domingo, 11 de febrero de 2018

Formatos musicales: del casette al vinilo (1ª Parte)



La aparición del casette aportó interesantes ventajas frente a su antecesor, el viejo disco de vinilo: al ser más pequeño, era mucho más fácilmente trasportable, y permitía su utilización en espacios desconocidos hasta entonces, como el coche, además de permitir por primera vez hacer copias. Si nos atenemos a la definición del maestro absoluto en materia de Difusión de Innovaciones, Everett Rogers, supuso una relevante innovación, puesto que al margen de sus ventajas era fácilmente utilizable por sus potenciales adoptadores. Pero como suele ser habitual con cualquier innovación su reinado fue efímero y pronto fue reemplazado por un formato  más ventajoso, el CD, que a la facilidad de portabilidad y replicación, añadía una calidad de sonido sustancialmente mejor (al ser la grabación digital) y solventaba los engorros característicos de la casette (como cuando su cinta era tragada y destrozada sin compasión por el reproductor). Poco dura la alegría en el mundo del innovador y solo una década después apareció el formato mp3 que fue quien asesinó (y no el video) a la estrella de la radio.
La reforma de la Atención Primaria supuso también una innovación radical sobre lo ya existente en nuestro país: se pasaba de una atención basada casi exclusivamente en el médico a otra centrada en un equipo de diferentes perfiles profesionales; de 2 horas de consulta a 7 entre las que se debería incluir tiempo para formación; de centrarse solo en el problema del paciente a pretender abordar el de la familia a la que pertenecía y la comunidad donde vivía.
Una innovación bastante aventurada que, paradójicamente tuvo éxito. El Real Decreto 137/84 de Estructuras Básicas de Salud, la principal norma de ordenación de la Atención Primaria de Salud en España, sigue siendo la referencia fundamental desde entonces con los pequeños añadidos que aportó la Ley General de Sanidad.
El “innovador” modelo de Atención Primaria español de principio de los años 80 se mantiene inalterado 35 años después. Sigue estando constituido por los mismos perfiles profesionales, que realizan la asistencia a su población a través de una organización del trabajo que ha sufrido apenas cambios (salvo en algunos centros concretos), y donde la presión asistencial condiciona todas las actividades del centro, resultado de esa norma delirante que no pone límites ni al número de pacientes que demandan asistencia en el día, ni al tiempo mínimo de atención necesario para atenderles. Además, el modelo de relación laboral sigue siendo exactamente el mismo que entonces: oposiciones irregulares que quedan al capricho o interés (electoral en muchas ocasiones) de la administración de turno, y hasta que el "maná" de la oposición llega, sistemas de contratación más propios de plantaciones de algodón que de un sistema sanitario europeo: antes el esclavo podía al menos adquirir la condición de interinidad que le daba cierta estabilidad hasta que su plaza salía a concurso, pero en la última década cada servicio de salud ha aportado a la innovación ( en esto sí) imaginativas fórmulas de precariedad, brevedad ( contratos horarios incluso) y abuso, en donde no excepcionalmente el algodonero o algodonera recibe el mensaje de que de no aceptar ese trabajo tampoco tendrá otros más adelante. Sigue habiendo "bolsas de trabajo" (para tranquilidad de administración y sindicatos) ciegas a las peculiaridades y trayectoria de cada centro, y ante la opinión de los expertos y la pasividad de los profesionales, es muy probable que sigamos con el mismo modelo así pasen cien años.
Sin embargo la sociedad ha cambiado “ligeramente” desde el año 1984: no sólo los usuarios del servicio , sino el propio modelo de familia y comunidad. Y han cambiado ( como no podía ser de otra forma) los profesionales que les atienden: comenzando por el hecho de que tanto la medicina, como la enfermería o la farmacia son ( y serán) profesiones femeninas mayoritariamente.
El viejo modelo de 1984 hace tiempo que no se adecúa a las necesidades de unos ni de otros.
El antaño floreciente casette, languidece hoy en los bares de carretera en versiones rancias de Arévalo o Braulio. El modelo español de Atención Primaria se asemeja cada vez más a ese viejo cassette de expositor. Un modelo que nunca compraron los ricos, los influyentes, los que mandan , puesto que como tan bien describe Juan Simó, políticos, jueces, periodistas y hasta sindicatos de funcionarios tuvieron siempre buen cuidado de “evitar” la Atención Primaria a través de MUFACE y otras similares hierbas. Un modelo que , de seguir así, tampoco aceptarán los pobres.
Por supuesto, existen otros formatos musicales más adaptados a la sociedad de hoy. Y otros modelos de Atención Primaria. Pero no se hacen tortillas sin romper huevos.

1 comentario:

  1. Buena entrada Sergio. A la espera de la segunda parte. A ver si aumentando geométricamente el número de los que desde hace ya años venimos insistiendo en la necesidad de introducir cambios de calado en el modelo de la reforma de los años 80 conseguimos convencer a políticos y gestores de que con parches no vamos a ningún sitio (bueno).

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