“Era el mejor de los tiempos, era el peor de
los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las
creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la
primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos,
pero no teníamos nada; caminábamos directos al cielo y nos extraviábamos
por el camino opuesto.”
Historia
de dos ciudades. Charles Dickens.
Érase
una vez un extraño lugar en el que, al igual que en la novela de Dickens, todo lo poseíamos pero no teníamos nada;
alternaban días de tiniebla y noches de luz, prontos de locura y fogonazos de sabiduría. En
aquella distinguida corte convivían un viejo hospital, situado en las eras del Cristo, y un complejo hospitalario más moderno conformado por un hospital
general, un centro materno-infantil y otro traumatológico.
Un buen
día, hace cerca de veinte años, se llegó a la conclusión de que el viejo hospital
necesitaba con cierta urgencia buscar nuevo acomodo donde albergar a los “magos”,
los que con bolas de cristal y manos de acero solventaban las graves dolencias
de la mitad del reino. El viejo Rey decidió construir un nuevo centro, en la
parte sur de la ciudad, donde no existía nada que pudiera parecerse; y así fue
surgiendo entre planos y planes funcionales, una nuevo concepto de atención a
los enfermos imbuida de las últimas tendencias en procesos asistenciales, tan
de boga entonces. Pasaron los años, el centro fue tomando su forma, llegó la
crisis y cuando ya se acercaba el deseado momento de su puesta en marcha, la
nueva reina,bajo la influencia de sus consejeros, tomó una decisión insólita :
en lugar de trasladar un hospital de lugar, se recolocarían todas las estructuras
hospitalarias de la ciudad. Tocaba barajar las cartas y repartir de nuevo. Y
así el flamante centro sería ocupado por un nuevo hospital quirúrgico y
traumatológico, el viejo hospital traumatológico por el futuro centro materno-infantil,
y el viejo hospital materno-infantil por un moderno centro dedicado a la
oncología y la hematología de primer nivel. El nuevo reparto de cartas
implicaba fusionar servicios y culturas, no pareciendo que estuvieran muy por la labor los afectados por la ocurrencia. Pero como la opinión de los súbditos
solo es tenida en cuenta cuando coincide con los designios del monarca, se
siguió adelanto con el proceso que (a falta de cifras oficiales), parece ser
que fue de todo menos barato.
Y así cerca
de quince años después de colocar la primera piedra del nuevo centro, éste
comenzó a funcionar para un uso distinto a su uso inicial. Sin embargo el juego
de las sillas no funcionó como se esperaba, y la muchedumbre empezó a mostrarse
francamente descontenta, puesto que se precisaban ciertos estudios para saber a
dónde acudir en función de la dolencia que a uno le afligiera. El malestar
necesitaba su cauce, y así, un buen día apareció un caballero andante que
emprendió su particular revuelta contra aquel estado de cosas: la mecha prendió
un verano particularmente seco, arrasando cuanto a su paso encontraba: sucesivas
manifestaciones multitudinarias en que participaban juntas señoras con abrigos
de piel y músicos ambulantes, se llevó por delante a dos gerentes, un vice-consejero
y el máximo responsable del servicio de salud, de forma que su alteza se rindió
incondicionalmente entregando armas, bagajes y argumentos: primero fue la
promulgación de la orden que derogaba la fusión de los centros hospitalarios, y
hace dos días la rendición final con lo que implica: como en la viejo clásico
de los Hermanos Marx, se procederá a rellenar el hoyo que se había escavado, de
forma que el nuevo y flamante hospital quirúrgico volverá a ser un hospital
general, el nuevo y flamante hospital materno-infantil ( dotado de modernos
paritorios preparados para toda modalidad de parto y habitaciones infantiles) volverá
a ser traumatológico, y el futuro hospital
del cáncer regresará a su pasado como centro materno-infantil.
La muchedumbre aplaude alborozada.
¿Y el
coste? En el Reino de la abundancia eso no importa.
¿Y el coste de oportunidad? En esta parte del
Reino de las Dos Caras eso no existe.
Fotografía: El Dr. Jesús Candel ( Spiriman) a lomos de un Policía Local en el juzgado de paz de Albolote.Agencia Efe
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