miércoles, 22 de noviembre de 2017

El power point



El residente era un “hippy”: reciben esa categoría, no los que tocan la flauta acompañados de perro en los mercadillos, aunque esta actividad sea tan digna como cualquier otra. Para ciertos “tutores” de medicina de familia un residente hippy es al que acude a los Seminarios del Gervas, asiste a los eventos de la Cabecera o cualquier otra excentricidad semejante, donde la inscripción es gratuita o testimonial y se acaba durmiendo en casa de cualquier colega.
El residente hippy solicitó el permiso docente reglamentario para acudir al evento “hippy”. El tutor puso cara de pocos amigos, y le preguntó por qué no iba a los congresos de la semFYC, o incluso SEMERGEN si me apuras, donde hay plazo para envío de comunicaciones y pósters,que luego son fácilmente computables para las oposiciones que el servicio regional de turno tenga a bien convocar cuando le parezca, tal vez cuando el residente hippy esté de verdad tocando la flauta acompañado de perro, cansado de esperar en vano.
 Lo malo de los residentes “hippies” es que son muy cabezotas, y siguió con la matraca del evento hippy de turno, como adolescente a la busca de iphone siete: que si el tema es muy interesante, que si se va a tratar de la comunitaria que apenas se abarca en el programa docente, que además voy a estar en una mesa como ponente…
De forma que el tutor, de mala manera, acabó dándole el permiso.
Cuatro días después regresó el estrafalario. El tutor no le preguntó sobre qué iba el evento, si había aprendido algo, o tan siquiera si se lo había pasado bien. Tras pasar la consulta le pidió el power point para poder justificar la asistencia como actividad docente.
El residente hippy miró con cara de completa desolación, como cuando olvidas la foto para sacarte el pasaporte y tienes comprado ya el billete para salir mañana para Nepal.
-          - Es que yo no llevo power point, balbuceó en un susurro
-          - Pero entonces, ¿Qué es lo que cuentas, si puede saberse?
El residente hippy describió con detalle el contenido de su charla que, no en vano tenía preparada desde hacía semanas. De nada le sirvió. Tras las consabidas recriminaciones por seguir al Gervas y gente así que solo hablan y peroratan sin poner ni tan siquiera una foto, al residente hippy se le planteó un ultimátum: o power point o se toma el día como vacaciones, sin derecho a reflejarse en el curriculum
De forma que regresó a casa con la cabeza baja en busca de alguna solución. No le costó mucho: buscó en google,  ppts sobre cualquier tema ( al fin y al cabo ni le habían preguntado sobre qué demonios había hablado). Encontró una del EPOC bastante aseada, la descargó  con cuidado y cambió fecha, nombre y fondos.
Al día siguiente el residente hippy se presentó ante el tutor con los deberes hechos. Se le consideró actividad docente en congreso ( aunque fuera hippy) y ya tiene 0,002 puntos más en el curriculum). Bien está lo que bien acaba

PD: Obviamente esta situación, basada en hechos reales, no es afortunadamente mayoritaria entre los tutores de medicina familiar española. Pero ocurre. Y es una señal más de que se necesitan cambiar muchas cosas.

