martes, 29 de octubre de 2019

La guerra de bajo coste (II): el modelo teórico


Como señala el premio Nobel Joseph Stiglitz, en la mitad del siglo pasado fue ganando apoyos la “teoría de la marea ascendiente” (the rising tide Theory). Según ésta, al subir la marea (económica) subirá el nivel de todos los botes, metáfora que pretende señalar que el crecimiento económico supondrá siempre el aumento de la riqueza en todas las clases sociales. Así, las llamadas “políticas regresivas”, las que benefician especialmente a los ricos, acabarán por beneficiarnos a todos. La metáfora de la marea se complementó poco después con otra aún más insultante: la del “chorreo” o goteo, según la cual aunque los ricos se beban la mayor parte del cóctel, algo chorreará hacia abajo para disfrute de los menos favorecidos. Forma moderna de mantener la idea de que para los pobres es suficiente con alcanzar las migajas que se le caen al rico de su pechera.
Chile ha sido, desde el inicio de la dictadura, un magnífico ejemplo de la teoría de mareas y chorreos. Siendo el país de mayor renta per cápita de Latino América y disfrutando de un crecimiento económico envidiable durante años, buena parte de la riqueza se quedó en la parte de arriba de la sociedad, la ya de por sí más rica, y solamente algunas de sus sobras acabaron calando al resto. Nadie mejor lo definió que Cecilia Morel, “la primera dama”, quien no contenta con afirmar respecto a las protestas en Chile que “estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena” (como si Chile estuviese sufriendo “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos”), acabó reconociendo que “vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.
Como bien señala Stiglitz el fundamento empírico de la teoría de la marea es igual de sólida que la de la marea que baja (si aumenta la riqueza de los más pobres aumenta la de los más ricos). Y aunque la teoría del goteo o chorreo es la principal fuente de explicación de la inequidad, en especial de los que pretenden justificarla, Stiglitz demuestra que la inequidad lejos de potenciar lo que hace es debilitar la economía. Pero además tiene otro efecto aún más nocivo si cabe: un importante número de trabajos demuestran la relación entre inequidad de resultados e inequidad de oportunidades; y sin igualdad de oportunidades los nacidos en la parte más baja de la escala seguirán sin tener opciones para mejorar sus resultados, de forma que la inequidad, en lugar de reducirse, se incrementará cada vez más.
Esto ocurrió en Chile (donde la privatización de salud y educación, además de encarecimiento de servicios básicos fue abriendo cada vez más la tijera de la inequidad), pero también en buena parte de los países de América Latina y también de Europa: en el último cuarto de siglo el índice Gini (reflejo del nivel de equidad de un país) aumentó en un 22% en Alemania, 13% en Reino Unido y 8% en Italia ( de España ya hablaremos en próximos post). Todos ellos alumnos aplicados de la teoría económica neoliberal. En todos ellos se observó el mismo fenómeno: mientras las clases de menos ingresos veían casi congelados sus salarios a pesar del incremento sustancial de sus horas de trabajo ( en Estados Unidos aumentaron éstas un 22% entre 1979 y 2012 mientras el salario medio aumentó solo un 5%), los ricos muy ricos, veían como tanto sus ingresos como su riqueza se incrementaba exponencialmente ( el 0,1% más rico en Estados Unidos incrementó sus ingresos en un 236% , de forma que su posesión de la riqueza global del país pasó del 3,4 al 9,5% en el periodo 1980-2013.Algo muy similar ocurrió en el resto de los países de elevados ingresos, como demuestra el que de 22 países de la OCDE en 17 de ellos se incrementara sustancialmente el índice Gini desde 1985. Cada vez, por lo tanto, somos más desiguales, pero a la vez (o quizá por ello) los ricos actúan con más prepotencia y avaricia: la respuesta del ministro chileno a las protestas del pueblo por la subida del precio del metro proponiendo que aquellos que madrugaran más tendrían menor subida, es buen reflejo de la falta elemental de humanidad de esta gente.
La inequidad existente y creciente encuentra su justificación teórica en la “teoría de la marginalidad residual”: la diferencia de ingresos no deja de ser un reflejo de la contribución a la sociedad de cada uno: si usted es pobre es porque no contribuye, porque es un parásito, porque se lo merece. Y es por ello que mecanismos redistributivos y políticas de solidaridad como las implantadas en Europa tras la segunda Guerra Mundial son desprestigiadas y combatidas, y las políticas fiscales que las sustentan especialmente socavadas: bajo este enfoque las exenciones fiscales a los más ricos no deben ser medidas de las que avergonzarse, sino que solo son los justos premios a su esfuerzo.
Stiglitz pone especialmente énfasis en la necesidad de invertir en educación para reducir la inequidad: “si el gobierno asegura igual acceso a la educación, la distribución de salarios reflejará la distribución de habilidades, y la extensión en que la el sistema educativo intenta compensar las diferencias en habilidades y puntos de partida”. Precisamente la falta de oportunidades para el acceso a la educación (convertida en una mercancía más por el gobierno de la dictadura y mantenido así por sus sucesores) es uno de los factores más determinantes de la inequidad chilena y motivo principal de reivindicación.
Joseph Stiglitz no es un bolchevique, ni votante oculto de Podemos. Un  respetable professor de Columbia que, sin embargo, demuestra de que hay versiones alternativas al pensamiento cínico dominante.
Es importante recordar el fundamento teórico de las propuestas en materia económica (sobre todo en lo relativo a impuestos) y educativa de todo el espectro neoliberal español que comienza en Vox y acaba en el Partido Socialista. Al fin y al cabo ,la mano que mece la cuna de la desigualdad  siempre es la misma.

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