El
Servicio Andaluz de Salud convocó recientemente su concurso de traslado para
plazas de Médicos de Familia de Atención Primaria, concurso que se encuentra en
estos momentos en la fase de presentación de méritos. Los concursos de traslado
en en España ponen de manifiesto la importancia real que tiene la
longitudinalidad en la Atención Primaria (“una de las mejores del mundo”),
puesto que dichos concursos priman y facilitan el cambio continuo de plaza de
los médicos sin fomentar en modo alguno la continuidad en el mismo lugar de
trabajo. Conviene aceptar que las reglas del juego en nuestro sistema son éstas,
aunque quizá sería bueno ser dejar de presumir sobre lo mucho que nos importa
la longitudinalidad.
En
cualquier caso llaman la atención los criterios que son valorados para el
citado concurso de traslados andaluz: antigüedad, doctorado, investigación y
patentes. Es decir lo que más se valora es ser viejo y candidato a premio Nóbel.
Aunque dichos criterios resultan del acuerdo entre la actual administración autonómica
andaluza y el Sindicato Médico, estos lodos vienen de unos polvos no muy
lejanos, creados por la antigua aadministración andaluza ( socialista) que
siempre se siiintió fascinada ( como las vacas al tren) ante la investigación.
No son nuevas estas ocurrencias, que ya desde hace una década fomentan el que
médicos sobrecargados, que atienden a pacientes como el que despacha perritos,
sin tiempo para poder realizar un aviso domiciliario, realicen investigación
puntera en revistas “del primer cuartil”, realicen tesis doctorales y registren
patentes. De la corrupción de la investigación, uno de los sectores más opacos
de la economía, ya hablaremos con la atención que merece. La AP nunca ha sido
una prioridad para las agencias que financian la investigación, centradas en la
investigación básica cuya efectividad a la largo plazo es más que discutible;
además de que en el mejor de los casos, un médico abnegado andaluz que al final
pudiera publicar en la revista con mayor factor de impacto en medicina general,
estaría a años luz de las revistas en las que se publica la investigación
básica. Mi maestro en la clínica, la persona a la que todo el mundo recurría en
el Hospital Ramón y Cajal a finales de los años 80, Santiago Aréchaga, apenas
tiene publicaciones en PubMed. Para ser buen clínico no se necesita ser buen
investigador.
Ser
doctor suele ser un requisito importante en el caso de querer hacer carrera
académica. Pero en modo alguno es necesario para ser un buen clínico. Soy
doctor, pero las dos personas de las que más he aprendido sobre la Atención
Primaria, Iona Heath y Barbara Starfield, no eran doctoras. Laa profesora
Starfield de hecho, Directora ddel departamento de Health Services and
Manaagement en Johns Hopkins, tuvo que soportar la humillación de no
permitírsele formar parte de un tribunal de tesis en una universidad española
de medio pelo por no ser doctora, ella que había demostrado en las
publicaciones de mayor presttigio del mundo que los sistemas basados en una AP
fuerte conseguían mejores resultados en salud, equidad y eficiencia. Pero lo
que es completamente surrealista, fruto quizá de la ingesta de algún lisérgico,
es la valoración del registro de
patentes como requisito clave en Atención Primaria: ¿qué tipo de actividad
podría ser patentada por un médico de familia? Habida cuenta de que lo esencial
de su trabajo no lo es( escuchar, observar, tocar, visitar, acompañar, ser
testigo), quizá estén pensando sus contratadores en artilugios modernos como apps para
controlar cuan a menudo comen salchipapas los pacientes de su cupo.
Por el
contrario, ni ser especialista vía MIR, ni ser tutor de residentes, ni haber
pasado el infernal proceso de acreditación calenturienta andaluza es valorado
en el concurso de traslados. Hace 30 años la principal batalla de los
residentes y especialistas en medicina familiar y comunitaria era la
reivindicación de que se valorara adecuadamente el haber realizado dicha especialidad
para trabajar en AP: una reivindicación justa (¿para qué si no una especialidad
en AP en el sistema MIR), que parecía haberse convertido en innecesaria cuando
con la entrada en vigor de la Directiva europea 93/16/CEE, se estableció el requisito
de ostentar el título de Médico Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria
para para desempeñar plazas de Médico de Familia. En el citado concurso de traslado
no se valora ni como formación ni como tiempo trabajado los años empleados en
ese proceso. La docencia de residentes (actividad que no está retribuida y que
supone un trabajo añadido a la actividad habitual, es sin duda alguna mucho
menos importante que la “patente”. Y luego hay gente que se extraña de que, año
tras año, disminuya el número de médicos interesados en ser tutores.
La
Sociedad Andaluza de Medicina Familiar y Comunitaria (samFYC), que debería
defender los principios y derechos de dicha especialidad, se ha limitado a hacerse “ eco del malestar que expresanmuchos socios y socias”.
Así
está la Atención Primaria en España ( una de las mejores del mundo).
Imagen: patente de la fregona de Manuel Jalón
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