lunes, 17 de junio de 2013
¿Por qué lo llaman información cuando solo es publicidad?
El pasado sábado el diario español El País dedicaba buena parte de su sección de Sociedad a sanidad.
En uno de ellos se denuncia el retraso en la incorporación de nuevos antitumorales, indicándose que “ España ha pasado de estar en cabeza en la incorporación de fármacos oncológicos , junto a Austria, a situarse en la cola, junto a Portugal o Grecia”. Como si la rapidez de incorporación en sí misma fuera un criterio de calidad.
El artículo daba a entender que esta situación implica siempre graves perjuicios para la supervivencia de los pacientes ( “los oncólogos quieren dar a sus pacientes la mejor molécula que hay en el mercado. Y los enfermos reclaman acceder a los compuestos en el menor tiempo posible para parar el avance de la enfermedad o prolongar su expectativa de vida, aunque sea unos meses”). En ningún momento se habla en el reportaje de efectividad comparada de los nuevos medicamentos respecto a las alternativas ya existentes, mucho más baratas y conocidas; tampoco de la seguridad de los mismos, que pudieran tener efectos adversos ( como cualquier fármaco) capaces de producir la muerte del paciente o daños graves durante su tratamiento. Menos aún, la más mínima referencia a algún estudio de evaluación económica al respecto. Todos los fármacos mencionados llevan escaso tiempo en el mercado; además, sus indicaciones se establecen fundamentalmente para diferentes tipo de cáncer metastático en las que, por desgracia, la supervivencia es muy reducida. El precio de los que menciona El Pais oscila entre los 57.000 euros del Yerboy y los 80.000 del Zytiga.
El segundo de los reportajes analiza “las tres formas de morir de viejo”, profundizando en la idea de que la vida, en si misma, precisa de tratamiento. A raíz de una sesión sobre envejecimiento organizada en el CNIC (Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, en cuya Fundación Pro CNIC participa el grupo PRISA ) el periodista señala: “ la idea que subyace es que el envejecimiento es, en sí mismo, una enfermedad, y que las otras ( por cánceres, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas) son manifestaciones de una base común. Algo que geriatras y profanos sospechábamos desde hace tiempo”. Será el autor del artículo, porque muchos pensamos algo bien distinto. Como que la pubertad, la menarquia, la menopausia o la vejez son simplemente fases naturales de la vida, cada una con sus ventajas e inconvenientes, y que no necesitan que nadie se haga rico a costa de medicarlas.
El Dr Valentín Fuster dirige el debate entre cuatro grandes sabios. Para ellos ( y el periodista) el límite de supervivencia no está claro. Pero en principio no parece que el límite existente no pueda ser superable. Se insiste en la necesidad de hacer prevención del envejecimento (¡¡).El objetivo final es hacer pruebas de detección precoz ( de alzheimer, de deterioro cognitivo, de longitud de los telómeros, de hipertensión, colesterol o diabetes). Hay que (sic) “dedicar el menor tiempo posible a morirse o estar mal” . Para Fuster , "el problema de las pruebas de detección precoz es el coste". Llama la atención que para un experto tan reputado no lo sea el coste de oportunidad ( que vamos a dejar de financiar por estas pruebas) ni los falsos positivos y la cascada intervencionista que generará.
Buena parte de los países del mundo andan enfrascados en encontrar cual es el equilibrio ideal para mantener un sistema sanitario equitativo. Como señala el famoso cubo de la OMS tres ejes determinan la ecuación: Cuántas personas tendrán acceso a atención sanitaria, Qué porcentaje de los gastos sanitarios serán pagados directamente por sus bolsillos y Que tipo de servicios serán financiados públicamente. Porque llenar el cubo hasta el borde, llegando al máximo en las tres dimensiones es sencillamente imposible.
Reportajes como el de El Pais son especialmente nocivos para el mantenimiento de un sistema sanitario universal y público. Porque de incluir servicios tan peregrinos como los de detección precoz del envejecimiento, estos servicios de vanguardia necesariamente obligarían a copagos solo al alcance de los más ricos, o excluirían de la atención sanitaria a los que, en cambio, no tendrían derecho a una simple y barata placa de tórax para descartar una neumonía.
En ninguno de los dos artículos se mencionan los posibles conflictos de interés de los altruistas médicos entrevistados. Ni por supuesto los que pudiera tener el grupo empresarial dueño del periódico . No deja de ser llamativo que los médicos que ocupan las páginas del suplemento dominical de EP nunca son aquellos que desenmascaran el interesante negocio de la salud. ¿Para cuando un reportaje en EPS sobre Gilbert Welch, Iona Heath, Margaret McCartney, Juan Gervas, Javier Peteiro o Enrique Gavilán? ¿No lo merecerían más que Fuster?
