"Perdí
el salvoconducto y ahora espero al emisario
... que
nunca llegará".
En el
proceso de decadencia de la Atención Primaria dos factores son especialmente determinantes:
el agotamiento de sus materiales (ideados para la sociedad de hace treinta o
cuarenta años y que apenas ha sufrido adaptaciones), y el inclemente proceso de
desguace al que le han sometido las administraciones, y del que ya hemos estado
hablando largo y tendido. Proceso que no es consecuencia solo de la crisis
económica y la política de recortes (aunque todo ello lo haya acelerado), sino
que tiene sus orígenes en la década pasada, en la época de la abundancia, en
las que la mayor parte de los recursos fueron desviándose hacia el entorno
hospitalario, convirtiendo a la Atención Primaria en el cebador de las necesidades
de pacientes de aquel.
Dejado
el proceso a su natural deriva, se seguirán soportando condiciones de trabajo
incompatibles con una práctica clínica digna de tal nombre (a cinco minutos por
consulta de agendas tan llenas como tengan a bien los siempre respetables políticos),
entretenidos en cumplir objetivos disparatados a cambio de unos cuantos euros,
y cumpliendo con diligencia las instrucciones de los colegas hospitalarios sobre
esa entelequia llamada “cronicidad”. La generación del baby-boom esperará escéptica
la llegada de su jubilación (segura en su puesto de trabajo para toda la vida),
y las nuevas generaciones se buscarán la vida fuera de la Atención Primaria al
no poder esperar mucho más que contratos por horas, puesto que las exiguas
plazas de las llamadas ofertas públicas de empleo quedarán reservadas para los
más antiguos del escalafón.
Sin
embargo existen aún reductos que permiten albergar esperanzas de que el futuro
pudiera tal vez ser diferente. La semana pasada tuve el privilegio de compartir
una tarde con uno de ellos, gracias a la invitación de los colegas del FòrumCatalà d’Atenciò Primária ( FoCAP), con el único objetivo de reflexionar en
alto sobre la Primaria. Que un jueves por la tarde hubiera gente dispuesta a
acercarse para charlar sobre este tema tras un día de trabajo, en algunos casos
desde poblaciones no precisamente cercanas, creo que es señal de que esa
resignación fatalista no es generalizada, como tampoco lo es el aluvión diario
de correos intercambiados en los Seminarios de Innovación de Atención Primaria
sobre longitudinalidad.
Como
escribía en éstos último Marc Casañas, ningún objetivo que pueda pretender
conseguir la Atención Primaria será alcanzable de forma cómoda. Ninguna
solución caerá del cielo, ningún político asumirá el coste de ir contra la corriente
que hace sinónimo hospital de sistema sanitario.
No
habrá forma de evitar la deriva si cada uno no asume su pequeña responsabilidad
en la situación. Revertirla pasa inevitablemente por reaprender a decir No. Para
ello no es necesario ningún documento estratégico nuevo, ni ningún nuevo modelo
de gestión. Comienza por negarse a aceptar todos aquellos objetivos que sean inalcanzables,
excesivos, sin financiación adicional o sin evidencia que lo sustente. Por
rechazar que máquinas, centrales de información u anónimos controladores
determinen de qué forma debe organizarse el trabajo. Por no tolerar por más
tiempo agendas de 50 pacientes al día.
Por
supuesto todo eso no es suficiente. Se precisan también intervenciones
colectivas que aborden los problemas que exceden la responsabilidad de cada
uno, del que puede ser muestra la necesidad de establecer una especie de "Stop
Desguaces", que debería comenzar por oponerse frontalmente a la amortización de
cualquier plaza de Atención Primaria.
En esa
defensa de lo que debe ser la Atención Primaria, foros como el del FoCAP resultan
imprescindibles. Primero por el nivel de compromiso y perseverancia que supone
llevar tantos años trabajando a pesar de todas las dificultades existentes. Pero
también porque las organizaciones profesionales clásicas (colegios,sindicatos,
sociedades científicas) hace tiempo que renunciaron a realizar una defensa real
y efectiva de la atención primaria, ocupados como están en sus propios
intereses.
Como
han renunciado también, en buena medida, las generaciones que un día hicieron posible
una digna reforma de la atención primaria. En cualquier caso no son ellas las
que deberán liderar la atención primaria de los próximos 30 años, si es que
ésta sigue existiendo. Deberían hacerlo los que vivirán esa época, de acuerdo a
lo que será el mundo entonces, y que hoy en día tienen menos de 40 años y son
mayoritariamente mujeres. Si quieren y pueden.
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