Anders Grontved y Frank Hu, de las Universidades de Southern Denmark y Harvard respectivamente, publicaron el mes pasado en JAMA el primer metanálisis que estudia la posible relación entre el acto de ver televisión y el riesgo de sufrir diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular ( ya sea fatal o no) y mortalidad por todas las causas.
Ver televisión no es una cuestión menor, puesto que es la actividad más habitual realizada en el mundo mientras se está despierto, solo superado ,quizá, por el tiempo dedicado a realizar un trabajo (alguno incluso por encima: según el Australian Bureau of Statistics, el 40% del tiempo libre en muchos países occidentales es utilizado en esta afición, lo que corresponde a cerca de 4 horas al día, alcanzando las 5 en el caso de Estados Unidos.
Los autores revisaron los 8 estudios de cohortes publicados entre 1974 y 2011, lo que incluye un total de 175.938 sujetos seguidos. El riesgo relativo por ver dos hora de media al día de televisión obtenido era de 1.20 para la diabetes II, 1.15 para las enfermedades cardiovasculares y 1.13 para la mortalidad por todas las causas. Si lo expusiéramos en el lenguaje tramposo empleado habitualmente por muchos investigadores y medios de comunicación, ver 2 horas de tele aumentaría un 13% el riesgo de morir, un 15% el riesgo de tener una enfermedad cardiovascular y un 20% de tener diabetes II. El riesgo obtenido en el metanálisis es además lineal en estos dos últimos casos, mientras que se incrementa por encima de las 3 horas de exposición en el caso de la mortalidad por cualquier causa.
Si nos referimos al riesgo absoluto la diferencia era de 176 casos por 100.000 habitantes en el caso de la diabetes II, y de 104 en el caso de mortalidad por todas las causas.
Así mismo señalan los autores los tres Ensayos Clínicos Randomizados en los que se ha demostrado el efecto beneficioso de reducir el tiempo de exposición al veneno.
El efecto podría deberse no solo al hecho de reducir el ejercicio físico que ver televisión, sino que además éste suele asociarse al consumo de productos muy poco saludables, desde patatas fritas y bebidas azucaradas, a bollos y helados de todo tipo.
Por supuesto el estudio no aspira a analizar el daño cerebral irreparable que está produciendo en este país el consumo desaforado de tal cantidad diaria de basura: en el horario de máxima audiencia en las cadenas mayoritarias de este país es casi imposible encontrar actualmente una película aceptable, un buen concierto de música, una obra de teatro ( de Shakespare por supuesto ni hablamos) o un buen reportaje que no sea ver como nuestros compatriotas aprenden a hacer barbacoas en países remotos. Los productos de calidad ( desde The Wire al cine de John Ford o un concierto de Wayne Shorter) se han convertido en productos exclusivos para determinadas élites, mientras los poderosos medios de comunicación ( incluida las propias cadenas pública o la “ progresista” PRISA) abundan en su proceso de embrutecimiento poblacional.
Las cajetillas de tabaco avisan de que Fumar mata, una afirmación gramaticalmente mal construida puesto que, para no mentir, habría que decir que “el hábito de fumar podría asociarse en determinadas personas con el desarrollo de enfermedades que a largo plazo podrían causar la muerte”. Demasiado largo, ya se, para incluir en una cajetilla. Por eso es mejor incluir imágenes “pornográficas” de los efectos de determinadas enfermedades ( como muy bien señalaba el crítico de cine Carlos Boyero , uno de los escasos que se escapa del sermón mayoritario).
Pero,¿por qué no entonces incluir en los salpicaderos de los coches la imágenes de accidentes de tráfico o en las botellas de vinos de 80 euros las imágenes de autopsia hechas paté?
De momento se podría empezar con la emisión al inicio de cualquier programa de una mensaje sobre fondo negro que avise sencillamente de que “ la Televisión mata”.
Ver televisión no es una cuestión menor, puesto que es la actividad más habitual realizada en el mundo mientras se está despierto, solo superado ,quizá, por el tiempo dedicado a realizar un trabajo (alguno incluso por encima: según el Australian Bureau of Statistics, el 40% del tiempo libre en muchos países occidentales es utilizado en esta afición, lo que corresponde a cerca de 4 horas al día, alcanzando las 5 en el caso de Estados Unidos.
Los autores revisaron los 8 estudios de cohortes publicados entre 1974 y 2011, lo que incluye un total de 175.938 sujetos seguidos. El riesgo relativo por ver dos hora de media al día de televisión obtenido era de 1.20 para la diabetes II, 1.15 para las enfermedades cardiovasculares y 1.13 para la mortalidad por todas las causas. Si lo expusiéramos en el lenguaje tramposo empleado habitualmente por muchos investigadores y medios de comunicación, ver 2 horas de tele aumentaría un 13% el riesgo de morir, un 15% el riesgo de tener una enfermedad cardiovascular y un 20% de tener diabetes II. El riesgo obtenido en el metanálisis es además lineal en estos dos últimos casos, mientras que se incrementa por encima de las 3 horas de exposición en el caso de la mortalidad por cualquier causa.
Si nos referimos al riesgo absoluto la diferencia era de 176 casos por 100.000 habitantes en el caso de la diabetes II, y de 104 en el caso de mortalidad por todas las causas.
Así mismo señalan los autores los tres Ensayos Clínicos Randomizados en los que se ha demostrado el efecto beneficioso de reducir el tiempo de exposición al veneno.
El efecto podría deberse no solo al hecho de reducir el ejercicio físico que ver televisión, sino que además éste suele asociarse al consumo de productos muy poco saludables, desde patatas fritas y bebidas azucaradas, a bollos y helados de todo tipo.
Por supuesto el estudio no aspira a analizar el daño cerebral irreparable que está produciendo en este país el consumo desaforado de tal cantidad diaria de basura: en el horario de máxima audiencia en las cadenas mayoritarias de este país es casi imposible encontrar actualmente una película aceptable, un buen concierto de música, una obra de teatro ( de Shakespare por supuesto ni hablamos) o un buen reportaje que no sea ver como nuestros compatriotas aprenden a hacer barbacoas en países remotos. Los productos de calidad ( desde The Wire al cine de John Ford o un concierto de Wayne Shorter) se han convertido en productos exclusivos para determinadas élites, mientras los poderosos medios de comunicación ( incluida las propias cadenas pública o la “ progresista” PRISA) abundan en su proceso de embrutecimiento poblacional.
Las cajetillas de tabaco avisan de que Fumar mata, una afirmación gramaticalmente mal construida puesto que, para no mentir, habría que decir que “el hábito de fumar podría asociarse en determinadas personas con el desarrollo de enfermedades que a largo plazo podrían causar la muerte”. Demasiado largo, ya se, para incluir en una cajetilla. Por eso es mejor incluir imágenes “pornográficas” de los efectos de determinadas enfermedades ( como muy bien señalaba el crítico de cine Carlos Boyero , uno de los escasos que se escapa del sermón mayoritario).
Pero,¿por qué no entonces incluir en los salpicaderos de los coches la imágenes de accidentes de tráfico o en las botellas de vinos de 80 euros las imágenes de autopsia hechas paté?
De momento se podría empezar con la emisión al inicio de cualquier programa de una mensaje sobre fondo negro que avise sencillamente de que “ la Televisión mata”.
(Viñeta de el Roto en El País)
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