“Cuando el tiempo es
compás, como en la música, la eternidad se encuentra en los vacíos existentes
entre uno y otro”
John Berger. To the
weeding.
En Las Doce tesis sobre la economía de los muertos,
incluída como epílogo en el libro Matters of Life and Death ( Ayudar a morir)
de Iona Heath, John Berger escribe:
“¿Cómo viven los
vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad,
todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los
vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran
interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente
moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los
vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados”
Berger alcanzó ayer su plenitud como ser humano al morir en
Antony a las afueras de París con los 90 años recién cumplidos.
En el prólogo de ese mismo libro, el propio Berger describe
la situación de F, un hombre algo mayor que él que “si bien caminaba tan encorvado como una navaja a medio
abrir , se preparaba la comida, leía el periódico y seguía lo que sucedía en
Oriente Medio.” F. era vaquero, y fue encontrado desvanecido un día en el suelo
de su cocina: “ F murió hace dos martes.
En la tarde, apenas antes de la hora de ordeñe, los hijos lo hallaron en el
suelo junto a su cama. Le costaba respirar. Telefonearon a todos los lugares
posibles. Sólo los bomberos locales contestaron. Alrededor de las diez de la
noche le trasladaron al hospital más cercano, donde murió a las cinco de la
mañana.Retirado con precipitación de su casa, pasó las últimas horas de su
larga vida con escasa atención médica. En tales circunstancias, de las que
ninguno de los involucrados tuvo la culpa, murió separado arbitrariamente de
toda la experiencia humana, aprendida en el transcurso de siglos, relacionada
con la tarea de estar con-y acompañar- a los moribundos…En la actualidad, la
atención médica en un caso de emergencia quedó reducida a un servicio de
transporte compulsivo. F. no murió el lugar alguno”
A diferencia de F., John Berger sí murió en algún lugar:
simplemente en su casa, una forma de muerte coherente con lo que había sido su
forma de pensar, vivir y escribir.
En una reciente entrevista en The Guardian con motivo de su
cumpleaños, se ponían de manifiesto tres fortalezas características de Berger ,
tres sensibilidades cada vez más olvidadas: la primera es la capacidad de
escuchar: “ Si soy un contador de historias
es porque escucho. Para mí, un contador de historias es como un barquero,
alguien que pasa el contrabando entre fronteras”.
La segunda fortaleza es la capacidad de vivir el presente,
de la que era muestra su tendencia a leer en voz alta, precisamente para
concentrarse en el presente evitando mirar hacia delante:” Trabajé esto desde el principio, precisamente porque era una forma
de escaparme de órdenes, profecías, causas y consecuencias”.
La tercera tiene que ver con la necesidad de mantener bien
presente el recuerdo de los que se fueron, de los que dejaron de estar aquí
pero cuya enseñanza nos hizo lo que ahora somos, ya sea un viejo profesor, un
escritor que nos hizo felices, o la persona amada que perdimos.Hace no mucho
tiempo, recordábamos su forma de hacer presente a Beverly, la mujer con la que
compartió buena parte de su vida:
“Te fuiste hace cuatro
semanas. Anoche volviste por primera vez. O para decirlo de otro modo, tu
presencia sustituyó a tu ausencia. Estaba escuchando una grabación del Rondó
número 2 para piano de Beethoven. Durante casi nueve minutos, por lo menos,
fuiste ese rondó, o ese rondó se convirtió en ti, Contenía tu levedad, tu
persistencia, tus cejas arqueadas, tu ternura”.
En otra de los 12 tesis sobre la economía de los muertos,
Berger escribía:
“Considerar que los
muertos son los individuos que alguna vez fueron tiende a oscurecer su
naturaleza. Tratamos de considerar a los vivos como podríamos pensar que lo
hacen los muertos: de manera colectiva. El colectivo se extendería no solo al
espacio, sino también a lo largo del tiempo. Comprendería a todos aquellos que
alguna vez vivieron. Así también pensaríamos en los muertos. Los vivos reducen
a los muertos a aquellos que vivieron, pero los muertos comprenden ya a los
vivos en su propio gran colectivo”.
John Berger no forma parte de “los desaparecidos”. Bien al
contrario, esté vivo o muerto, forma parte de nuestro mismo colectivo. Y seguirá
estando presente mientras seamos capaces de aprovechar todo lo que enseñó:
escuchar, vivir el presente, recordar a los que se fueron, cuestionar lo que
nos dicen:
“Lo que te he mostrado
y lo que he escrito debes contrastarlo con tu propia experiencia. Todo lo que
ha escrito responde a este espíritu”
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