“La televisión está alterando el significado de estar informado
creando especies de información que podrían ser denominadas apropiadamente como
desinformación. Desinformación no significa información falsa. Significa información
engañosa ( desubicada, irrelevante, fragmentada o superficial), información que
crea la ilusión de saber algo, pero que en realidad le aleja a uno del
conocimiento”
Dicen que ha sido el programa de
televisión mas visto del año. Se habla de familias enteras posicionadas ante la
televisión, de pandillas pertrechadas de grandes bolsas de palomitas,
cajas de cervezas y bocadillos variados. Se programó en medio de un puente y
pulverizó todas las audiencias. No es un clásico ni la final de la
Champions , sino un simple debate electoral elevado a la categoría de nuevo
genero televisivo en si mismo.
Agotado el interés por las miserias
emocionales de lo que se vino en llamar telebasura, los "creativos"
de las empresas de marketing y los grandes grupos de comunicación encontraron
una nueva gallina de los huevos de oro. Lo explicaba muy bien Iñaki López,
conductor de uno de esos programas ( La Sexta noche) cuando relataba hace
poco su sorpresa cuando le pidieron hace años presentar una tertulia política
en prime time para la noche del sábado de 4 horas de duración.
La idea cuajó. Hace poco mas de una
semana , el grupo PRISA anunciaba la llegada inminente del evento del año, un
nuevo formato de debate electoral en que se nos iba dando cuenta durante los
días previos de todo lujo de detalles, incluida la posición de los figurantes
en el escenario. Una vez celebrado, los que apenas se hicieron eco del “debate
del año” pasaron a anunciar en todos sus medios ( Atresmedia) la inminente llegada del nuevo
fenómeno, “7D, el debatedecisivo”.
La estética, propia de un
acontecimiento circense de impacto mundial: se retransmite las impresiones
previas ( y posteriores) de un copioso grupo de charlatanes a sueldo que llevan
diciendo lo mismo para las cadenas del grupo (una supuestamente conservadora y
otra progresista para pescar en todos los caladeros). Cámaras estratégicamente
situadas en suntuosas limousinas reflejan al minuto lo que ocurre durante eltraslado al escenario de los nuevos gladiadores ( se atusan,sonríen). Tipos desconocidos, con
aspecto de tiburones, preocupados
en aparecer impecablemente trajeados ,fuerzan amablemente a los contendientes a
fotografiarse ante el photocall de la empresa, a lo que se aprestan gustosos el
progresista y el conservador, el revolucionario y el liberal. Periodistas encantados
de haberse conocido, expertos en el arte de manejar cuchillos romos, describen
lo que van a hacer, lo hacen y cuentan a continuación como lo han hecho, para
asombro del respetable que engulle palomitas desaforadamente.
Ya en el aire, los gladiadores son
educadamente agresivos, fruncen el ceño de la sonrisa , parecen atender al
adversario, pero se traicionan mirando por el rabillo del ojo a la cámara que
tienen a mano. Les falta saludar en el descanso a los colegas de su pueblo.
En un debate de candidatos a
presidente del gobierno , un dios menor decidió quien juega y quien no ,en esta
versión española de los Juegos del hambre. Para que el espectáculo tuviera
éxito aceptó "pulpo como animal de compañía", en la figura de una señora redicha,
sustituta de su jefe, demasiado viejo, perezoso o asustado como para jugar el
papel que representa. Lo peor no es que el amo no asista , sino que los demás
lo acepten. Por la audiencia todo vale.
El espectáculo requiere sus tiempos y
sus temas. El campo y sus habitantes, la cultura , la ciencia o la sanidad no
dan bien en pantalla. Resultan arcaicos , aburridos o demasiado complejos. En
la legislatura en tuvo a punto de desaparecer el sistema nacional de salud (paciente
que continua gravemente enfermo a la espera de que cirujanos de hierro le asesten
la puñalada final), ninguno de los candidatos considero oportuno llevar el
supuesto debate por esos derroteros . La cuota de pantalla manda, y aunque parezcan
muy diferentes , todos han aprendido que uno se muerde la mano que nos da de
comer.
El sociólogo americano Neil Postman
confrontaba la versión amenazante respecto al futuro del 1984 de Orwell, frente al
Mundo feliz de Huxley. Mientras el primero identifica la amenaza como externa (un
Gran Hermano que nos vigila), el segundo la consideraba innecesaria, basta con que
la gente ame su propia opresión, adorando las tecnologías que anulan su
capacidad para pensar: “mientras Orwell temía que se prohibieran los libros,
lo que Huxley temía es que no hubiera razón para prohibirlos porque a nadie le
interesaría leerlos. Orwell temía una cultura cautiva. Huxley una cultura
trivial."
En Brave New World revisited, Huxley
señalaba que los que se oponen a las tiranías fracasan al no tener en cuenta el
infinito apetito por las distracciones que esconde el ser humano. El libro de Postman “Divirtiéndonos
hasta la muerte (el discurso público en la época del show Business)” trata de
la posibilidad de que Huxley, y no Orwell, estuviera en lo cierto. Lo escribió en 1986. El tiempo le dio la razón
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