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La desigualdad de acceso de los españoles (territorial o por nivel social) a los nuevos antitumorales, ligado al tipo de cobertura pública del enfermo (autonómica, mutualismo ..) es un hecho escandaloso muy de moda en nuestro pais : aunque algunos no os queráis enterar, como la chica ye-yé
ResponderEliminarGracias por el comentario. En modo alguno se discute en el post la existencia de desigualdades de acceso. Algo de lo que me encantaría enterarme, pero no solamente a nuevos antitumorales, porque la inequidad es un problema que se intenisfica por semanas.
ResponderEliminarPero el centro del comentario era otro: por qué no se tiene en cuenta aspectos como la efectividad comparada con otros fármacos, la seguridad de los mismos, su coste efectividad o el coste de oportunidad que implicará su uso antes de financiarlo y publicitarlo como un gran invento.
Creo comprender lo que puede sentir alguien con cáncer que oye de la existencia de un avance terapéutico que le es negado por cuestión económica. Pero, como muy bien se indica en el post, no es oro todo lo que reluce… estadísticamente, pues sabemos ya cómo impactan significaciones estadísticas en medianas de supervivencia sin que se acompañen de significaciones clínicas relevantes. Ojalá hubiese algún avance en el tratamiento oncológico realmente importante, curativo por decirlo claramente, frente a las terapias convencionales, aunque fuera carísimo, pues estaríamos ante algo realmente novedoso, de lo que partir. Ya se iría abaratando. Pero no es así. Cansa oír hablar de tanta perspectiva incumplida, de tanta bala mágica que abarca desde la época de Ehrlich hasta la actual con sus células madre, pasando por los anticuerpos monoclonales, la terapia génica o los nanovectores. Es cierto que en algunos casos estos enfoques han funcionado en escasas patologías, pero tales situaciones han sido excepcionales más que avances terapéuticos generales.
ResponderEliminarAl margen de recortes, de desigualdades que se den en nuestro país, conviene hacer un ejercicio de realismo. ¿Es ético costear por parte de la sanidad pública un tratamiento oncológico novedoso muy caro pero de eficacia clínica muy limitada frente a alternativas convencionales consolidadas? Sin responder a la pregunta, me parece un contrasentido que se trate de implantar “lo último” a la vez que se deteriora lo básico, como puede ser algo tan elemental como el apoyo fisioterápico, psicológico, nutricional incluso, a tanto paciente que lo precisa.
En cuanto a la consideración del envejecimiento como enfermedad, me parece algo casi obsceno, especialmente en esta época en que nos recortan por todas partes. Las tonterías de los transhumanistas pueden servir para malas novelas de ciencia – ficción, pero la obsesión por prevenir no ya la enfermedad, sino el propio decaimiento vital que supone el envejecimiento sólo puede conducir a lo peor, a una hipocondrización generalizada y a un gasto estúpido en medidas inútiles cuando no iatrogénicas. El Dr. Fuster parece desconocer que el segundo principio de la termodinámica también nos afecta a todos los vivientes, incluyéndolo a él mismo.
Como también se señala en el post, ocurre que hay mucha gente que se muere sanísima desde el punto de vista analítico. No deja de ser patética esa negación de la propia vida en sus diferentes etapas, con rostros de personas que pierden la respetabilidad que les conferiría su madurez física tratando de sostener quirúrgicamente una juventud que sólo logra en el mejor de los casos el engaño de la apariencia. Lástima que la igualitaria muerte no se deje engañar.
Aprovecho este comentario para agradecerle a Sergio la gentileza de incluirme en sus recomendaciones finales.
Un abrazo
Gracias javier. Lo cuentas mucho mejor que yo. Lo relevante no es que se haya descubierto un nuevo fármaco,algo que tiene ya su sección fija en los telediarios, sino elimpacto que tiene sobre la mortalidad de la enfermedad. Y comose pone de manifiesto en la evolución de ésta en diferentes tipos de cáncer los avances no son lo que esperábamos
ResponderEliminarPara mi la pregunta clave ( de nuevo gracias 9 es ÉSTA:
¿Es ético costear por parte de la sanidad pública un tratamiento oncológico novedoso muy caro pero de eficacia clínica muy limitada frente a alternativas convencionales consolidadas?
Porque nos olvidamos, como señalas, de otros tipos de intervenciones, no tan fascinantes, sin médicos de prestigio y relumbrón bien peinados que las avalen, pero que son esenciales para aliviar el sufrimiento de un paciente ( fisioterápicas, psicológicas, vivenciales en suma)
Cuando se ve los destrozos de la escultura quirúrgica en los empeñados en mantener a toda costa una juventud que se fue hace ya tiempo, cobra más valor la hermosa dignidad de los que se mantienen tal y como son, los que entienden que la vejez es laotra etpa a más. igual de digna que la sobrevalorada juventud
Soy yo el que tengo que estarte agradecido por escribir en este blog Javier. Es un privilegio
Un abrazo