"We think we have learned enough from the past to know that
many of the old answers don’t work, and that may be true. But what the past can
truly help us understand is the perennial complexity of the questions”
Reappraisals. Tony Judt
El pasado no interesa.
Convencidos de que nuestro momento es único, de que los retos que
afrontamos no tienen precedentes, volver la vista atrás parece una tarea
superflua. No es de extrañar que las humanidades, y en especial la historia,
sean relegadas al trastero social, entretenimiento residual de tarados que no
tienen otra actividad más
productiva a la que atender.
Hace solamente un siglo, en 1913, el mundo se preparaba
también para otro cambio “radical” ( Virginia Woolf sostenía que alrededor de diciembre de 1910 el carácter humano cambió). Trajo
consigo dos guerras mundiales y varias revoluciones. En su último libro, el
imprescindible Reappraisals (Repensar el siglo XX,) Tony Judt define con lucidez
las dos características básicas del siglo XX,: la primera es la la guerra; la segunda, el auge primero, y la caída después, del estado a manos de las corporaciones multinacionales, las instituciones
transnacionales y el movimiento
acelerado de personas , bienes y dinero, fuera de cualquier control. Las dos
están íntimamente relacionadas: el largo periodo de paz tras la última guerra
mundial fue en buena parte fruto del reforzamiento del estado y su función
social. Pero de ser un “estado
providencia”, fuente de bienestar social, ha pasado a considerarse una fuente
de ineficiencia e intrusión social, un ente desaliñado que debe ser reducido a
su mínima expresión.
Una de las ideas más habituales que uno encuentra cuando uno habla con colegas americanos es
la consideración que se tiene allí
de que nuestro sistema sanitario es un sistema “socialistas”.Cuando les
respondes preguntando si creen que el sistema británico es socialista quedan
confusos.
Porque no hay que olvidar que las instituciones nucleares del estado
de bienestar fueron en buena medida creadas y mantenidas por gobiernos demócrata-cristianos en Europa. El NHS británico
fue diseñado por Beveridge ( un liberal) y aprobado en plena guerra por
el gobierno de Churchill ( un conservador). El estado de bienestar fue de hecho un consenso entre partidos,
implantado en muchas ocasiones por partidos liberales o conservadores para los
que la provisión de servicios médicos universales, las pensiones, los seguros
de desempleo y enfermedad, la educación gratuita o los subsidios al transporte publico representaban, no el
primer paso del socialismo del siglo XX sino la culminación del liberalismo
reformista del XIX. No les animaba
ninguna intención filantrópica, sino que la clave de la llamada Cuestión social en
aquellos años era , según Judt “ cómo podía ser evitada la agitación social en una
sociedad construida sobre los beneficios que proceden de la rentable
explotación de una populosa clase mal pagada y existencialmente descontenta”.
El “estado de bienestar” no se concibió por tanto, como un
instrumento de la revolución igualitaria, sino como una medida profiláctica por
parte del estado, una barrera para evitar la vuelta precisamente a un pasado
de depresión económica, desigualdad social y violencia.
La idea actualmente dominante de que el estado no es más que
un impedimento para el crecimiento demuestra la cortedad de miras de nuestra
época. De nuevo Judt :“Democracias
en las que no existen alternativas reales, donde la economía política es todo
lo que importa- y donde ésta está condicionada en gran medida por actores que
no son políticos (bancos centrales, , agencias internacionales ,
multinacionales) se ven abocadas a dejar de funcionar como tales democracias o
acomodarse una vez más a la política de frustración y resentimiento popular”.
En el siglo XX descubrimos que la provisión colectiva de
servicios sociales y ciertas restricciones a la desigualdad de ingresos y riqueza
son variables económicas importantes en si mismas, que permiten construir cohesión y paz social, indispensables para
una prosperidad sostenida.
Pero,como dice Judt, los avances en protección social son siempre vulnerables y
políticamente contingentes. No hay ninguna ley histórica que diga que no
pueden ser destrozadas cualquier día, al igual que la libertad política .
En 2013 nos jugaremos mucho de lo que costó un siglo
conseguir.
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