“Caminan lentamente sobre un lecho de confeti
y serpentinas, una noche estrellada de septiembre, a lo largo de la desierta
calle adornada con un techo de guirnaldas, papeles de colores y farolillos
rotos: última noche de Fiesta Mayor (el confeti del adiós, el vals de las
velas) en un barrio popular y suburbano, las cuatro de la madrugada, todo ha
terminado. Está vacío el tablado donde poco antes la orquesta interpretaba
melodías solicitadas, el piano cubierto con la funda amarilla, las luces
apagadas y las sillas plegables apiladas sobre la acera. En la calle queda la
desolación que sucede a las verbenas celebradas en garajes o en terrados: otro
quehacer, otros tráfagos cotidianos y puntales, el miserable trato de las manos
con el hierro y la madera y el ladrillo reaparece y acecha en portales y
ventanas, agazapado en espera del amanecer. El melancólico embustero, el
tenebroso hijo del barrio que en verano ronda la aventura tentadora, el
perdidamente enamorado acompañante de la bella desconocida todavía no lo sabe,
todavía el verano es un verde archipiélago.”
Últimas tardes con Teresa. Juan Marsé,
Cuando David Sackett deconstruyó la epidemiología clínica
sacándose de la chistera la Medicina basada en la Evidencia (MBE), y marchó de
McMaster a Oxford como si fuera un Messi de la medicina científica, algunos pocos
pioneros iluminados cogieron el testigo en aquellas sesiones iniciáticas de la nueva logia: entre ellos estaban RafaBravo y Joaquim Camprubi, que siempre mantuvieron vivas las enseñanzas del
maestro: la MBE no eran sólo las pruebas científicas, con ser éstas absolutamente
relevantes, puesto que son las que nos pueden ayudar a separar la verdad de la
superchería. Era también la experiencia del clínico, y las preferencias del
paciente, y lo que es más importante, la integración de las tres hasta
encontrar una respuesta.
Rafa permaneció en el lado soleado de la carretera, Joaquim
paseó por el lado oscuro de la industria durante unos cuantos años, de esa industria
de la que apostatan clínicos puros y “administraciones intachables”, pero a la
que recurren emboscados cuando hace falta financiación para algún evento.
Durante años organizamos en mi Escuela múltiples actividades
destinadas a poner algo de luz, ciencia y debate en una disciplina tan pantanosa
como es la gestión. Mi amigo José Francisco García y yo le proponíamos a Joaquim
tipos casi desconocidos por estos territorios, pero de los que convierten en
respetable a un oficio cuya base científica no supera habitualmente la charlatanería
de los libros de aeropuerto. Había veces que nos salía bien, y otras
rematadamente mal. En una de las esas ocasiones nuestra propuesta rozó el más
absoluto de los fracasos, tal vez por equivocarnos en la elección del contenido,
tal vez porque el poder de turno consideró intolerable un foro en que
convivieran crítica, debate y opiniones diferentes a las suyas.
Tanto da. Ante tal desastre Joaquim sonrió y sin darle
importancia a lo que no la tenía, preguntó por algún tugurio donde beber una
botella de vino mientras conversábamos de filosofía de la felicidad, literatura
catalana o de las viejas aventuras de Archie Cochrane cuando estuvo en nuestra
guerra civil en la Unidad de ambulancias británicas.
Joaquim siguió viniendo hasta este mismo año por la Escuela
a dar clase: sabía mucho de investigación y medicina. Pero por encima de todo
era maestro en un arte que se desvanece: el arte de la conversación, donde más
importante que hablar es escuchar. Él lo sabía hacer y de qué forma.
Ayer se marchó. Le pillaron de improviso cuando creía que el
verano aún era un verde archipiélago. En la calle queda la desolación, como escribía
Marsé.
Se quedaron muchas conversaciones en el tintero. Pero ahí
quedan para siempre las que tuvimos la suerte de compartir con él.
Magnifico recuerdo para muchas tardes con poesia
ResponderEliminarMe he quedado sin habla. Lamento, como tú y muchos otros, la desaparición de una gran persona y profesional. Otra vez la muerte injusta.
ResponderEliminarExcelente recuerdo, Sergio, de quién ayudó a trenzar los hilos de unas cuantas trayectorias vitales en corrientes innovadoras como las que describes.
ResponderEliminarUna gran pérdida. Gracias por este emocionado y hermoso recuerdo, Sergio.
ResponderEliminarMe he enterado por este post. Lo siento mucho. Discutimos mucho, pero daba gusto discutir con alguien tan inteligente y de quien he aprendido tanto.
ResponderEliminarSensación intensa de vacío en el estómago.....
ResponderEliminarGran recuerdo de su manera de ser y de pensar
Gran persona desde Sant Pau a finales de los sesenta
Descansa en paz
Fue nuestro primer director general de la naciente salud pública regional madrileña. Momentos instituyentes (1985) llenos de ilusión, con un jovencisimo director catalán que llegaba en vaqueros y Vespa a su despacho oficial.
ResponderEliminarDescanse en paz!
Javier Segura del Pozo
Inteligente conversador consciente de contradicciones y de una curiosidad infinita. Lo vamos a echar de menos. Gracias Sergio por esa semblanza tan cercana a como supongo le gustaría verse.
ResponderEliminarUn abrazo
Mi mayor agradecimiento a todos vosotros. Todos compartimos, cada uno de una forma, en un luagr y un tiempos diferentes, muchos ratos con Joaquim, y disfrutamos de su conversación, su afán permanente de controversia, su sonrisa irónica y sobre todo su bonhomía. Tuvimos esa suerte
ResponderEliminarUn abrazo a todos
Muchas gracias por dedicar una entrada en tu blog para joaquim.Una abraçada
ResponderEliminarMuchas gracias Jordi
ResponderEliminarAbrazo enorme