime información relevante y se acompaña de ruido analítico, de imagen... Nada como los datos, nada como lo visible, aunque a veces eso sea ruido insalubre con falsos positivos y enlentecimientos diagnósticos. Ya ni los órganos son escuchados con el fonendo, elemento que se está convirtiendo en mera etiqueta profesional de quien lo lleva al cuello.
    Nada es menos equitativo que tratar igual a todo el mundo porque cada paciente es distinto, aunque su enfermedad sea común, y eso hace de cada encuentro algo singular.
    Exceptuando casos de muerte súbita o accidental, todos acabamos necesitando un médico; también los médicos. Somos afortunados cuando encontramos a algún compañero que sabe escuchar, incluyendo el miedo.

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  2. "Nada es menos equitativo que tratar igual a todo el mundo porque cada paciente es distinto, aunque su enfermedad sea común, y eso hace de cada encuentro algo singular."
    Que gran verdad, y que alejado está de las tendencias a sistematizar y estandarizar la asistencia que va impregnando ( y corroyendo) las instituciones sanitarias.
    Una buena práctica clínica implica tres fases diferenciadas: escuchar y tocar, explicar y registrar
    hacer las tres bien es incompatible con consultas del tipo de mostrador de información de estación de autobuses. Y lo aceptamos

    Ayer en una jornada sobre pacientes con enfermedades crónicas un reconocido internista planteaba ese mismo problema: crecen las demandas, aumenta la actividad y disminuyen los profesionales. Y el registro acaba por comerlo todo porque lo que determina el valor del médico al final es lo que haya dejado escrito en una historia electrónica. Si escuchó bien y explicó mejor se evapora. A fin de cuentas, ¿a quien importa?

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