domingo, 17 de junio de 2018

Frivolizar el cáncer


Probablemente sea obra de alguno de esos brillantes “creativos”, eufemismo con el que se designa ahora a los expertos en ocurrencias. Gente cuyas bobadas se pagan a precio de caviar y que inundan pantallas de televisión, vallas publicitarias y canales de You Tube. En la calle Arturo Soria de Madrid se encuentra una de las sedes del MD Anderson Cancer Center de Houston. Algún genio decidió que el cartel que lo identifica, indicara el término “cáncer” a la vez que lo borraba, como se aprecia en la foto.
El MD Anderson es uno de los grandes centros monográficos sobre cáncer de Estados Unidos, inicialmente una excrecencia de la universidad de Texas. Como suele ocurrir con otras instituciones sanitarias americanas (por ejemplo la admirada Kaiser Permanente y sus modelos piramidales), el MD Anderson Cancer Center metastatizó en otros países, con el reclamo de ser el centro de referencia mundial cuando se habla de cáncer. De forma que raro es el paciente con ingresos altos , que no acabe acudiendo a sus puertas cuando el innombrable cáncer llama a su puerta.
Hay algo obsceno en el hecho de que la razón de ser de este centro sanitario (el tratamiento del cáncer en todas sus modalidades), pretenda ser borrado de su propio nombre. Ocultar la palabra que constituye tu negocio. Resulta intrigante saber que se pretende señalar con la tachadura: ¿Quizá que el cáncer no existe? ¿ O más bien que, sea cual sea el cáncer, el MD Anderson lo erradica? La ocurrencia del creativo , en cualquier caso da sus frutos: se oculta el término molesto, haciéndolo a la vez más presente que nunca.
Cáncer es un término incómodo y malsonante en la estupidez de la corrección política en la que navegamos. En palabras de Siddhartha Mukherjee “una enfermedad clandestina que se susurra “.
Se pretende impedir su aparición mediante cribados de efectividad no demostrada; se promete cada día en los telediarios la erradicación definitiva de la enfermedad, gracias a cualquier descubrimiento genético en sufridas ratas, que quedará a menudo en nada al cabo de unos pocos años. Los centros a la vanguardia del tratamiento, prometen que todo cáncer, por avanzado que esté y agresivo que sea tiene un tratamiento curativo si se dispone del dinero suficiente. Hace solo un par de años la madre de una amiga mía fue diagnosticada de un cáncer de pulmón con metástasis en hígado cerebro y hueso. Tras acudir a uno de esos centros privados de referencia un desaprensivo “experto” garantizó la curación de su enfermedad: recurrió a todo tipo de combinaciones, a cual más agresiva y degradante, para acabar muriendo en menos de un año tras gastarse más de 30.000 euros en el milagroso tratamiento.
Pese a las falsas promesas de publicistas, investigadores, clínicos de vanguardia y comunicadores diversos el cáncer seguirá existiendo: en su brillante biografíadel Cáncer, Siddhartha Mukherjee escribe: “el cáncer se encuentra cosido a nuestro genoma. Los oncogenes aparecen como consecuencia de mutaciones en genes esenciales que regulan el crecimiento celular.Las mutaciones se acumulan en dichos genes cuando el DNA resulta dañado por factores carcinogénicos, pero también por errores aleatorios durante el proceso de replicación.Los primeros pueden ser prevenibles, pero los últimos son endógenos. El cáncer es un defecto de nuestro proceso de crecimiento, pero es un defecto profundamente arraigado en nosotros mismos… El cáncer probablemente defina los límites externos de nuestra supervivencia”.
En “la Narrativa de la enfermedad”, el psiquiatra Arthur Kleinman escribía: “ el cáncer es una amenaza directa a los valores dominantes del siglo XX en la sociedad  americana. Los valores a los que me refiero incluyen la transformación de problemas humanos caóticos en asuntos prácticos cerrados perfectamente delimitados y gestionables a través de tecnologías, en lugar de interrogantes abiertos que afectan a fines morales. El cáncer es un recordatorio perturbador de la obstinada esencia de azar, incertidumbre e injusticia ( todas ellas cuestiones de valor) de la condición humana.El cáncer nos obliga a enfrentarnos a aceptar nuestra incapacidad de controlar la muerte de los demás y  nuestra propia muerte. El cáncer nos recuerda nuestras carencias a la hora de explicar y entender nuestro mundo. Quizá más allá, el cáncer simboliza nuestra necesidad de dar un sentido moral a la pregunta de “¿Por qué a mi?”, algo a lo que la ciencia no puede responder”.
El cáncer forma parte de nosotros, de nuestra miseria y nuestra grandeza. Algo demasiado serio como para hacer bromas fáciles por parte de ocurrentes idiotas.