lunes, 20 de noviembre de 2017

El ejemplo de OSATZEN





Se calcula en 100.000 el número de congresos, conferencias, simposios y demás formas de reunir a u grupo de profesionales, mayoritariamente médicos, con el supuesto objetivo de aprender.No hay evidencias que permitan aseverar con contundencia que este tipo de eventos sirva para mejorar realmente la práctica; aunque obviamente tienen beneficios indirectos que pueden considerarse relevantes, desde el contacto y el establecimiento de redes hasta el intercambio de experiencias.
Los costes no son pequeños; el siempre insolente Ioannidis comienza por señalar el consumo de carbono por cada conferencia ( estimado en cerca de 10.000 toneladas) y no para de desmenuzar las miserias: desde la creación de mediocres currículums construidos a base de comunicaciones “pseudocientíficas”  ( puesto que se escapan de una rigurosa evaluación porque de su aprobación depende el incremento de las inscripciones) hasta la infiltración de la industria y sus intereses comerciales  hasta el tuétano de las organizaciones.
Ioannidis no sabe que ocurrirá con los congresos en el futuro: el tiempo lo dirá. Dependerá de si los médicos siguen dándoles valor, pero aún más de si pueden permitirse financiarlos. Hasta ahora la poderosa maquinaria industrial ha podido mantener el modelo de congreso-crucero, de carácter transatlántico, donde las sociedades científicas de todo signo pugnaban en esa curiosa competición a ver quien tiene el congreso-crucero más grande, con más piscinas, tumbonas, mesas de billar y restaurantes de comida japo. Pero, aún ignorando ese incordio de las cuestiones éticas, queda por ver cuanto tiempo podrán sobrevivir los congresos-crucero basados en el trueque inscrpción-prescripción. Poque digan lo que digan los defensores del modelo, nadie sensato puede gastarse 400-500 0 700 euros (dependiendo de su memoria) para participar en un congreso.
Por supuesto existen otras formas de hacer las cosas: OSATZEN la lleva haciendo desde hace muchos años. Este final de semana celebró su Jornada anual con cerca de 200 inscritos, un evento extraordinario que funcionó de forma impecable gracias a un comité entusiasta coordinado con mano maestra por Maxi Gutiérrez. Sus precios eran los siguientes: 50 para no socios, 40 para socios, 30 para residentes y 0 para estudiantes. Comer en cualquier restaurante medio qué de Madrid o Barcelona vale más caro. Los precios del próximo congreso de la matriz, la semFYC, son los siguientes: según el tramo temporal para la inscripción, de 200 a 250 para residentes socios (los no socios deberán pagar entre 400 y 500), de 350 a 450 para socios y de 600 a 700 para no socios); todos ellos pueden beneficiarse de un descuento entre 50 y 100 euros si realizan la inscripción antes del 4 de diciembre ( para un congreso a celebrar en mayo del año próximo.
Pero más allá de precios, OSATZEN aporta una forma completamente diferente de hacer las cosas:
En donde no existe inauguración formal al uso, con el consejero /a de turno que, si se digna acudir, lo hará para decir que la Primaria es el eje del sistema, aunque la estrangule sistemáticamente en los presupuestos.
En donde escasean las mesas de ponencias de power point y abundan los espacios de presentación de experiencias personales, del tipo que sea, en torno a cada cual van rotando los asistentes para escuchar, preguntar, criticar y proponer.Precisamente una de las razones, para Ioannidis, por las que sí tiene sentido seguir haciendo encuentros presenciales ( los “repurposed meetings”). Donde los temas a tratar no son ( ¡por enésima vez¡) los crónicos y sus modelos, sino aspectos tan interesantes e importantes como la incomodidad que nos supone los diagnósticos raros, o la desmedicalización del supuesto problema de salud mental, o la narración como instrumento para el ejercicio clínico.
La charla magistral se puede enlatar y ver por internet; pero no el discutir en una mesa con lápiz y papel sobre cómo podemos “de verdad” cambiar las cosas desde abajo, porque desde arriba solo vendrá más miseria y más ocurrencia disparatadas.
OSATZEN lleva practicándolo más de 6 años. La Sociedad Balear y la Madrileña de Medicina Familiar y Comunitaria también se incorporaron hace unos años.  Por no hablar del ejemplo excepcional de losSIAP desde hace ya 12 años, y de las insolentes de la Cabecera que osaron montar su congreso, de éxito inaudito, sin pedir permiso a nadie ( por cierto, el próximo en Madrid  no se lo pierdan)
Mientras tanto los congresos crucero del año próximo arribarán a Barcelona y Valencia de momento. Seguirán compitiendo a ver quién tiene el barco más grande

domingo, 5 de noviembre de 2017

El retorno del replicante ( y II)



Lástima que ella no pueda vivir…pero, ¿Quién vive”?
Gaff. Blade Runner.1982.

