“Lástima
que ella no pueda vivir…pero, ¿Quién vive”?
Gaff.
Blade Runner.1982.
Con
esta pregunta que dirige el oscuro Gaff a Rick Deckard después de perdonarle la
vida a Rachael, la replicante de la que éste se ha enamorado, acababa Blade
Runner.
Un
clásico de la historia del cine, adaptación de ¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?, un cuento de Phillip
K. Dick en que Deckard, un policía que se comporta más bien como un asesino a
sueldo, “retira” de la circulación a los replicantes a los que encuentra,
guiado por la codicia que le permitiría disponer del dinero suficiente para
comprarse algún animal verdadero.
Si,
como da a suponer Harari en Nature, es previsible que pronto Uber y el gremio
del taxi dejarán de discutir por ser ambos redundantes al ser sustituidos por
algoritmos inteligentes, cabe pensar que los replicantes de Blade Runner estén
mucho más cerca de lo que creemos, bien a través de cibortos variados (humanos
con partes mecánicas) o mediante automatismos cada vez más humanos, algoritmos
tan evolucionados que un buen día podrán tal vez disponer de conciencia. La singularidad está cerca, escribía el delirante Kurzweil hace una década. Para
Harari no queda tanto para que eso sea posible.
¿Delirio?
¿Ciencia-ficción? Puede ser. Norman
Spinrad en Ciberpunk imaginaba hace unas décadas un futuro en que el humano
sería colonizado por miembros protésicos, o modificación de la estructura
corporal a través de la cirugía plástica. Nada de eso nos extraña hoy.
Aunque
los cinco replicantes Nexus-6, el modelo más evolucionado, llegan a la Tierra en busca de su creador para
reclamar más tiempo de vida, aspiran en definitiva a disponer del único rasgo
que aún les impide ser plenamente humanos: la compasión y el amor. Y no hay
mejor demostración de lo cerca que están de ello que las últimas secuencias de
la película, donde el poderoso Roy Batty salva la vida de su implacable perseguidor.
Philip
K Dick pretendía con su novela, como él mismo indica, diferenciar al ser humano
del androide, la máquina inteligente. Pero el androide era para él una metáfora
de las personas que son humanas pero no se comportan como tales, las que
carecen precisamente de compasión, amor, en definitiva humanidad.
Si es
así, en lugar de indignarnos como los colegas ingleses por un futuro como el que
plantea Harari en el que los médicos de familia, los generalistas, serán
redundantes (quizá incluso amenazados por un ejecutor sin escrúpulos como
Deckard), estaría bien preguntarnos si
en cierta forma no seremos ya nosotros también replicantes, autómatas muchos
menos evolucionados que los Nexus-6, incapaces de mover un dedo ante la
destrucción de nuestra forma de vida, cómodos como estamos en nuestras madrigueras, aunque seamos
perfectamente conscientes de que para los que nos sustituirán no existe el
futuro.
Jesús
Alonso sostiene en su ensayo sobre Blade Runner que ser humano es una tarea, no
una herencia. Posiblemente en un futuro no muy lejano a los pacientes les
importará poco si su médico de familia es replicante o es humano. Sí les
preocupará, y mucho, si se comporta, sea el que sea, con humanidad. Para él, Roy
Batty es demasiado humano, porque ha aprendido a serlo.
El proceso de deshumanización de la profesión médica y de los médicos de familia en particular es su mayor amenaza; es difícil imaginar que no sean necesarios, como dice Harari, si ejercen con intensidad su verdadera humanidad. En ese sentido, abdicar de la obligación moral de oponerse a su propia devaluación, a convertirse en autómatas intercambiables, a asumir la carga que le exige el amo (aunque vaya en detrimento de su propia humanidad) , es el primer signo de alarma de nuestra degradación a replicantes. Pero de baja estofa, no Nexus-6.
El proceso de deshumanización de la profesión médica y de los médicos de familia en particular es su mayor amenaza; es difícil imaginar que no sean necesarios, como dice Harari, si ejercen con intensidad su verdadera humanidad. En ese sentido, abdicar de la obligación moral de oponerse a su propia devaluación, a convertirse en autómatas intercambiables, a asumir la carga que le exige el amo (aunque vaya en detrimento de su propia humanidad) , es el primer signo de alarma de nuestra degradación a replicantes. Pero de baja estofa, no Nexus-6.
“No sé por qué me salvo la vida. Quizá en
esos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No solo su
vida: la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas
que todos buscamos: de dónde vengo, a donde voy, cuánto tiempo me queda…Todo lo
que podía hacer era sentarme y verle morir”
Deckard,
Blade Runner.
Magnifico Sergio. Lo de la comparación con los replicantes es genial. Ayer cuando en el café proponía cambios en mi centro, para trabajar mejor, la opinión generalizada era: ¿y estaremos mejor con el que venga? La mayoría, en su madriguera, han asumido sin saberlo la mentalidad del esclavo.
ResponderEliminarUn saludo.
Rafael Bermejo.