miércoles, 16 de octubre de 2019

¿Puede la medicina salvarse?


Hace tres años Seamus O’Mahoney publicó un libro capital para entender la deriva de la medicina moderna: The way we die now ( la forma en que morimos ahora). Este año una gran amiga me regaló su segundo libro, cuyo título no necesita explicación adicional: Can Medicine be cured? The corruption of a profession (¿Puede la medicina curarse?, la corrupción de una profesión).
O’Mahoney, actualmente trabajando en Cork, vivió durante muchos años el proceso de deterioro del Servicio de salud británico (NHS), proceso perfectamente equiparable al que ha sufrido la medicina en cualquier otra parte del mundo.Su punto de partida es el siguiente: “la medicina ha extendido su dominio a cualquier aspecto de la vida humana, y haciendo esto, ha generado tal grado de incremento de las expectativas que la decepción es inevitable. Tratamos y sobretratamos, pero no curamos”. Buena parte del trabajo de los médicos generales del mundo va dedicado a lo que él denomina “el síndrome de la vida de mierda”; intentamos solucionar problemas que no son trastornos, enfermedades, entidades mórbidas, sino simples contingencias de la vida cotidiana; durante gran parte de la historia los humanos han tenido que enfrentarse a situaciones estresantes,injustas, decepcionantes, pero sólo ahora hemos convertido a esas situaciones, en los países ricos, en problemas médicos.
La razón principal es la emergencia, para O’Mahoney del “Complejo Médico-industrial acompañado de la corrupción de la profesión: este complejo incluye no solamente al villano tradicional conocido como Big Pharma, sino muchos otros grupos profesionales y comerciales, incluyendo a la investigación biomédica, la industria alimentaria, los fabricantes de tecnologías médicas, las entidades profesionales como colegios médicos, escuelas de medicina, compañías aseguradoras, entidades caritativas, el sector regulatorio y de la auditoría, y parásitos profesionales como lobistas y consultores en gestión”.
Como él señala en buena parte de los países los principales determinantes de la mala salud son la pobreza, la deprivación o la falta de educación, pero no ninguna causa extraña cuya solución venga de la mano de un invento milagroso que llegue de la mano de la biología molecular. De priorizar intervenciones, la medicina debería hacerlo sobre el dolor, el sufrimiento o la discapacidad, habida cuenta de que por esas estaciones vamos a acabar pasando todos, dada la esperanza de vida de nuestras sociedades.
Ante el sufrimiento sin embargo, la alternativa que ofrecemos desde la Atención Primaria española se reduce a prescribir día tras días psicofármacos, puesto que en consultas de 5 minutos que todos damos por buenas no cabe intervención psicoterapéutica alguna. No hay tiempo para escuchar, tocar, apoyar. Tampoco disponemos de otros profesionales expertos que realicen esa tarea. De forma que una vez más, como ocurre con la salud bucodental, nuestro maravilloso sistema sanitario ( uno de los mejores del mundo) acaba abriendo aún más la brecha entre ricos ( que pueden permitirse una psicoterapia) y pobres ( a los cuales atiborramos de antidepresivos y ansiolíticos).
O’Mahoney no es optimista de cara al futuro: “poderosas fuerzas sociales se asegurarán muy probablemente de que el consenso actual prevalezca. Estas fuerzas incluyen la conversión de la vida humana en una mercancía, el poder excesivo de las grandes corporaciones internacionales, el declove de la política y las profesiones, la esclerosis de las regulaciones,la conversión de la seguridad en fetiche,el narcisimo de internet y las redes sociales,pero sobre todo el enanismo espiritual de nuestra época, que podría reducirnos a máquinas digitales en contante necesidad de vigilancia y mantenimiento”.
Ante los grandes inventos de nuestra era, de la genómica a la salud digital, O’Mahoney nos invita a hacernos dos preguntas: ¿a quien beneficia? Y segundo, ¿nos hace la vida más dulce?
En un escenario tan oscuro como realista existen sin embargo propuestas factibles y sensatas que pasan por enfrentarse con decisión a semejante amenaza: las propuesta concretas y sistemáticas de Abel Novoa, Juan Gervas y Carlos Ponte publicados en AMF suponen un magnífico punto de partida para ello. La cuestión es si una profesión ya corrompida tiene aún tratamiento.

1 comentario:

  1. Excelente...Harto de la corrupción generalizada entre mis compañeros médico hospitalarios. Muy nueno el artícuño publicado en no todo es clínica de AMF. Me gustaría destacar como causa importante de corrupción el maridaje de práctica privada parasitando la medicina pública por los médicos corruptibles, pre-corruptibles o francamente corruptos.

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