Con esta pregunta que dirige el oscuro Gaff a Rick Deckard después de perdonarle la vida a Rachael, la replicante de la que éste se ha enamorado, acababa Blade Runner.
Un clásico de la historia del cine, adaptación de ¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?, un cuento de Phillip K. Dick en que Deckard, un policía que se comporta más bien como un asesino a sueldo, “retira” de la circulación a los replicantes a los que encuentra, guiado por la codicia que le permitiría disponer del dinero suficiente para comprarse algún animal verdadero.
Si, como da a suponer Harari en Nature, es previsible que pronto Uber y el gremio del taxi dejarán de discutir por ser ambos redundantes al ser sustituidos por algoritmos inteligentes, cabe pensar que los replicantes de Blade Runner estén mucho más cerca de lo que creemos, bien a través de cibortos variados (humanos con partes mecánicas) o mediante automatismos cada vez más humanos, algoritmos tan evolucionados que un buen día podrán tal vez disponer de conciencia. La singularidad está cerca, escribía el delirante Kurzweil hace una década. Para Harari no queda tanto para que eso sea posible.
¿Delirio? ¿Ciencia-ficción? Puede ser.  Norman Spinrad en Ciberpunk imaginaba hace unas décadas un futuro en que el humano sería colonizado por miembros protésicos, o modificación de la estructura corporal a través de la cirugía plástica. Nada de eso nos extraña hoy.
Aunque los cinco replicantes Nexus-6, el modelo más evolucionado, llegan a la Tierra en busca de su creador para reclamar más tiempo de vida, aspiran en definitiva a disponer del único rasgo que aún les impide ser plenamente humanos: la compasión y el amor. Y no hay mejor demostración de lo cerca que están de ello que las últimas secuencias de la película, donde el poderoso Roy Batty salva la vida de su implacable perseguidor.
Philip K Dick pretendía con su novela, como él mismo indica, diferenciar al ser humano del androide, la máquina inteligente. Pero el androide era para él una metáfora de las personas que son humanas pero no se comportan como tales, las que carecen precisamente de compasión, amor, en definitiva humanidad.
Si es así, en lugar de indignarnos como los colegas ingleses por un futuro como el que plantea Harari en el que los médicos de familia, los generalistas, serán redundantes (quizá incluso amenazados por un ejecutor sin escrúpulos como Deckard),  estaría bien preguntarnos si en cierta forma no seremos ya nosotros también replicantes, autómatas muchos menos evolucionados que los Nexus-6, incapaces de mover un dedo ante la destrucción de nuestra forma de vida, cómodos como estamos en nuestras madrigueras, aunque seamos perfectamente conscientes de que para los que nos sustituirán no existe el futuro.
Jesús Alonso sostiene en su ensayo sobre Blade Runner que ser humano es una tarea, no una herencia. Posiblemente en un futuro no muy lejano a los pacientes les importará poco si su médico de familia es replicante o es humano. Sí les preocupará, y mucho, si se comporta, sea el que sea, con humanidad. Para él, Roy Batty es demasiado humano, porque ha aprendido a serlo. 
El proceso de deshumanización de la profesión médica y de los médicos de familia en particular es su mayor amenaza; es difícil imaginar que no sean necesarios, como dice Harari, si ejercen con intensidad su verdadera humanidad. En ese sentido, abdicar de la obligación moral de oponerse a su propia devaluación, a convertirse en autómatas intercambiables, a asumir la carga que le exige el amo (aunque vaya en detrimento de su propia humanidad) , es el primer signo de alarma de nuestra degradación a replicantes. Pero de baja estofa, no Nexus-6.

“No sé por qué me salvo la vida. Quizá en esos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No solo su vida: la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: de dónde vengo, a donde voy, cuánto tiempo me queda…Todo lo que podía hacer era sentarme y verle morir”
Deckard, Blade Runner.