2 comentarios:

  1. Una entrada absolutamente necesaria en este tiempo superficial y de inundación de promesas salvíficas.
    Nada más visible, más claro, que lo que se pretende ocultar de modo inconsciente. Cuando la supuesta ocultación, como tachadura, se hace a propósito, estamos ante la pura perversión.
    El cáncer no sólo no ha desaparecido sino que parece probable que aumente a la vez que lo hace nuestra esperanza de vida. Más tiempo para el azar, más tiempo para que surja el cáncer. Sin hablar ya de tanta basura química que influye poderosamente en toda esa cadena mutagénica.
    Es curiosa la “vida” del cáncer. Al contemplarlo fríamente, asistimos a la brutalidad de una selección darwiniana por la que emerge un individuo caótico que mata al huésped del que surge. Curiosamente, matándolo, se mata a sí mismo, a diferencia de lo que ocurre en la invasión microbiana. Y eso da que pensar. Parece que la Naturaleza se encarga de favorecer el flujo de la vida, que no es la individual precisamente y, en ese sentido, el cáncer es un tristemente buen instrumento natural para que no vivamos más de lo necesario, para frenar un crecimiento exponencial. El cáncer es un viejo enemigo y mucho más rebelde que cualquier microbio por ser fruto de sucesivas contingencias, las propias del juego azaroso de toda vida. Sigue siendo por eso un buen antídoto frente a los delirios transhumanistas. Veremos qué ocurre cuando juguemos con los telómeros y con la edición genética.
    El libro al que te refieres (“El emperador de todos los males”) debiera ser leído por todo aquel (no sólo médicos) que se dedique a la clínica, a la investigación o a la atención del modo que sea de tan terrible enfermedad (o enfermedades como diría un purista). Creo que es un texto muy recomendable porque, a la vez que muestra el horror, también describe el avance logrado en poco tiempo.
    El realismo optimista de Mukherjee contrasta con la frivolidad con que tantas veces se enfoca el drama del cáncer. Es patético percibir la culpabilización de pacientes por no “mirarse” (habiendo ya tantos cribados) o, lo que es peor, por no “luchar” contra lo que lo puede matar (¿cómo se lucha? ¿haciendo coaching? ¿viendo lo estupenda que es la vida desde el diagnóstico, como en el triste libro “Momentos perfectos”?). Es patético ver tantos lacitos de colores que no serán percibidos por las células que colonizan metastásicamente órganos cruciales. Y es cruel oír en los telediarios que el descubrimiento de tal gen o de tal proteína permitiría (siempre en condicional) el tratamiento adecuado de una forma de cáncer en cinco años (siempre el número cinco, que parece mágico).
    Las realidades de la vida alimentan más bien el miedo, un terror que facilita que el cáncer pueda sustentar en ocasiones la tragedia añadida que señalas: ser víctima de desaprensivos, sean médicos o brujos.

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  2. Deseo resaltar otro detalle sobre el cáncer

    Y es que el fumar se ha normalizado en nuestra sociedad hoy en día, casi que trivializado su peligro

    Los Odontólogos sabemos que el fumar es la primera causa de cáncer bucal, y también constituye un fuerte factor de riesgo para otros tipos de cáncer

    No hablar sobre algo lo único que hace es potenciar su capacidad dañina

    Gracias por postear al respecto!

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