La última pregunta realizada en la mesa estrella del congreso de la SEE, la Sociedad Española de Epidemiología (Evaluación de la gestión de la pandemia de COVID-19. Lo que se esperaba y lo que pasó) la formuló Eduardo Satué de la Red Española de Atención Primaria (REAP, quien preguntó:
“Se ha hablado aquí de la resiliencia de los sistemas, la solución del shock. Simplemente preguntar a la mesa si de alguna manera se es consciente de que se ha focalizado mucho el refuerzo del sistema en lo hospitalario, porque tenía al principio de la epidemia toda la presión de las UCIs, pero que esa presión ahora está siendo fundamentalmente del sistema de la Atención Primaria que ya venía de una situación digamos, de estrés y de debilitamiento, y que ahora está en una situación muy dura y muy complicada, y si somos conscientes de la necesidad de reforzar el sistema de la AP para responder a esa endemia que viene”.
Se desconoce si alguno de los cuatro ponentes (Bárbara Oliván, Helena Legido-Quigley, Henrique Barros o Fernando Simón) es consciente de dicha necesidad, porque se quedaron mudos. Si contestó el moderador de la mesa, Pere Godoy, con una frase que lo resume todo muy adecuadamente: "se acabó el tiempo".
La categórica expresión admite al menos tres interpretaciones. La primera es la más obvia: se acabó el tiempo para responder a una pregunta tediosa, manida y molesta, que ni siquiera merece contestación alguna:uno se pregunta por qué se permite entonces la pregunta si no se autoriza la respuesta, y si eso se hubiera hecho igual con cualquier otra cuestión, por ejemplo respecto a las necesidades de refuerzo en UCIs, el proceso de vacunación o la interpretación de los datos. Aunque sea con la boca pequeña, un poco más de respeto a la Atención Primaria sería deseable.
Una segunda interpretación, de mayor profundidad es si en realidad se acabó el tiempo de la Atención Primaria (AP) sobrepasada y desbaratada por escenarios futuros y realidades presentes, todos ellos poco compatible con sus valores esenciales. El mundo reclama hoy genómica, proteómica e inteligencia artificial, teleasistencia para que no tengamos que salir de casa y mucha tecnología tan del gusto del presidente del gobierno, y en ese contexto la vieja imagen del médico de familia auscultando o tocando la barriga queda bien en serie de televisión nostálgicas, pero no es acorde con el brillante futuro que se abre ante nosotros.
La tercera interpretación es menos apocalíptica: es probable que se nos esté agotando el tiempo de que la Atención Primaria reciba el refuerzo y apoyo que necesita. En una conferencia de la OCDE en la que participé hace poco más de un mes se analizó el papel que debía jugar la AP en las pandemias. El encuentro estuvo organizado por la citada OCDE junto a la OMS/OPS , las Naciones Unidas y la Comisión Europea, y en él participaron representantes de todas estas instituciones. La conclusión era unánime: sin AP no es posible enfrentarse adecuadamente a una pandemia en el momento actual. Pero como todos los participantes reconocían la falta de prioridad política de la misma, se señaló la necesidad de aprovechar las “ventanas de oportunidad” que se presentan precisamente en este momento, porque de no ser así probablemente no haya muchas más oportunidades.
Pero volvamos a la mesa: Helena Legido Quigley, profesora de la LSHTM y de la Universidad de Singapur (una de las mayores expertas mundiales en evaluación de sistema sanitarios y de forma muy especial en el análisis de su resiliencia), y entre cuyas últimas actividades se encuentra , no la de participar en “la evaluación de la pandemia en algunos países” como dijo el moderador, sino ser miembro del Secretariado independiente de “la” evaluación internacional de la gestión de la covid-19 realizada hasta la fecha (The Independent Panel), la evaluación encargada por el Director General de la OMS a dos mujeres de gran prestigio internacional: Ellen Johnson Sirleaf, expresidenta de Liberia y premio Nobel de la paz y Helen Clark, ex Primera ministra de Nueva Zelanda.
La Dra Legido Quigley presentó el enfoque realizado en la citada evaluación (por si pudiera sernos de alguna utilidad,, que consta de un Informe principal y 15 documentos que le dan soporte además de amplio material audiovisual fruto del trabajo a lo largo de 8 meses. De nuevo volvió a insistir en la necesidad de realizar una evaluación de la gestión de la pandemia en España algo que venimos reclamando desde hace más de un año. Propuesta que primero fue respondido con silencio, después con irritación evidente (¿Quiénes son éstos para solicitar una evaluación de nuestro trabajo?) y al final con promesas de que se constituirían grupos de trabajo, sin precisar fechas de realización. Ocho meses después de aquello se comprueba una vez más la falsedad de aquellos compromisos, y que nunca estuvo en el espíritu de los responsables del Ministerio español llevar a cabo evaluación alguna.
Por si hubiera dudas, Fernando Simón, coordinador y máximo responsable de la gestión técnica de la pandemia lo ratificó en su intervención. Sus argumentos son irrefutables: “es muy difícil evaluar, y comparar en esta epidemia es casi imposible”. Lo que hacen Helena Legido Quigley y la propia OMS debe ser ciencia-ficción por tanto. Como señala hoy El Pais en un reportaje sobre el citado congreso de dos páginas sin una mención a la Atención Primaria, están claras para Simón de por qué no se ha hecho una evaluación independiente: “Es difícil que haya habido una revisión independiente porque todos los que conocen mejor lo que estaba pasó han estado trabajando sin parar para hacer frente a la pandemia”. Extraordinario argumento: los que están implicados son los únicos que pueden hacer la evaluación independiente. Le faltó decir a Simón: l’evaluation est moi”